Derechos de la población sorda: trabajo y ciudadanía plena

VivianaPor Viviana Burad.

Mendoza, 2013.

Sección: Libros.

 

 

En el siglo pasado la lógica jurídica entendía a las personas sordas en tanto seres incapaces de hecho, es decir, inhabilitados para ejercer por sí mismos sus derechos y sin que se les hubiera reconocido la necesidad humana de desarrollar su autonomía, -esta normativa jurídica que tiene su base en el artículo 54 del Código Civil Argentino, se encuentra actualmente en estudio, pendiente de modificación-. Por esta razón, sus derechos eran ejercidos, no de manera directa, sino solo por medio de sus padres, sus tutores o sus curadores, -en su caso-, mientras que la participación del Estado consistía en otorgar certificados de discapacidad, algunos beneficios como la gratuidad en el transporte y en algunos casos, el otorgamiento de una pensión.

En la actualidad, desde la aprobación de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, en el año 2006, tanto el trabajo como el ejercicio real y efectivo de la ciudadanía plena, -las temáticas en estudio-, deberían adquirir un nuevo estatus. Pero, por un lado, frente al avance teórico de los derechos, las transformaciones producidas en el mundo del trabajo trajeron la llamada precariedad laboral, es decir, la inestabilidad y la flexibilidad en este tipo de relaciones. El mundo del trabajo que posibilitó el acceso a los derechos ciudadanos de los trabajadores en el siglo XX, se desdibujó frente a las consecuencias del proceso de globalización económica. Entonces, de la comparación entre la teoría y la realidad, surge, por lo menos, cierta contradicción. Por otra parte, dentro de este contexto, el ejercicio de una ciudadanía plena ¿solo constituye una meta deseable, esperable, -pero no real y efectiva-, aun frente a instrumentos internacionales que han pretendido consagrar derechos para los sectores más vulnerables de la sociedad entre los que se encuentra la población sorda? Por ello se presenta aquí esta temática en tanto contradicción entre los derechos reconocidos, -la ciudadanía como condición legal-, y el ejercicio de los mismos, -la ciudadanía plena-. Además, la presencia del Estado parecería continuar con políticas sociales que generarían una serie de cuestionamientos acerca de los alcances positivos o no de estas intervenciones.

La ciudadanía se construye socialmente en un espacio de acciones, prácticas e instituciones que integran a los individuos reconociéndolos iguales en tanto seres humanos y a la vez diferentes. Pero, precisamente, la injusticia comienza cuando las diferencias generan desigualdades. Entonces, el ejercicio de los derechos, en especial al trabajo y a una ciudadanía plena, íntimamente relacionados con la educación, ¿reclamaría del Estado y de los particulares un cambio en la comprensión de la situación de las personas sordas, no como sujetos de asistencia, sino en tanto personas con plena capacidad para ejercer sus derechos por sí mismos y para decidir libremente? ¿esto podría lograrse mediante un cambio cultural que reconozca en el Otro sordo su propia alteridad? En este sentido, las temáticas a analizar generan más interrogantes aún. ¿Son abordadas desde la educación del alumnado sordo? ¿Se colocan elementos, teóricos y prácticos, a disposición de la comunidad sorda que le permita profundizar en la construcción de una ética cívica que reconozca los derechos a acceder al mundo del trabajo y al ejercicio de la ciudadanía plena, pero no sólo en su formulación jurídica, sino sobre todo, en la práctica cotidiana? ¿Continua permaneciendo una desventaja social para el colectivo sordo relacionada con la oposición binaria inclusión – exclusión social?

Tal vez valga la pena formular una aclaración y a su vez una distinción. Dentro de la comunidad sorda existen los líderes y coexiste junto a ellos otro grupo mayoritario de sordos en la marginación social, -¿producida por diferentes variables sociales, políticas, económicas, culturales, educativas, jurídicas, que condicionan y cercenan la vida de ese grupo?-. Por ello, en este estudio, en algunos momentos se hará referencia a la situación de la población sorda en general, en otros, a los líderes sordos y a aquellos que han logrado cierto éxito, pero en particular, a ese altísimo porcentaje de personas sordas que probablemente no han podido desarrollar el lenguaje como capacidad biológica en los tiempos adecuados y por ello permanecen atrapados en una red invisible de la que les resulta muy difícil escapar. ¿Esto sería la causa que los retiene en el espacio de la marginación social, laboral, cultural ubicándolos como ciudadanos de segunda categoría, precisamente cuando deberían estar incluidos socialmente? ¿Se estará necesitando una fuerza transformadora, un potencial transformador que permita a esta parte del colectivo sordo desarrollarse en plenitud? Esta fracción, esta gran cantidad de personas que conforman la comunidad sorda, sufre. ¿Se está naturalizando ese sufrimiento? ¿El sufrimiento humano debe ser evitado? ¿Puede evitarse? Esa porción del colectivo a la que se hace referencia, no son los sordos líderes, los dirigentes, los exitosos, los que todo lo entienden, los que todo lo saben, quienes enseñan a los oyentes su lengua, su cultura, su forma de vivir, de entender el mundo, su modo de pensar, aquellos que tienen buenos empleos, incluso algunos pocos con acceso a estudios universitarios, aquellos que producen y comprenden la lengua de señas pura, aquellos que han podido concretar sus pensamientos, sus proyectos, sus deseos.

