Por Alejandro Oviedo, Henry Rumbos, Ronald Pérez y Claudia Jaimes (2023)
Resumen
Presentamos aquí una crónica de la interpretación entre el español y la lengua de señas de Venezuela (LSV). Nuestros datos provienen de entrevistas y encuestas con intérpretes de LSV (ILSV) y otros profesionales vinculados al área. Esos datos fueron contrastados con documentos institucionales. Se propone una periodización de cuatro fases, delimitadas por diversos hitos. La primera, la “prehistoria” de la ILSV, comprende el largo período previo a la fundación de la primera escuela de sordos (1935), un período sólo reconstruible especulativamente. La segunda se extiende entre 1935 y 1985. En ella surgen comunidades sordas organizadas y aparecen las primeras referencias a la LSV y a los ILSV. La tercera se inicia en 1985, con el modelo bilingüe en las escuelas de sordos, que empodera a la comunidad sorda y demarca el oficio de ILSV. La cuarta fase se define con la fundación, en 2006, de la asociación nacional de los ILSV y su progresiva profesionalización. En los últimos años de esta fase, especialmente desde 2016, la crisis social y económica del país impone cambios dramáticos en las condiciones de vida y trabajo de los ILSV que podrían ser considerados el inicio de una quinta fase.
Introducción
Presentamos una cronología y una periodización de la historia de la interpretación entre el español y la lengua señada de las personas sordas en Venezuela. Referencias disponibles en las lenguas escritas o señadas que dominan los autores de este trabajo revelan que la historia de la interpretación entre lenguas de señas y lenguas habladas (ILS) ha sido un campo poco explorado. Sólo algunas publicaciones se dedican específicamente al tema y siguen criterios historiográficos (Witsch y Morais, 2021; Ball, 2017; Ingram, 2017; Leahy, 2015); otros autores nada más insertan cronologías en estudios dedicados a otros temas vinculados a la ILS (Magnani, 2010; Napier, 2009; Cokely, 1992; Frishberg, 1990; Ebbinghaus y Heßmann, 1989).
En esos estudios reconocemos un esquema regular que transcurre en al menos cuatro fases sucesivas: La primera de ellas precede a la fundación de las escuelas de sordos. La llamamos aquí “prehistoria” de la ILS: allí, la presencia de la ILS no es documentada, pero por razones meramente estadísticas (Moore y Torchia, 2020), puede suponerse que en centros poblados habría personas sordas usuarias de un sistema señado, así como individuos oyentes que servirían de intermediarios entre los los primeros y el entorno oyente (Leahy, 2015). Esta fase puede reconstruirse interpretando referencias históricas (cfr. Por ejemplo Miles, 2018; o Branson y Miller, 1995). Una segunda fase es definida por el desarrollo de comunidades de usuarios de una lengua de señas tras la fundación de escuelas de sordos: A ello sigue la inserción de esta minoría a la sociedad donde viven (los egresados de las escuelas desarrollan redes sociales y finalmente, se organizan jurídicamente en asociaciones) (cfr. Ladd, 2003). En esta fase encontramos ILS no profesionalizados, en su mayoría familiares o amigos oyentes de las personas sordas, maestros de sordos (Forestal, 2013) o miembros de comunidades religiosas (cfr. Oyewumi, 2016; WFD y NSAD, 2008). Los ILS realizan allí fundamentalmente interpretación comunitaria1 (Pöchhacker, 1999) así como interpretación de conferencia en servicios religiosos. Esta fase corresponde a las décadas previas a 1960 en América del Norte (Ball, 2017) o a la de 1980 en algunos países europeos (cfr. Entre otros Magnani, 2010; Ebbinghaus y Heßmann, 1989). En algunos países de América Latina2 (Oviedo, en prensa; WFD y NSAD, 2008) y Africa (Oyewumi, 2016; Koigi, 2013; WFD y NSAD, 2008; Akach y Morgan, 1999) esta segunda fase se extiende desde mediados de la década de 1980 hasta finales de la década siguiente o se adentra incluso en el siglo XXI. La tercera fase se inicia con la introducción a cada país de la concepción lingüístico-antropológica de la sordera, un cambio de paradigma (Ingram, 2017) que visibiliza y politiza a las comunidades sordas locales (Ladd, 2003). Estas se organizan para reclamar sus derechos sociales, entre los que destacan el reconocimiento de sus lenguas de señas y al acceso de interpretación de calidad en ellas. Tal politización cataliza la profesionalización de los ILS. Aun cuando los desarrollos históricos de cada país3 pueden implicar evoluciones e incluso periodizaciones diferentes, atendiendo referencias internacionales tales como Wheatley y Pabsch, 2012; Costello et al., 2011; WDF y NSAD, 2008; y Timmermanns, 2005. Una cuarta y última fase de este proceso se definiría cuando se ubica el perfil del oficio de ILS en los marcos jurídico-administrativos nacionales, con la consecuente creación de colegiaturas o asociaciones. Según los casos, la colegiatura suele ir acompañada o ser pronto seguida por el establecimiento de programas, permanentes o puntuales, de certificación y de formación de intérpretes (Conker, 2017; Wheatley y Pabsch, 2012). Desde principios del siglo XXI, la agenda de la WASLI ha acelerado este proceso en muchos países, al promover el establecimiento y empoderamiento de comunidades nacionales de ILS y su conexión con redes internacionales, con intensos intercambios y transferencia de conocimientos y experiencias (Costello et al., 2011).
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