Por Yolanda Pérez Hernández, 2009
RESUMEN
El estudio de naturaleza teórico reflexiva aquí presentado tiene como propósito la caracterización de una posición política que reivindique los derechos lingüístico-culturales de los Sordos, en virtud de que tales derechos han sido vulnerados desde hace más de 120 años. La tarea intelectual parte de la consideración del papel crucial de la lengua en la cultura. Asimismo, en el marco de consideraciones político ideológicas, se aborda lo relativo a las lenguas de señas y la cultura Sorda y la vinculación existente entre ellas. La caracterización planteada, se considera indispensable para sumarse a la lucha por la emancipación de este grupo social y, permite señalar, entre otros aspectos importantes, que hablar de cultura Sorda es hablar de la interacción que un grupo humano establece con su entorno de manera visoespacial, interacción que ha sido configurada a partir de las lenguas de señas.
Descriptores: concepciones de la sordera, Lenguas de Señas, cultura Sorda.
Somos pueblos del ojo
George Veditz
Introducción
El estudio de naturaleza teórico reflexiva recogido en las páginas siguientes tiene como propósito la caracterización de una posición política que reivindique los derechos lingüístico-culturales de los Sordos, en virtud de que tales derechos han sido vulnerados desde hace más de 120 años.
Alcanzar el propósito aludido supuso el tratamiento de diversos aspectos. En tal sentido, se emprendió el estudio sobre la base del reconocimiento del papel crucial de la lengua en la cultura. En este marco, se realizó el análisis de cuestiones de poder que niegan que ciertas lenguas sean lenguas y ciertas culturas sean culturas. Dichas consideraciones abonaron el terreno para valorar la noción colonialismo como categoría que permite, por una parte, develar el trasfondo político-ideológico que sostiene las negaciones antes aludidas y, por otra, interpretar, en particular, la situación de aniquilamiento lingüístico y cultural que han sufrido los Sordos. En ese contexto, se revisaron asuntos relativos a la lucha en contra de esas situaciones de injusticia extrema y se abordó lo relativo a ¿qué es cultura Sorda?
Precisamente, del recorrido reflexivo antes mecionado emergió, entonces, la caracterización enunciada como propósito del estudio. El camino trazado, en esta tarea intelectual, se presenta a continuación.
El papel de la lengua en la cultura: consideraciones preliminares
En la intención de sostener con argumentos el papel crucial de la lengua en la cultura, se considera conveniente revisar, dentro de los estudios antropológicos, diferentes teorías sobre cultura en las cuales el lenguaje es asumido como elemento clave. En el arqueo bibliográfico realizado, se encontró adelantada esta labor de análisis en los planteamientos de Duranti (2000). Este autor aborda específicamente seis teorías a saber: (a) cultura como algo distinto a la naturaleza, (b) cultura como conocimiento, (c) cultura como comunicación, (d) cultura como un sistema de mediación, (e) cultura como sistema de prácticas y (f) cultura como un sistema de participación. De seguida, se explicará brevemente cada una de ellas:
Cultura como algo distinto de la naturaleza: Duranti (2000) destaca que una de las visiones más comúnmente aceptadas es que la cultura se aprende y que este aprendizaje, en la mayoría de los casos, ocurre a partir de los intercambios cara a cara que se producen, por supuesto, a través de una comunicación lingüística. El autor destaca que la noción de cultura como algo aprendido ha sido entendida, a veces, por contraposición a “una conducta humana como producto de la naturaleza, esto es, como una dotación que se transmite de generación en generación por medio de principios de la genética” (ob.cit., p.49). A juicio de este autor, tal oposición se sustenta en la dicotomía naturaleza/cultura. Dicha oposición -señala- tiene sus orígenes en el pensamiento alemán, pues aparece por primera vez en los planteamientos de antropólogos como Boas (1911) movidos por las ideas de filosóficas de Kant (1789) y Hegel (1967), entre otros. En efecto, las ideas de Kant relativas a la concepción de la antropología como el estudio de lo que hace un hombre por su libre albedrío, en oposición a las leyes naturales que rigen el comportamiento fisiológico humano sentaron las bases de la referida dicotomía. Duranti (ob. cit) advierte que los autores que suscriben esta teoría de cultura consideran que el lenguaje (entendido aquí como equivalente a lengua) es parte de la cultura.