Los líderes, -o quienes se están formando para serlo-, o los sordos más favorecidos, conforman tan solo un pequeñísimo porcentaje de la comunidad sorda. Aparentemente, un subgrupo coexistente dentro del colectivo sordo, es en el que se observa otra realidad, -¿llamada también injusticia?-, precisamente porque aquello que debería moverse, parece ser lo que no progresa: la inclusión social. Esto no tiene que ver con adoptar posturas paternalistas. Todo lo contrario. Se trataría de empoderar, desde el conocimiento, a ese grupo de personas sordas, -¿quizás marginadas?-, fortaleciéndolos moral y psicológicamente en el desarrollo de sus capacidades adormecidas, -pero no muertas-, y en el despliegue de la autoconfianza y la autoestima positiva para la mejora de su calidad de vida. La responsabilidad y el compromiso social involucran a todos, a todas, a cualquiera, a cada uno, ¿por lo que se observa? ¿por lo que se sabe? ¿por lo que se dice? ¿por lo que se oculta? Esto quizás tenga que ver con los significantes necesidades y urgencias de la comunidad sorda. A raíz de esta investigación, el doctor Carlos Sánchez, -médico pediatra, psiquiatra infantil, pedagogo, experto en lenguaje, sordera, lengua escrita y cultura sorda, nacido en Uruguay con residencia en Venezuela-, fue invitado a participar mediante una entrevista personal realizada de manera virtual, manifestándose abiertamente al respecto.

Por una parte: ¿cómo podría formarse de manera adecuada a una población que como dijimos, en su inmensa mayoría no dispone de las herramientas intelectuales necesarias? … El capitalismo global y las consecuentes políticas neoliberales tienden a desatender a las minorías con necesidades especiales, por razones estrictamente económicas. Pero, a mi entender, el problema está mal planteado. El derecho al trabajo debe ser universal, y todos los ciudadanos deberían tener la oportunidad de ejercer una ciudadanía plena. Ello no obstante, para el caso de los sordos, así como para otras personas hoy llamadas “con discapacidad”, el problema se plantea de manera particular. La población sorda (no se refiere a los líderes sordos y/o a aquellos sordos que han logrado cierto éxito personal), por causa de una educación inadecuada, es en verdad discapacitada en el área del lenguaje y de la inteligencia. Entonces lo que se plantea para esta población es la “acción afirmativa”, es decir, otorgarles condiciones preferenciales para que puedan optar a ocupar puestos de trabajo. Por consiguiente, el problema de fondo no está en el respeto o no del derecho al trabajo y al ejercicio de una ciudadanía plena, sino en corregir los gravísimos errores de la educación, cuyo producto es la formación de ciudadanos “semilingües”, que no poseen una lengua plena que les hubiera permitido acceder al trabajo y desarrollar su pensamiento en mucho mejores condiciones. La población sorda, en su inmensa mayoría verdaderamente discapacitada, por lo que señalamos anteriormente, no está en capacidad de conocer sus derechos a la educación ni de comprender la situación social de su comunidad. Es por esto que los sordos exigen reivindicaciones puntuales, materiales, y disfrutan con la posesión de un “carnet” que los habilita para ejercer derechos que no les corresponderían si la educación no los hiciera discapacitados. La tarea urgente que se plantea en este momento, en términos de un gran desafío, es hacerle llegar a la población sorda, desde la más temprana infancia y durante toda su vida, la información que necesitan para desempeñarse eficazmente en un trabajo y ejercer sus derechos ciudadanos. Para eso habría que reformar radicalmente la educación, formar intérpretes idóneos y dotar a las instituciones correspondientes la capacidad de hablarles a los sordos en su lengua natural (se refiere a la lengua de señas pura). Porque en el momento actual (y prácticamente desde siempre), … nadie les habla en su lengua (se refiere a la lengua de señas pura) ni nadie les habla de cosas importantes. En estas condiciones, ¿cómo podría la población sorda tener conocimientos de cosas que son precisamente las que deberían importarle de manera prioritaria? … Doctor Carlos Sánchez.

Los dichos de este especialista podrían ser tomados como punto de partida para abrir el estudio, el análisis y la discusión. … “ Leer más…Descargar PDF (860 KB)

 

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