Antonio-José Rouyer, discípulo del abate Sicard, y el lenguaje universal

ANtonio-GasconPor Antonio Gascón Ricao,

Barcelona, 2004.

Sección: Artículos, historia.

 

Introducción

Con el transcurrir del tiempo, causa sorpresa descubrir que muchos de los personajes, más o menos involucrados en el origen y difusión del llamado “alfabeto manual español”, o en la enseñanza de los sordos propiamente dicha, fueran o no españoles, viene a resultar que, de igual forma, muchos de ellos andaban involucrados en el origen de la denominada “lengua universal”, una corriente lingüística que se dio en las postrimerías del siglo XIX, [1] como fue el caso de Antonio – José Rouyer, que deberá haber sido el primer maestro-director del Real Colegio de Sordomudos de Madrid.

Detalle en el que no se repara, dada la tendencia generalizada de seguir estudiando las diferentes corrientes intelectuales, pero desde una visión nacionalista, y por tanto muy reduccionista, sin tener en cuenta la interrelación transnacional que de siempre ha existido entre las elites intelectuales durante las épocas pasadas.

Así, cuando se habla de la reorganización de la gramática inglesa, durante los siglos XVI y XVII, generalmente se olvida recordar, de igual forma, la corriente humanística que recorrió Europa y que desembocó en el llamado Renacimiento, y según el país invocándose a George Dalgarno[2] o a John Wilkins,[3] a la hora de afirmar que a ellos se debe la propuesta de creación de las denominadas lenguas universales, o de los lenguajes secretos modernos, que un tiempo después pasaran a ser nombrados como criptográficos.

Cuando muchos de aquellos problemas, de hecho lingüísticos, pasaban por el simple detalle de la falta casi absoluta de correspondencia entre la propia pronunciación de las palabras inglesas o francesas y su correspondiente deletreo, a la hora de tener que hacerlo de forma fonética, defecto que en su caso nunca ha padecido el castellano.

Circunstancia que dio lugar a la obligatoria creación de nuevos símbolos tipográficos para poder representar, mediante aquellos, determinados sonidos fonéticos, que se hacían necesarios para dan a entender dichas lenguas. De hecho, varios de aquellos mismos símbolos, sugeridos o inventados durante aquel mismo periodo, todavía hoy se siguen utilizando en el actual alfabeto fonético internacional.

Pero si tomamos como referencia, por ejemplo, a Wilkins, y su Essay, no es difícil descubrir su invento de un “alfabeto orgánico”, con unos dibujos que pretendían representar las articulaciones de ocho vocales y veintiséis consonantes, mediante los cuales se podían ver representadas las correspondientes posiciones de los labios y con un corte longitudinal, también las de la lengua.

Habrá también que reconocer que aquel mismo detalle le faltó a Juan de Pablo Bonet en su obra de 1620, pues describe el modo o manera de poder pronunciar todas y cada una de las letras españolas de su época, tanto las vocales como las consonantes, pero por escrito y de forma descriptiva, pero aplicando en ello, por vez primera, la fonética española, que después será la base de la fonética en general, aunque dejando en el olvido el incluir algún tipo de dibujo con el detalle necesario, tal como lo hizo 48 años más tarde, Wilkins.

Cuestión que Pablo Bonet no perdió de vista en el caso del alfabeto manual español, que para su obra grabó en 1619, el flamenco Diego de Astor, a gran diferencia en el caso de Ramírez de Carrión, que nunca lo imprimió ni lo describió, en su única obra Maravillas de Naturaleza, pues de ello se encargó el impresor Juan Bautista de Morales, y además por otras cuestiones colaterales.[4]

Aunque la diferencia viene a residir en que Pablo Bonet, a gran distancia de los otros autores fue el primero en incluir en su método educativo, dedicado en directo a la enseñanza de las personas sordas, la recién creada fonética, y las incipientes logopedia y ortofonía, disciplinas ambas con aplicación directa en el campo concreto de la educación de los sordos, Hecho que dejaba un importante espacio abierto para la pura especulación filológica, a la cual se dedicaron con ahínco una parte importante de sus sucesores.

Del mismo modo que, en esta historia, se acostumbra a olvidar a otro genial español, al judío extremeño Jacobo Rodríguez Pereira, y su creación tan particular como fue la “dactilogía”, sistema manual que, puestos a creer a uno de sus discípulos sordos franceses,[5] se componía de un alfabeto manual de 25 letras, al estilo “español”, pues le faltaban las K y la W, letras que de hecho tampoco se utilizaban entonces en el francés habitual de la época.

Sin embargo, además, Pereira tuvo la lucidez e inventiva de añadir aún muchos más signos manuales a los ya de por si habituales, con el único fin de poder llegar a concordar exactamente aquel alfabeto manual con las reglas de la ortografía y de la pronunciación francesa de aquel momento, es decir, las del siglo XVIII.

Signos que alcanzaban el número de 34, o de 80, si también se contaban entre ellos los que además simbolizaban la unión de las letras que cambiaban de sonido, en función de las palabras en que estaban situadas, y por si fuera aún poco, al parecer también habría ideado signos para los puntos, los acentos, o las pausas,[6] así como para las letras mayúsculas o minúsculas, y también para las cifras numéricas, las unidades o las decenas, o para poder expresar los grandes números e incluso para las diferentes operaciones aritméticas,[7] en fin, el acabose en cuanto a la imaginación de Pereira.