Cultura como conocimiento: esta teoría está sustentada en una visión cognoscitiva. Duranti (ob. cit) plantea que si se acepta que la cultura se aprende, “entonces una gran parte de ella puede pensarse en términos de conocimiento del mundo” (p.52). Sobre esta base, el autor destaca que pertenecer a una cultura supone no solamente compartir conocimientos referidos a hechos, objetos, lugares y personas, sino también compartir maneras de pensar, formas de comprender el mundo, de interpretarlo. El lenguaje, desde esta perspectiva, es considerado “una importante ventana al universo del pensamiento” (2000:80). En tal sentido, esta concepción reconoce la estrecha relación existente entre el desarrollo del lenguaje y el desarrollo cognoscitivo. Aún más, asume que el lenguaje, en sí mismo, es un tipo de conocimiento y que conocer una lengua es conocer una manera de relacionarse con el mundo.
Cultura como comunicación: Duranti (2000) advierte que ésta es la tendencia semiótica y encuentra sus orígenes en los estudios del antropólogo Lévi-Strauss. En este sentido, entender la cultura como comunicación quiere decir concebirla como un sistema de signos. Los desarrollos posteriores de esta tendencia destacan que el lenguaje es importante, entre otras cosas, porque permite establecer un vínculo entre “pensamiento interno y conducta pública” (p.81).
Cultura como un sistema de mediación: desde esta perspectiva la cultura está conformada tanto por objetos materiales como por objetos ideacionales. El hombre, a través de estos objetos, establece su relación con el mundo. Precisamente, dentro de los ideacionales, se ubican las lenguas. En esta perspectiva teoría, a juicio de Duranti, (ob. cit) la importancia del lenguaje está dada en tanto:
es una herramienta prototípica para la interacción con el mundo y hablar es la acción de mediación prototípica. El control sobre los medios lingüísticos suele traducirse en control sobre nuestras relaciones con el mundo, al igual que la aceptación de las formas lingüísticas y las normas para su uso nos obligan a aceptar y reproducir ciertas formas de ser en el mundo (p.81).
Cultura como un sistema de prácticas: Duranti (ob. cit) comenta siguiendo a Sarup (1989) que esta corriente tiene sus orígenes en el postestructuralismo surgido a finales de la década de los 60 e inicio de los 70. Este movimiento, impulsado a partir de las ideas de Lacan, Foucault y Derrida, se vio altamente influenciado por el pensamiento filosófico de Heidegger desarrollado en los años 20, el cual, en el ámbito de las ciencias sociales, supuso “el abandono de las oposiciones binarias y del conocimiento proposicional”(Duranti, ob. cit:73). Duranti apunta que autores como Bourdieu (1991) señalan que la cultura:
existe por medio de una práctica rutinizada que incluye las condiciones materiales (y físicas), así como la experiencia de los actores sociales cuando usan sus cuerpos dentro de un espacio familiar (Duranti, ob. cit:75).
Tal planteamiento, en el marco de la teoría práctica, rompe con la perspectiva binaria que concibe a la cultura bien como exterior al individuo o bien como interior a éste. En ese contexto, Duranti acota que, en palabras de Bourdieu,
una lengua es en sí misma un conjunto de prácticas que integran no sólo un sistema particular de palabras y reglas gramaticales, sino también una, a menudo, olvidada o soterrada lucha por ostentar el poder simbólico de una específica modalidad de comunicación, con sus propios sistemas clasificatorios, formas de referencia y tratamiento, léxicos especializados y metáforas (Bourdieu, 1982:31 citado por Duranti, ob. cit:75)
Cultura como un sistema de participación: esta perspectiva teórica está íntimamente vinculada con la noción de cultura como sistema de prácticas y se fundamenta en la idea de que el lenguaje es “de naturaleza inherentemente social, colectiva y participativa” (Duranti, ob. cit.:76). En este sentido, Duranti destaca que desde esta visión usar una lengua quiere decir participar de manera interactiva con el mundo circundante, esto es, conectarse con ese mundo. Así, el autor señala que quienes suscriben esta teoría plantean que el uso de una lengua es lo que permite a una persona ser miembro de una comunidad de ideas y prácticas.
A partir del esbozo de las teorías sobre cultura que realiza Duranti (ob. cit) y que se acaba de presentar aquí, es posible advertir que en cada una de ellas se destaca el papel fundamental que desempeña el lenguaje y, más específicamente, la lengua en la cultura. Ello permite afirmar, entre otras cosas, que la existencia de una lengua supone la existencia de una cultura y que la lengua y la cultura existen en tanto han sido creadas por el hombre en interacción con su entorno. El sello indeleble de lo humano es lo que les da vida. Son términos correlativos, la cultura se hace en /con la lengua y viceversa.