De ahí que con una cierta razón quepa el poder hacerse la pregunta sobre dónde sacó L’Épée su idea genial al respecto a sus signos metódicos, pues a diferencia de L’Épée, Jacobo Rodríguez Pereira nunca publicó su método, dado que lo poco que hoy conocemos al respecto del mismo pasa por determinados comentarios muy puntuales realizados en algún momento por algunos de sus antiguos alumnos. Motivo por el cual, sólo cabe especular como en ésta ocasión.

La otra cara del maestro de sordos francés Antonio-José Rouyer

Tal como relatamos en un artículo dedicado a Gregorio de Santa Fe, [8] José Manuel Alea se dirigió al “… sujeto Español que el abate l’E­pée cita en su arte, como uno de los más adelantados en la inteligencia de sus signos metódicos, aunque sin ser sordo ni mudo solo por mera afición y curiosidad”.

El “sujeto” en cuestión, no puede ser otro que Antonio-José Rouyer, el cual, en contra de la afirmación de Alea, no era precisamente español, sino francés de nacimiento, aunque afincado en España, por motivos tanto familiares como profesionales.

Nacido en París y diplomado por su Universidad, según Susan Plann, [9]o más tarde por la universidad española, al cursar estudios de Literatura en la Universidad Central de Madrid, y según afirmaba en un documento posterior el propio Rouyer, éste había vivido la mayor parte de su vida en el propio Madrid, villa y Corte, y donde su padre, Juan Bautista Rouyer, había sido durante años dentis­ta de cámara del rey Fernando VII, según Susan Plann desde 1753, cobrando 15.000 reales de vellón al año, detalle último que también confirma González Iglesias, en su erudito trabajo: Reñidas oposiciones entre dentistas en la corte de Fernando VII.[10]

Después de haber estudiado los métodos del pionero abate francés L’Epée en la propia capital gala, y más tarde los de su sucesor, el también abate Sicard, del que años después se declarará abiertamente discípulo, Rouyer, maestro en artes, por la antigua Universidad de París, según consta en 1792, había viajado a Madrid a principios del año 1791 con la evidente intención de fundar en dicha capital una escuela privada para sordos, pero por los motivos que fueren, posiblemente por los económicos, fue incapaz de poder materializar sus planes.

Unos años más tarde, en 1801, Rouyer propondría su antiguo proyecto a la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, negocio que finalmente, por un motivo u otro, tampoco prosperará.[11] Pero el detalle curioso es que ni Alea ni nadie, explique o repare en qué “negocio” concreto andaba metido Rouyer desde 1792, aunque no en España, sino precisamente en Francia.

La Monographie universelle de Rouyer

Asunto que el mismo Rouyer destapará en tres artículos sucesivos, que veremos con el detalle que se merecen. Artículos que aparecieron publicados en el Diario de Madrid, durante las postrimerías del año 1795 y los principios del año siguiente, declarándose en ellos, en todo, discípulo del abate Sicard, y no solamente en el asunto de la enseñanza de sordos, sino en otro nuevo arte, que Rouyer bautiza con el impresionante nombre de “Monographie universelle” (sic)

Las propuestas francesas, y en particular la del abate Sicard

Con Francia, en plena efervescencia revolucionaria,[12] no puede sorprender que Rouyer participara, como muchos otros, en aquellas aventuras lingüísticas, al igual que al parecer estaba haciendo su antiguo maestro el abate Roch Sicard, que en aquella época, y más concretamente en 1795, estaba colaborando en directo con Joseph Maimieux (1753-1820). Colaboración que dará lugar a la obra Pasigrahie,[13] trabajo conjunto que se publicitó en 1795.[14] De hecho, y tal como refiere Fernando Arellano, en su Historia de la Lingüística:

“La mentalidad filosófica del siglo XVIII favoreció los estudios de la posibilidad de crear una lengua universal. El último proyecto de aquel siglo sería el de Delormel, Proyect d’une lengue universelle présenté a la Convention nacional, (1792). Pocos años antes, el abate l’Epée había adicionado a su Institution, un proyecto de lengua universal,[15] su sucesor, el abate Sicard, ideará una Pasigrafía”.[16]

Aunque de hecho todas aquellas corrientes lingüísticas se debían a las ideas anteriores del alemán Leibniz (1646-1716), partidario de una lingua characteristica universalis, propuesta que debería dar lugar a una lengua con una escritura característica, en tanto que conjunto de signos ideográficos regidos por una sintaxis y totalmente independiente de los órganos de fonación. Y en segundo lugar, el de una lengua universal que ya no tendría una escritura característica, sino fonética, y no ideográfica. Ideas que hacia los años setenta de aquel mismo siglo provocaran un renovado interés por la cuestión de la búsqueda de una lengua universal, interés que abarcará incluso a nuestra evidentemente atrasada España.

Búsqueda aquella que se impulsa durante el siglo XVII, y las razones fueron los estudios lingüísticos y gramaticales realizados a todo lo largo del siglo anterior, que habían estado obligando a tener que confeccionar gramáticas y diccionarios de las lenguas extranjeras, ante la exigencia del afianzamiento de técnicas de Filología y el retorno al estudio de las lenguas clásicas o las orientales, entre ellas el hebreo.

De ahí se puede entender ahora que en fecha tan temprana como fue 1620, Juan de Pablo Bonet se enfrentara, dentro de su obra, y entre otras muchas cosas, a la pregunta sobre cual había sido el origen primero de las letras castellanas, llegando a la conclusión de que éstas provenían, en línea directa, de las latinas, y las latinas, de las griegas, que a su vez las habían tomado prestadas, según él, de los fenicios, y por tanto no provenientes, como se acostumbraba a afirmar, de las letras hebreas. [17]

La lengua universal

Pero también fue durante los finales del siglo XVI, cuando se empezó a pergeñar lo que sería el espíritu de la Edad Moderna que conllevó el ideal del enciclopedismo y de la unificación del saber, al considerarse que todas las parcelas del mismo estaban intercomunicadas, y que combinadas entre sí, podían dar lugar a un saber único, y dentro de él se podía recuperar también la originaria unidad cultural, que conllevaría, casi de forma natural, a la propia recuperación de lengua humana original.

Lengua común o lengua humana, que se daba por supuesto sería la lengua hebrea o de Adán, o la lengua filosófica, que ya había existido antes o que podía volver a existir. Postulado que dio pie a poder emprender su reconstrucción, después de su supuesta pérdida, o a su nueva creación.[18]

De ahí también que empezaran a proliferar en aquel mismo siglo una serie de proyectos encaminados a crear o a restaurar una lengua universal común, o que la propia diversidad de aquellos mismos proyectos correspondieron a la propia variedad de concepciones que sus respectivos autores tenían al respecto a aquella supuesta lengua “natural”, “real”, filosófica” o racional”, pues, tal como se afirma a nivel del pueblo llano, cada maestrillo adolecía de tener su propio librillo.

Dentro de aquellas novedosas corrientes generales cabe citar al pionero español Pedro de Guevara, y su: Nueva y sutil inuencion, en seys instrumentos, intitulado juego y exercicio de letras de las serenissimas infantas doña Ysabel y doña Catalina de Austria: co[n] la qual facilissimamente y en muy breue tie[m]po, se aprenderá todo el artificio y estilo de las gramaticas, que hasta agora se han compuesto y se compusieren de aquí adelante, Madrid , 1581, cuyo título dejaba muy a las claras las pretensiones del autor, al haber reducido a un simple juego, para niñas, según él, en aquel caso a beneficio de las infantas españolas, la sesuda Gramática latina del Brocense, aparecida en su primera versión en 1562.[19]

Dos años más tarde, el mismo autor publica: Arte general y breve, en dos instrumentos, para todas las ciencias. Recopilada del Arte Magna y Arbor Scientiae, del Doctor Raimundo Lulio, Madrid, 1584,[20] dando a conocer en ella un “instrumento filosófico” formado por once círculos, en el segundo de los cuales figuraban nueve letras; en el tercero y cuarto, nueve palabras que designaban vicios y virtudes y en el sexto, nueve reglas o cuestiones generales que podían plantearse acerca de cualquier cosa, etc., que permitía “hacer una calculación (sic) tan alta y tan poderosa y de tanto misterio, que penetrando y entendido, parece instrumento más divino que humano”[21].

Por otra parte, tal como afirma Fernández Cepedal,[22] durante el siglo XVII, la lengua universal era contemplada por algunos pensadores pero en función de las creencias tanto religiosas como políticas de cada uno, como instrumento mediante el cual se podría llevar la palabra de Dios a todas las naciones, o como una forma de poder unir a los hombres en cristiana armonía (la grammatica cathólica) y que a su vez debería servir para poder difundir los ideales revolucionarios.

Y las dos vías posibles eran, al menos en la visión de los franceses, o perfeccionar el francés hasta convertirlo en un lengua universal, o inventar directamente una lengua universal que pusiera fin a la confusión lingüística, incluida la francesa, ante la profusión de lenguas que en aquel país se hablaban, eliminando los patois, aquellas malditas jergas –ésta fue la expresión comúnmente utilizada en aquel entonces– que dividían a los franceses,[23] ideas que fueron las inspiradoras de algunos de los variados proyectos aparecidos en Francia al respecto del aquel ansiado y buscado lenguaje ideal.

Por ejemplo, Delormel, en un proyecto de lengua universal presentado a la Convención en 1795, afirmaba que:   “Si el Gobierno hace entrar en la instrucción el estudio de esta lengua (la universal), se convertirá antes de seis meses, sin necesidad de emplear cada día mucho tiempo, en algo muy útil para la comunicación, propio para diseminar los principios de la igualdad, y hará honor a la República por todo el mundo”.[24]

De igual modo en que en 1798 se elogiaba la Pasigraphie de Maimieux,[25] un invento que se suponía podría extender los conceptos de la revolución a todo el mundo, un instrumento que a su vez propiciaría una revolución pacífica al ser un arma de la moderación para ser utilizada contra la ignorancia y la pasión.

Y será justamente aquella obra de Maimieux, la Pasigraphie, la que en cierto modo forzará a Rouyer a tener que saltar a la palestra pública, pero en la corte española, con un primer artículo periodístico que aparecerá en el Diario de Madrid del 11 de diciembre de 1795.[26] Intervención de Rouyer que aparecerá dentro un artículo titulado Descubrimiento literario, pero donde no figura su firma, como tampoco figurará en el artículo siguiente, y no será hasta el tercero donde por fin se descubre al autor de aquellas interesantes aportaciones al respecto de la lengua universal.