Ciertas lenguas no son lenguas y ciertas culturas no son culturas: cuestiones de poder
Las afirmaciones anteriores, tan obvias a todas luces, en algunas oportunidades, se han puesto en entredicho. Es decir, se ha puesto en duda que ciertas lenguas sean lenguas y que ciertas culturas sean culturas. En consecuencia, en esos casos, se ha aniquilado la relación entre lengua y cultura.
Ante la perplejidad que ocasionan las dudas arriba planteadas, cabe preguntarse: ¿se sospecha acaso de la humanidad, de los grupos humanos creadores de esas lenguas y culturas? ¿En cuáles grupos humanos las afirmaciones en cuestión no tienen validez? ¿Qué es lo que caracteriza a estas comunidades, sus lenguas y sus culturas para considerarlas excepciones ? ¿Qué es lo que hace que esas lenguas, a juicio de algunos, no formen parte de una cultura?
La propia irrupción de estas preguntas deriva en la posibilidad de replantearlas al percibirse un trasfondo que reclama ser develado. En tal sentido, la reorientación indagatoria obliga a poner el acento ya no en los seres cuestionados, sino en quienes los cuestionan. Desde esta perspectiva, las nuevas preguntas serían: ¿quiénes dudan de la naturaleza humana de los creadores de esas lenguas y culturas? ¿Quiénes califican a esas lenguas y culturas como sospechosas? ¿Quiénes tienen la potestad de decir que ésta es una lengua y ésta no o que ésta es una cultura y ésta no?
En todos los casos, la identificación de ese ¿quiénes? señala sujetos o instituciones que detentan poder y que suponen la supremacía de unos grupos sociales frente a otros. Tal supremacía absolutamente creada ha sido construida sobre la base de argumentos étnicos, religiosos, físicos, fisiológicos, entre otros. Sin embargo, el móvil económico, es decir, el interés mercantilista pareciera encontrarse como plataforma común. En este marco, los otros han sido marginados, descalificados, desconocidos, en fin, se les ha puesto en duda su humanidad y todo lo que de esta naturaleza se deriva. Precisamente, en este contexto de dominación, los que detentan el poder controlan la posibilidad de declarar bajo sospecha lo que sea, incluso, aquello que implique dudar de la esencia humana de hombres y mujeres que crearon otras lenguas y pertenecen a otras culturas.
Colonialismo: una categoría para interpretar el aniquilamiento lingüístico y cultural sufrido por los Sordos
La historia de la humanidad está plagada de evidencias de la acción dominadora utilizada en contra de pueblos aborígenes de América, Australia y África. Si bien la noción de colonialismo ha permitido explicar y asumir una posición política en relación con la situación de injusticia extrema y aniquilamiento lingüístico y cultural en los casos referidos, en la actualidad, activistas del movimiento Sordo mundial han impulsado una fuerte tendencia que sostiene que dicha noción igualmente permite analizar el caso particular de los Sordos e interpretarlo políticamente. En este sentido, el Dr. Paddy Ladd, Sordo miembro del Centro de Estudios para Sordos de la Universidad de Bristol, señala que la
sistemática opresión de los niños Sordos y las comunidades Sordas, durante los últimos 120 años puede ser mejor descrita como colonización. Esto es, la supresión de lenguas y culturas de los grupos colonizados y su sustitución por las lenguas y culturas de los grupos colonizadores. La responsabilidad de la tarea de administrar a estos ‘nativos’ es asignada por los ministerios del gobierno a selectos grupos de profesionales a quienes yo describo como ‘los colonizadores’. (Ladd, 2003 citado en Ladd 2005: 6)
Ladd (2005) en ese contexto, identifica a la concepción oralista como la responsable de tal proceso colonizador. En esa concepción, los Sordos son entendidos como sujetos patológicos a quienes es preciso curar a partir de terapias articulatorias para enseñarles a hablar. Esta concepción de la sordera cobra fuerza a partir de las disposiciones emanadas del Congreso de Milán, celebrado en 1880, y se mantuvo hegemónica durante casi todo el siglo XX. Los abanderados de tal concepción terapéutica se han encargado no sólo de negar que las lenguas de señas, es decir las lenguas visoespaciales de las comunidades de Sordos, sean lenguas, sino además las han proscrito de las instituciones educativas para Sordos. Esta negativa supone castrar en estos sujetos el desarrollo del lenguaje y el acceso a su cultura con todo lo que ello implica integralmente para un ser humano.