En aquel primer artículo, Rouyer daba a conocer, según él, que uno de los principales descubrimientos más útiles para los hombre se acababa de hacer público en la prensa francesa, afirmando sin embages que se trataba del titulado: Pasigraphia o primeros elementos del arte de escribir e imprimir en una lengua que se entienda en qualquier (sic) otra, sin traducción inventada, por D. Maimieux, y ordenada por L. A. Sicard. En un tomo editado en octavo.[27]

Anuncio del cual cabe resaltar una primera cuestión, que la noticia de aquella obra es de finales de 1795, y el libro en cuestión no aparecerá editado hasta dos años más tarde, es decir, hasta 1797. Y la segunda, es que en aquella edición de 1797, no se menciona por ningún lado a Sicard, como ordenador de aquella obra, asunto bien curioso, pero hecho que no tiene porque desmerecer la noticia dada por Rouyer, insistimos, dos años antes.

Y no será hasta un poco más delante de aquel artículo donde Rouyer empieza a dar noticias del propio Sicard o de la Pasigraphia, afirmando en primer lugar que toda Europa conocía a Sicard como el digno sucesor de L’Epée, al haber perfeccionado la instrucción de los “mudos” añadiendo a la misma nuevos “inventos” suyos, a los ya ideados por su predecesor, pero que el talento que Sicard poseía como inventor, se haría más digno aún de la confianza del público, a la vista del nuevo descubrimiento que ahora se estaba a punto de publicar.

Puesto que el aquel arte, era absolutamente s nuevo, dado que no se reducía solo a la utilidad de las Tachigraphias (sic) o Scenographias, (sic) por medio de las cuales se lograba escribir con mucha más brevedad, [28] dado que la nueva Pasigraphia (voz compuesta de dos palabras griegas, pasi , para todos, graphia, escritura, según Rouyer, “expresará no los sonidos de alguna lengua en particular , sino el sentido de las palabras de todas las lenguas, aunque no se hayan aprendido, y sus elementos consistirán en 12 caracteres, que no serán ni reemplazaran a los del abecedario, y en 12 reglas generales, que no tendrán ninguna excepción.”

Según también Rouyer, se dejaba a la consideración de sabios, políticos y comerciantes, el apreciar la gran utilidad de aquella escritura universal, y su sencillez de medios. Para ello bastaba con considerar que sabiendo pasigraphia, por ejemplo, un español, podría escribir sobre todo tipo de asuntos, a cualquier extranjero (sic), que sin saber ni jota de español, lo entenderá perfectamente y como si estuviera escrito en su propia lengua, pero lo más singular era la brevedad y facilidad para poder aprender aquel nuevo arte.

Seguía el artículo explicando que Maimieux, su inventor, persuadido de que nadie sería capaz de ayudarlo en poder desarrollar aquel método, se lo comunicó a Sicard, el cual admirado por la similitud de aquel descubrimiento con los trabajos a los cuales el mismo se había dedicado, en el caso de los sordos, y ante la amplitud de campos que se abrirían con aquel arte, incluidos los suyos propios, fue por ello que había decidido a ayudarle.

Dicho artículo de Rouyer concluía con una flagrante nota de publicidad, al hacer público que aquella Pasigraphia aparecería impresa magníficamente, en un tomo grueso en octavo, y que se publicaría después de que se consiguieran las correspondientes y necesarias subscripciones, dado que: “los gastos del grabado, y la abertura de los punzones, matrices y fundición, tanto más costosa , quanto (sic) es preciso hacerlo todo de nuevo: pues a pesar de la sencillez […]la Pasigraphia, exige nuevos caracteres, trabajados por los mejores artistas, y los más diestros compositores.” En resumen sino había dinero, no saldría, y debió ser por ello que la obra tardó todavía dos años en aparecer.

De ahí, que se aconsejara a las personas que estuvieran interesadas en poseerla se deberían subscribir en Paris, y más en concreto en las oficinas del Abreviador universal, calle de N. S. de Nazareth (sic), nº 130, a razón de 2 libras tornesas,[29] por ejemplar.

Después de aquella noticia, Rouyer volverá sobre la cuestión de la lengua universal por el mismo medio, el Diario de Madrid, y justo a punto de cumplirse un mes de su primera intervención.

Pero en aquella segunda intervención, que no lleva título de cabecera, la dedicó Rouyer en extenso al elogio directo, en aquel caso, de un español, el aragonés Joaquín Traggia,[30] según él residente en la Corte desde hacía más de cuatro años, momento primero en el cual Traggia había presentado a la “superioridad”, en su caso a la Secretaría de Estado, su escritura universal completa con el título Escritura Carolina.

Aunque de hecho aquel libro que contenía el método, acabará por llevar por título definitivo de Ensayo sobre la escritura y lengua universal, donde al mismo tiempo se recogía la idea y el plan para una nueva lengua, que por su brevedad y la facilidad de su gramática podría convertirse en universal, al aportar muchas ventajas a la “república literaria”. Nueva lengua a la cual Traggia había puesto por nombre Aloisa, en honor a la reina María Luisa de Borbón, esposa de Carlos IV.

Traggia, acompañaba todas aquellas ideas con un Discurso, fórmula muy en boga en aquel momento, discurso que al final resultaba ser un prolijo estudio al respecto de la perentoria necesidad existente de renovación de todos los estudios nacionales. Propuestas todas ellas, que a causa de la habitual dejadez del Estado español quedaron, en todos los casos, sin respuesta.