Ladd (2005) destaca que estos 125 años dan cuenta del fracaso de la tarea oralizadora y denuncia que, a pesar de ello, en la actualidad han surgido tres corrientes neo-colonialistas: (a) la tendencia integradora de las escuelas de sordos, (b) los implantes cocleares y (c) la ingeniería genética. El análisis que realiza Ladd sobre los efectos derivados de las acciones previstas en estas corrientes le permite calificarlas según lo tipificado por la ONU como prácticas genocidas.
Las investigaciones de Stokoe y la lucha contra el colonialismo oralista: Las lenguas de señas son lenguas
Las investigaciones de Stokoe, desarrolladas a mediados del siglo XX, constituyen un hito en la lucha para combatir el colonialismo oralista. La siguiente cita da cuenta de la génesis de los trabajos de este lingüista:
…fue todo esto, por supuesto, (refiriéndose a las ideas de Smith y Trager) lo que formaba mi pensamiento ya desde 1957. Había aprendido de Smith y Trager que el sistema usado por los miembros de una cultura para desarrollar todas las actividades de esa cultura era una lengua. Yo había ingresado a una comunidad en la que los sordos se comunicaban unos con otros de una manera rápida y aparentemente bastante satisfactoria sin que tuvieran la necesidad de hablar o escuchar: tenían una cultura propia.
Claro está que, al definir la lengua como basada culturalmente, Trager había dicho que era un sistema de símbolos vocales. Así es para la gran mayoría, pero ya desde ese verano comencé a desarrollar el argumento de que (a) los sordos que están en compañía unos con otros comparten una cultura; (b) dicha cultura difiere de la cultura norteamericana estándar (o de cualquiera de sus variantes) debido a una diferencia radical en sus fundamentos fisiológicos; y (c) por lo tanto, el sistema de símbolos gestuales, no vocales, utilizado por los sordos es por definición una lengua. Era la ceguera a la cultura como concepto y una imposibilidad de ver diferencias culturales como algo diferente a deficiencias lo que hacía que los formados en fonoaudiología, los que más íntimamente estaban asociados con los sordos, los que “educaban” a los sordos fueran incapaces de ver lo que eran tan claro para cualquiera que estuviera familiarizado con el pensamiento antropológico de Trager y Smith”. (Stokoe carta del autor, 27 Julio 1991, en Maher 1996: 59-60.)
Stokoe realizó en 1960 un estudio sobre la Lengua de Señas Americana. En dicho estudio se reconoce ese sistema de comunicación como una lengua natural al revelar que las señas podían ser descompuestas en unidades menores que distinguían significado. No obstante, los hallazgos de Stokoe no fueron inicialmente tomados en cuenta no sólo por la comunidad científica, sino también por la propia comunidad de Sordos de los Estados Unidos. Tal reacción se debió a la mirada desconfiada de los Sordos al provenir dichos hallazgos de un miembro de la comunidad de oyentes. Al respecto, Oviedo (2006a) destaca:
había en ello no sólo prejuicio, sino también miedo y desconfianza. Stokoe era oyente, y de los oyentes no habían recibido los Sordos, por mucho tiempo, otra cosa que daños y rechazo. Los Sordos se habían refugiado en su lengua de señas para resguardarse de la agresión cotidiana de los oyentes y no podían aceptar que viniera entonces un oyente a explicar qué era esa lengua, que la comparaba con las que hablaban los oyentes”. (p. 2-3)
Sin embargo, tales escollos, años después, fueron superados con la publicación, en 1965, del primer diccionario de la Lengua de Señas Americana que Stokoe realiza conjuntamente con dos sordos: Casterline y Croneberg. Maher (1996) informa que Carl Croneberg, nacido en Suecia en 1930, había perdido la audición a los doce años y que Dorothy Sueoka Casterline tampoco había nacido sorda, sino que perdió la audición a la edad de trece años, cuando estaba en Séptimo Grado. El trabajo de ambos, entre otras cosas, fue facilitar el acceso de Stokoe a otros Sordos señantes de diferentes edades, algo importante para la validez de un estudio.
Oviedo (2006a), al valorar el trabajo del diccionario, apunta tres aspectos. El primero de ellos es que el diccionario constituyó la evidencia de la solidez del modelo teórico propuesto por Stokoe (1960) al ponerlo en práctica en la acuciosa descripción que realiza en la referida obra. El segundo es que fue allí, donde se acuñó la denominación American Sign Language (ASL) para designar a la lengua de los Sordos de Estados Unidos. Y el tercero es el hecho de que dos de los tres autores fueron Sordos.
Las investigaciones iniciadas por Stokoe hicieron posible otros desarrollos en la lingüística de las lenguas de señas. Tales desarrollos pusieron en evidencia, en las lenguas visoespaciales estudiadas, otros rasgos considerados indispensables para atribuirles el estatus de lenguas naturales.
Hoy en día hay, más de 90 lenguas de señas descritas en el mundo y la preocupación que intentaba demostrar el estatus de lengua de las mismas pareciera estar siendo superada. Es así como las investigaciones que se realizan en la actualidad, en el ámbito de la lingüística de las lenguas de señas, se interesan, cada vez más, por la indagación de las particularidades de estas lenguas en tanto visoespaciales.
Es indudable que los hallazgos de los estudios de Stokoe, desarrollados desde 1960 y aceptados a partir de 1965, se sumaron al terreno abonado por diversas ciencias sociales y humanas que habían aportado, de manera coherente, planteamientos que constituyeron una sólida e imbricada red epistémica y ontológica. Esta red permitió acabar con la hegemonía de la concepción oralista imperante, aunque no erradicar su poderío.
En efecto, el engranaje aludido hizo posible el surgimiento de una nueva concepción del Sordo que ha sido registrada en la bibliografía desde mediados de los años ochenta como socio-antropológica. En dicha concepción, el Sordo es entendido como un ser sociolingüístico diferente (Massone, Skliar y Veinberg, 1995). En este sentido, Skliar (2001) destaca el valor de la noción de diferencia al analizar la situación cultural, social y lingüística de los Sordos. En la actualidad, en virtud del peso específico que en esta visión del Sordo ocupa la relación lengua-cultura, algunos investigadores como Oviedo (2006b) prefieren rebautizarla como concepción lingüístico-cultural con la intención de afinar la denominación inicial. En todo caso, la esencia de esta concepción descansa en una tríada conformada por nociones fundamentales inherentes a los seres humanos: diferencia, lengua y cultura.
El Sordo, así entendido, es escrito con S mayúscula por los autores (entre ellos Ladd, 2005; Oviedo, 2006b; Aldrete, 2008; Morales, 2008; Pérez, 2008) que avalan esta nueva visión para, de esta manera, marcar la distinción con el término sordo escrito con s minúscula que alude directamente al sujeto con pérdida auditiva. Por tal razón, en el presente trabajo se asumieron estas convenciones incluso desde los apartados anteriores a esta explicación.
En definitiva, en el marco de la concepción lingüístico-cultural, es en donde se gestan los esfuerzos para asumir una posición política y luchar contra el colonialismo oralista. Precisamente, sobre esta base, y siguiendo la idea acerca del papel crucial de la lengua en la cultura que ha sido y seguirá siendo el hilo conductor de todos los argumentos presentados en este estudio y, especialmente, partiendo de la afirmación de que si existe una lengua existe una cultura, no queda más que traer a colación lo concerniente a la cultura Sorda.
Entonces: ¿qué es la cultura Sorda?
Pioneros en los estudios sobre este tema son, entre otros, Patterson (1983), Lane (1984), Erting (1985), Oliver Sacks (1988), Padden y Humphries (1988). Estos primeros trabajos son, más bien, de carácter descriptivo y abordan lo relativo a creaciones estéticas y al quehacer diario de estos colectivos desde una perspectiva antropológica. Posteriormente, se desarrollan trabajos teóricos como los de Fridman (1999), Ladd (2003), Oviedo (2006b), en los cuales la opresión a las comunidades Sordas es explicada estableciendo similitudes con la sufrida por los pueblos no europeos a partir de la colonización. Precisamente, coinciden con en esta visión los argumentos desarrollados en este apartado. Tal visión, indudablemente, apunta a que la respuesta que se busque en relación con lo que es cultura Sorda se encuentra en los propios Sordos. Sería imposible pretender contestarla sin recurrir a ellos. Este hecho convoca a la reflexión y, con ella, a reformular la interrogante por la siguiente: ¿a qué se refieren los Sordos cuando hablan de cultura Sorda?