Fue por ello que su Ensayo sobre la escritura y lengua universal nunca llegó a imprimirse, y de ahí que se encontrara hace unos años, todavía manuscrita, en la Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores.[31]

Obra que además estaba dedicada in expreso al rey Carlos IV, por ello su nombre era lengua Carolina, de Carolus, con la siguiente dedicatoria explicativa. “A esta escritura universal o ideografía doi (sic) el nombre de Carolina, en obsequio a nuestro Rey, y Señor Dn. Carlos IV, por haverse (sic) propuesto en su feliz reynado (sic).”. Aunque de hecho Traggia confesaba en su introducción, de forma valiente, que en 1788, inducido tras la lectura de la obra Leibniz, a quien cita, (en su edición de Dutens de 1768), fue lo que al final le había movido para componer aquella obra suya.

De ahí que Rouyer matizaría que a pesar de haberse anunciado recientemente la Pasigrafia de Sicard, lo había hecho él mismo y en el mismo periódico, Traggia había creído conveniente para salvar el honor de “nuestra nación”[32] dar la noticia al público de sus trabajos, para que jamás se sospechara que él había plagiado los de otros extranjeros, como eran los casos de Maimieux o de Sicard, y la prueba estaba en lo tenía escrito y publicado en el primer tomo de su obra Aparato a la Historia eclesiástica de Aragón, editada en 1791, página 189, puesto que allí era donde el daba noticia de la conclusión de aquellos trabajos suyos.

A todo ello se unía que Sicard todavía no había dado noticia alguna al gran público, ni poca ni mucha, del suyo. De aquel modo, todo aquello, se excusaba Traggia, era una simple y casual concurrencia de ideas, y si por un casual en algo se semejaban las suyas a las de Sicard, que nunca se le acusara de plagio, pues su obra había traspasado los Pirineos mucho antes, en mayo de 1791, insinuando de aquel modo, pero sin decirlo, que también se podría sospechar, de igual modo, de dónde podrían provenir aquellas ideas francesas.

En el siguiente párrafo, Rouyer se explaya, en apariencia en nombre de Traggia, al respecto de la gran desidia cultural del gobierno español, al decir que: “si la nación estuviera más propensa a favorecer estos estudios, o el autor tuviera caudales convenientes (suficientes), la escritura universal hubiera visto ya la luz pública, y asimismo la gramática de la lengua universal.” Y algo de razón había en aquel comentario queja, que repetiría años después Pedro Llorens y Llatchós, maestro de ciegos de la Escuela municipal de Barcelona, dándole el tiempo la razón, pues siendo su método mucho mejor, acabó imponiéndose el del francés Braille, a causa del interés y el dinero que puso sobre él y su método el gobierno francés, tal como había vaticinado Llorens y Llatchós en los finales del siglo XIX.[33]

Por ello Rouyer, zanja la cuestión en plan muy irónico, al decir: “Entretanto daremos un extracto que será casi toda la gramática o theoria (sic) de uno y otro invento”. Explayándose a conciencia puesto que ocupa casi tres páginas del Diario de Madrid, la primera de las cuales encabeza bajo el título de: ”Escritura universal o Ideográfica”, mientras que en la segunda campea el título de: “Idea de la nueva lengua”, Larguísima intervención que Rouyer concluye con un cierto aire socarrón, al apostillar: “Ved en pocas palabras lo substancial de la gramática universal”.[34]

Pero la más curiosa de sus intervenciones en la prensa será la tercera, que cómo no, aparecerá en el mismo Diario de Madrid, con la supuesta excusa de que aquel era en respuesta a una hipotética carta de una anónima lectora, decimos hipotética porque el nombre de la lectora no figura por ningún sitio, pero cuya respuesta le sirve a Rouyer para hacerse así mismo una cierta publicidad, y de paso nuevamente, tanto a Traggia, como a Maimieux o al propio Sicard, con el cual suponemos debería mantener una buena comunicación, y todo ello con la simple excusa de aquella carta.

Aunque intervención de Rouyer, que al final permite descubrir quién había sido el anónimo redactor de los dos trabajos anteriores, los de diciembre de 1795 y enero de 1796, puesto que Rouyer así lo afirma en una nota a píe de página, o cuáles eran sus credenciales de presentación, al firmar aquel tercer artículo con un rotundo. “Licenciado A. J. Rouyer, Maestro de Mudos, y de la Lengua Francesa”.

Comentario último que nos da la pista sobre otras de las varias posibilidades de Rouyer, para poder sobrevivir económicamente en la Corte, tras su fracaso en la gestión con la Matritense, para dirigir la Escuela de sordomudos de Madrid, al poder ejercer tanto como maestro de sordos, a título de maestro particular, como de maestro de francés.

Aquel artículo, lo iniciaba Rouyer de forma coloquial, explicando que:

 “Desea Vmd. saber qué relación puede tener la obra introducción que hice imprimir en París en 1792 (1)[35] con las de los Señores Maimieux , Sicard, y Traggia, anunciadas de poco tiempo a esta parte en varios periódicos, tanto nacionales (2)[36] como extranjeros; y siendo mi obligación servir a Vmd. procuraré cumplirla por medio de la siguiente explicación”

Explicación en la cual se descubre, el cómo había llegado Rouyer a aquella historia, o el hecho que tanto L’Epée como Sicard, y desde la escuela de sordos de París, ya habían dado principio a aquellos mismos avances, y se supone que por otros motivos distintos, ya que no eran precisamente los generales que corrían en aquel momento, o cual era, según Rouyer, su maestro, descubriéndose de paso, pero en función de la personal opinión de Rouyer, de dónde había partido toda aquella historia de la lengua universal:

“Los sabios más distinguidos de Europa, y sobre todo el inmortal Leibnitz deseaban procurarse el descubrimiento de un lenguaje universal: yo desconocía del todo los principios y elementos de este idioma, no obstante que mi obra acredita sinceramente iguales deseos. Al tiempo que este problema era el objeto de las investigaciones de algunos filósofos, toda la Europa atónita admiraba las condiciones precisas de su solución en la escuela de mudos de París dirigida según el famoso método (sic) del Abate Lepe (sic), que M. Sicard mi maestro había llevado al mayor grado de perfección. Por medio de sus demostraciones analíticas se hallaban más adelantados de esta maravillosa enseñanza, en estado de escribir la historia o el discurso más extenso y variado, usando para esto las señas metódicas, tanto naturales como figurativas”.[37]

También resultan ilustrativas las afirmaciones de Rouyer de que en aquella búsqueda de una lengua universal, no faltaban modelos a imitar, tales como, por ejemplo, los “Quipos Peruanos” (sic) o “las figuras Mexicanas”, sin olvidar “el conocimiento de “las llaves chinescas”, mediante las cuales y sin necesidad de los caracteres alfabéticos, los innumerables habitantes de aquel vastísimo Imperio, no solo se comunican entre ellos, sino que también son capaces de darse a entender con algunos pueblos vecinos, que hablan lenguas muy distintas a la suya.[38]

Afirmando a continuación que “igualmente guiados por la luminosa antorcha de la más sana filosofía”, han llegado Maimieux, Sicard, y Traggia, a resolver el mismo problema […] los unos con el uso de la Pasigrafía, y el otro con la escritura carolina o Ideográfica, “logrando así todos ellos exponer de un modo, tan brillante como ingenioso, los principio metafísicos del lenguaje.[39]

Cuestiones, las anteriores, que llevaban a Rouyer a una profunda reflexión, al resultar más que evidente que los hombres en sociedad no se podían comunicar entre sí del mismo modo que lo hacían los sordos, quedando así todavía una dificultad a vencer, ya que la Filosofía (sic) anhelaba una lengua hablada tan perfecta como la lengua universal de las señas y de los caracteres o hieroglificos (sic), afirmando que los Enciclopedistas (sic) ya habían dado algunos pasos al respecto, como era el caso de Traggia, que les seguía los pasos, y por ello afirmaba eufórico: “¿Qué digo?, Traggia los sobrepuja, y vemos nacer baxo (sic) el nombre de Lengua Aloisia, un verdadero lenguaje universal”. Continuando en dos párrafos más, con los mismos elogios a Traggia.

Y en el párrafo final, continuando con la comedia de su respuesta a la carta de una dama, continuaba:

“De la perfecta unión de todos los conocimientos parciales indicados en esta carta, resultaría quizá un método general científico que pudiera algún día servir de Gramática universal a todas las Naciones. Creo haber cumplido mi oferta, y ojala, Señora, esta prueba de mi obediencia llegue a dexar (sic) convencida a Vmd. de los vivísimos deseos que tiene de servirla y agradarla su más rendido y sincero apasionado= A. J. Rouyer, maestro de Mudos, y de Lengua Francesa”[40]

De intentar extraer unas apresuradas conclusiones, a aquellas tres colaboraciones de Rouyer en el Diario de Madrid, la primera sería de índole personal, ya que de ser la redacción de las mismas, obra del propio Rouyer, cabe destacar el gran dominio que éste poseía del idioma español, con indiferencia de sus largas estancias en Francia, Del mismo modo que demuestra, tanto su interés como la facilidad que posee, al conocer casi al dedillo todo lo que está acaeciendo al otro lado de la frontera, o al poseer noticias de primera mano al respecto de los últimos movimientos intelectuales que se están dando en el entorno del asunto del idioma universal, incluido lo que está apareciendo en la propia prensa extranjera, hecho que da en poner suponer que debe tener amigos o corresponsales fuera de España, en su caso, encargados de tenerlo al día de lo que se cuece fuera.

También se debe destacar el alto nivel de relación que al parecer mantiene tanto con Sicard como con Traggia, o la gran confianza existente entre aquellos y Rouyer. La prueba está en el profundo conocimiento que Rouyer posee al respecto de la obra de Traggia, y cuando ésta sólo existe a nivel manuscrito. Hecho que parece indicar, el acceso directo de Rouyer a aquella obra, único modo de poder conocer detalles sobre su contenido.

Otra cuestión que sobresale, puesto que también lo afirma, es que, en cierto modo, tanto L’Epée como Sicard formaban parte de la misma cadena que llevaba a la búsqueda de la lengua universal, y en su caso a causa, igual que él, de su dedicación a la enseñanza de los sordos, demostrando de aquel modo la amplitud de miras de los tres personajes.

Después de aquellas colaboraciones, se le pierde la pista, ya que no se vuelve a retomar hasta 1802, momento en Rouyer se ofrece como maestro de sordos a la Sociedad de Amigos del País, de Madrid, “idilio” que durará hasta los principios1804, con estancias incluidas en París junto a su maestro Sicard , pero momento en la Matritense decide darle puerta, en medio de un gran escándalo, puesto que incluso tiene que mediar el propio rey, cuestión que le obligó de nuevo a tener que partir camino de Francia, y el Real Colegio de Sordomudos de Madrid, abrirá sus puertas en 1805, pero bajo la dirección de un gran incompetente, pero que resultaba mucho más económico que Rouyer, en su caso, el teniente coronel honorifico Juan de Dios Loftus Bazán.

De hecho, la única y última noticia que tenemos sobre él, es la publicación de un libro, también puesto en discusión, pues apareció en 1818, pero según la opinión del francés Quérard, bajo el seudónimo de Philosophe chrétien, y la obra era, Observaciones imparciales de un filósofo cristiano, de acuerdo con las luces de la razón y las verdades de la fe, obra editada en París en 1818, y con 87 páginas de contenido.[41] A partir de entonces el silencio más absoluto cae sobre su vida o sobre su obra. De ahí que merezca la pena resaltar su modesto papel en el asunto de la lengua universal, o sus aportaciones para mejor conocimiento de sus contemporáneos.

 Notas

[1] Humberto Eco, La búsqueda de la lengua perfecta, Ver en edición electrónica
, http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/959.pdf .

[2] Dalgarno y su “lengua sintética”. Ver, Ars signorum, (1668¸ Didascalophus (Oxford, 1680).

[3] Wilkins, An Essay towards a Real Character, and a Philosophical Language (London, 1668).

[4] Gascón, A. (2010)Los tres Morales de Montilla.Juan Bautista de Morales, Cristóbal Bautista de Morales y Iuan Bautista de Morales, hijo”. Ver en http://www.cultura-sorda.eu/resources/Gascon_3-Morales-2010 .

[5] Se trata de del discípulo Saboureux de Fontenay.

[6] Decimos esto, porque en la Edad Media eran muy diferentes los signos de puntuación, entonces llamados “punctos” o “punctos para leer”. De ahí que Juan de Robles, afirmara en su Cartilla menor para enseñar a leer en Romance (hacia 1565?) “si lo que lee está apuntado [puntuado] donde estuviere un rasguito, detenerse un poco y donde hubiere dos puntos, un poco más, y donde un solo punto, mucho más”. Detalle que recuerda y mucho a los signos inventados de Pereira, antes especificados. Margit Frenck, La Ortografía elocuente (Testimonios de lectura oral en el Siglo de Oro). Actas del VII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. Brown University, 22-27 agosto de 1983.

[7] Maria Infante, Sordera, mito y realidades, Costa Rica, 1998, p. 256.

[8]   A. Gascón Ricao, Gregorio de Santa Fe, un sordo aragonés ilustrado en el Madrid goyesco, www.culturasorda.eu/resources/Gascon-Gregorio-de-SantaFe-2010.pdf

[9] Susan Plann, A silent minority: deaf education in Spain, 1550-1835, California, 1997, pp. 242-244, n. 49, 50.

[10] J. González Iglesias (2003), Reñidas oposiciones entre dentistas en la corte de Fernando VII, ver en: www.gacetadental.com/noticia/3433/ –.

[11] A. Gascón Ricao y J. G. Storch de Gracia y Asensio, Historia de la educación de los sordos en España, y su influencia en Europa y América, Editorial universitaria Ramón Areces, Colección “Por más señas”, Madrid, 2004. Ver “El “affaire” Rouyer (1803-1804), pp. 283-288.

[12] Revolución que se inició con la auto proclamación del Tercer Estado, como Asamblea Nacional en 1789 y que finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

[13] La pasigrafía era un tipo de representación gráfica que busca hacer inteligible un texto a cualquier persona que lo leyera, y estaba basada en la escritura de conceptos, en lugar de palabras o fonemas.

[14] El anuncio de aquella obra pareció en Magasín encyclopédique; ou Journal des sciences, des lettres y des arts, vol. 5 (1795), p. 651. Sin embargo, en la Biblioteca Nacional de París, pueden verse hasta 9 ediciones sucesivas de la Pasigrahie, que abarcan desde 1788 hasta 1801, prueba del éxito editorial de aquella obra.

[15] Hemos sido incapaces de localizar dicha adición, o que quede constancia de ello, salvo el comentario del citado autor.

[16] Op., cit., p.185.

[17]Ver capítulos del 1 al 4 del Libro Primero de, Reduction de las letras y Arte para enseñar á ablar los Mudos, Madrid, 1620, y muy en particular el último.

[18] En función de las creencias, después del episodio bíblico de la Torre de Babel, idea casi idéntica a la mantenida por el benedictino español Pedro Ponce de León, el supuesto primer maestro de sordos.

[19] Minerva que el Brocense refundirá después. Ver F. Sánchez de Brozas, Minerva, De causis linguae latinae (1587)

[20] Asunto ya tratado, pero bajo otro aspecto muy distinto, y sobre el cual algún día volveré. Ver Ferrerons Ruiz, R. y Gascón Ricao, A. (1996): Máquinas de comunicación para sordos en el siglo XVI, Infosord, Butlletí informatiu de la Federació de Sords de Catalunya, nº 11 (especial), verano de 1996, Barcelona, pp.11-14.

[21] Lo que no explica Guevara es que aquella idea suya la había sacado de una obra del italiano Giovanni Battista della Porta, al ser en realidad lo que después se denominará como disco criptográfico, aunque el propio Della Porta había seguido en mucho a Johannes Trithemius y su Steganographia

[22] José Manuel Fernández Cepedal, “El principio de la unidad lingüística”, Lenguas del Mundo. Por la ruta de Babel, Edición nº 71, 2005, pp. 87- 97.