Ladd (2005) hace varios planteamientos que dejan en claro que, cuando los Sordos hablan de cultura Sorda, se refieren a:
una concepción del Sordo construida sobre la base de la diferencia: somos diferentes porque pensamos visualmente, y pensamos en las gramáticas de nuestras propias lenguas. Acostumbramos a decir – ‘como una raza distinta’, o ‘un grupo étnico diferente’. La verdad es más simple. Para citar a un gran maestro y líder Sordo de hace un siglo, George Veditz, somos pueblos del ojo. Somos personas con lenguas distintas a las de ustedes, y debido a eso – al igual que en cada uno de sus países piensan ustedes de un modo distinto a otros países – nosotros pensamos de modo distinto. (2005:10)
Culturas colectivistas. Ladd (ob. cit.) destaca referirse a esta noción tal como la define Mindess (2000), es decir, culturas en las cuales los valores se construyen sobre la base de lo que beneficia al grupo.
Una visión de sí mismos entendida como una nación global.
Normas, creencias, valores y prácticas compartidas.
Manifestaciones artísticas diversas en el área de la plástica, la literatura, la danza, el cine, entre otras.
Logros en variadas disciplinas deportivas.
Desarrollos en el ámbito profesional.
Historias de Sordos destacados ya desaparecidos a quienes denominan ancestros y son considerados líderes.
Logros que sobrepasan las comunidades de Sordos y benefician a otros seres humanos, pues las lenguas de señas han ayudado a rescatar la importancia del contacto con el cuerpo.
Dolor y rabia profundos por lo que el oralismo ha hecho con ellos y sus familiares al proscribir sus lenguas y sus culturas.
Hablar de cultura Sorda es hablar, entonces, de la relación que un grupo humano establece con su entorno de manera visoespacial, relación que ha sido configurada a partir de las lenguas de señas. Erting (1985) y Oliver Sacks (1988) coinciden en destacar que la experiencia visual de los Sordos es lo que los define como grupo. De allí, que esa experiencia visual sea fundamental en la noción de cultura Sorda.
Una mirada al punto de partida para cerrar, de momento
El análisis hasta aquí adelantado permite enarbolar una posición centrada en lo siguiente: (a) el papel crucial de la lengua en la cultura, (b) la denuncia de procesos colonizadores como responsables de aniquilamientos de lenguas y culturas y (c) la reivindicación de los derechos lingüístico-culturales de todo grupo humano.
En este marco, al analizar el caso particular de los Sordos y lo relativo a la lengua de señas y la cultura Sorda, se defiende una posición política que:
Valora el constructo colonialismo como una categoría no despreciable en la interpretación de la realidad vivida por los Sordos en el mundo a lo largo de la historia.
Señala como responsable de tal proceso colonizador a la concepción oralista que entiende la sordera como una patología y al Sordo como un enfermo.
Destaca, como un hito en la lucha para combatir el colonialismo oralista, los hallazgos de los estudios de Stokoe, desarrollados a mediados del siglo XX en relación a la Lengua de Señas Americana dado que pusieron en evidencia que ese sistema de comunicación era una lengua natural.
Advierte que tales hallazgos y los aportes de diversas ciencias sociales y humanas constituyeron una sólida e imbricada red epistémica y ontológica que hizo posible, a mediados de los años ochenta, el surgimiento de la concepción socioantropológica o lingüístico-cultural de la sordera en la cual el Sordo es entendido como un ser sociolingüístico diferente.
Destaca que la esencia de esta concepción descansa en una tríada conformada por nociones fundamentales inherentes a los seres humanos: diferencia, lengua y cultura.
Aclara que en el marco de esta nueva concepción es donde se gestan los esfuerzos para abolir el colonialismo oralista.
La defensa de los planteamientos precedentes finalmente, permite señalar que al hablar de las lenguas de señas en general o de una lengua de señas cualquiera, se estará hablando de la cultura Sorda. Pero, además, al hablar de una lengua de señas en particular, se está hablando de una cultura Sorda en particular.
La posición política antes caracterizada se considera indispensable para sumarse a la lucha por la emancipación lingüístico-cultural de los Sordos del mundo.
REFERENCIAS
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Este texto apareció originalmente como Pérez Hernández, Yolanda (2009). Caracterización de una Posición Política que Reivindique los Derechos Lingüísticos Culturales de los Sordos. Dialógica, 6 (2), 39-49. Se reproduce con la autorización de la autora.
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