[23] Historia muy similar a la que se está viviendo en la España del siglo XXI, y donde su actual ministro de Educación pretende “españolizar” a los alumnos catalanes, vulnerando su derecho constitucional de aprender en catalán que resulta ser su lengua materna.

[24] Projet d’une langue universelle présenté à la Convention Nationale, París, 1795, págs. 2-3. Ver L.Couturat yL.leau, Histoire de la langue universelle, París, Hachette, 1903, págs. 29-32.

[25] Joseph de Maimieux, Pasigraphie, ou premiers éléments du nouvel art-science d’ecrire et ’imprimer en une langue de maniére à être lu et entendu dans toute autre langue sans traduction, París, Bureau de la de la Pasigraphie, 1797. La misma obra aparece también en alemán aquel mismo año.

[26] A. J. Rouyer, “Descubrimiento literario”, Diario de Madrid., Viernes, 11-12-1795, p.1099-1100.

[27] La cursiva es del propio Rouyer.

[28] En España, la Taquigrafía la introducirá, en 1800, Francisco de Paula Martí Mora, al publicar su Stenografía o arte de escribir abreviado, aquel año; Francisco de Paula Martí Mora,. Játiva, 22.IV.1761 – Lisboa 8.VII.1827. fue grabador e inventor de la taquigrafía castellana, de la pluma fuente (la actual estilográfica), y de la agenda de bolsillo.

[29] En Francia, en aquella época había dos clases distintas de libras: la libra parisis (de París), utilizada en la parte de Francia bajo control directo de los reyes, y la libra tornesa (acuñada en la abadía de San Martín, en Turena). La parisis era la moneda oficial de la dinastía Capeto. La tornesa se usaba en Anjou hasta que el condado pasó a manos de Felipe Augusto. A partir de aquel momento ambas monedas coexistieron durante algún tiempo en todo el territorio francés.

[30] Joaquín Traggia de Santo Domingo, había nacido en Zaragoza en 1748, pasando a estudiar en las Escuelas Pías de Barbastro, y luego en las de Daroca, para finalmente acabar ingresando en aquella misma orden religiosa. Se doctoró en la Universidad de Manila, descollando por sus profundos conocimientos en Lingüística, Filosofía, Teología, matemáticas, Historia Natural o   Historia Política, y pasando a pertener como miembro de la Academia de la Historia y autor de la conocida obra, Aparato a la Historia eclesiástica de Aragón, Imprenta de Sancha, 1791.

[31] Joaquín Traggia, Ensayo sobre la escritura y lengua universal, Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, Mrs. 204.

[32] Aquella expresión de “nuestra nación”, Rouyer parece hacerla extensiva a sí mismo, dando así refuerzo a su sentimiento hacía España, de hecho su segunda patria.

[33] Ver historia en: http://www.biografiasyvidas.com/especial/educacion/llorens.htm

[34] No entramos en el resto del contenido de aquel artículo, dada su complejidad y aridez, pero se puede ver en, A. J. Rouyer, Diario de Madrid, Martes, 5-1-1796, pp.17-19.

[35] En aquella primera nota Rouyer citaba el título des u obra, Ensayo raciocinado de Monografía universal o investigación analítica de una cifra perfecta capaz de desenvolver en todas las lenguas los verdaderos principio del arte de escribir conforme se habla

[36] Mientras que en la segunda, da detalle de sus artículos anteriores en la misma publicación, y que casualmente no habían parecido firmados, a diferencia del persente: “Veanse los Diarios de 11 de Diciembre de 1795, y 5 de Enero de 17962”.

[37] Todo aquello era cierto, en lo que respecta a que los alumnos sordos de L’Epée, podían escribir cualquier cosa, por compleja que aquella fuera, mediante el uso por parte del maestro de los signos matódicos, lo que no explica Rouyer, pero sí explicó L’Epée, es que aquellos mismos sordos eran incapaces de entender ni una jota de aquel mismo escrito o discurso, aduciendo el último que al igual que le sucedía a una persona oyente, que eera capaz de escribir nl italiano o en latín sin entenderlo tampoco.

[38] De ser aquellas las ideas que corrían por el mundo, y de las cuales nadie nos da más noticias, estas resultan cuando menos sorprendentes, dada la gran mezcolanza de lenguas o de lenguajes figurados y cuando, por ejemplo, los jeroglíficos egipcios estaban aún por traducir, y no se hará hasta 1822.

[39] Para más detalles, Julián Velarde, Lombaña, “Proyectos de Lengua Universal ideados por españoles”, Quaderns de Pensament, nº 7 y 8, Diciembre, 1987, pp. 7-78, Universitat de les Illes Balears: Ver en www.raco.cat/index.php/Taula/article/…/89794.

[40] A. J. Rouyer, “Señora”, Diario de Madrid, Martes, 19-1-1796, pp.73-74.

[41] Le Paladin de la Meuse, observations impartiales d’un philosophe chrétien, ou Accord des lumières de la raison et des vérités de la foi, par A.-J.-R.*****, maître-ès-arts de l’ancienne Université de Paris. [A.-J. Rouyer.] 1818, 87 pág (El Paladín del Mosa, observaciones imparciales de un filósofo cristiano, de acuerdo con las luces de la razón y las verdades de la fe). Ver en Joseph Marie Quérard Supercheries littéraires dévoilées galerie de auteurs apocryphes, suppos´es, dequisés…, París, 1850, p. 466,

 

 

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