El Intérprete… ¿Una extensión del Sordo?

alexbarretoPor Alex G. Barreto (abarretoz@gmail.comhttp://alexelinterprete.blogspot.com)

Bogotá, 2008.

Sección: Artículos, interpretación.

 

 

¿Cómo nos definimos los intérpretes? ¿Como «ayudadores»? ¿»facilitadores»? ¿»mediadores»? Es una ofensa para mis compañeros intérpretes hacer estas preguntas a estas alturas, pero detengámonos un momento en una de las acepciones más usuales: Somos mediadores… servimos de medio, y en términos estrictos podríamos decir que en el ejercicio de nuestra labor, somos un medio. Por supuesto, todo depende del significado que le atribuyamos al término medio. La acepción que utilicemos estará muy relacionada con el concepto o imaginario que tengamos de nosotros mismos. Con seguridad cuando mencionamos dicha palabra a alguien podría venírsele a la mente la imagen de una maquina traductora: un medio, una herramienta de comunicación como la imagen[1] de arriba. Otro quizá piense en “medio” más como la actividad o rol que puede ejercer cualquier ser humano: la mediación… actividad que necesariamente no tiene que ver con objetos sino con personas.

Pienso que la discusión sobre el quehacer, el rol, la función, y la naturaleza socio-cultural de la interpretación en lengua de señas, no puede reducirse a asuntos lingüísticos, a discursos morales ni a disquisiciones técnicas. Por supuesto, dichas temáticas son inherentes a la profesión en cuestión, no obstante, las dinámicas de las sociedades contemporáneas exigen reflexiones desde puntos de vista más amplios que aborden los cuestionamientos desde la interculturalidad. No creo que ya se haya dicho todo al respecto. Lo que pretendo es enriquecer la discusión ampliando la noción del intérprete como “medio” desde otra perspectiva mediante esta reflexión.

A mediados del año 2005, se realizó una capacitación para intérpretes de lengua de señas de Colombia organizada por FENASCOL (Federación Nacional de Sordos de Colombia) donde se invito como instructora a Adele Routliff (Canadá). La intérprete hizo una exposición muy interesante basada en un apartado del So you want to be an interpreter? (Humprey & Alcorn, 2001) sobre el desarrollo de la interpretación en lengua de señas, explicando las concepciones que se han presentado en Norteamérica a través del tiempo, algo así como la «evolución del intérprete canadiense». En aquella ocasión Adele mencionaba que los intérpretes habían pasado por una especie de lo que yo dominaría «Eras»:

Era Intérprete «Ayudador»

Era Intérprete «Maquina de traducir»

Era Intérprete «bilingüe-bicultural»

Recordé esta experiencia, pues en estos días tuve la oportunidad de leer una obra biográfica e introductoria de un pensador mediático ya fallecido: Se trata de Marshal McLhuan. La idea que presenta este autor en sus libros es que los medios[2] son extensiones del cuerpo del individuo.

Si decimos que el intérprete es un medio (recuerden «mediadores») Desde la perspectiva mediática de McLuhan podríamos plantearnos las siguientes preguntas:
1) ¿Es el intérprete hasta cierto punto una extensión del Sordo en el ejercicio de su quehacer? y

2) La perspectiva de medio ¿Refuerza la noción de «Intérprete Ayudador», «Interprete Maquina» o la de «Interprete bilingüe-bicultural»?

Por supuesto, todo depende de lo que signifique «medio», y de lo que para nosotros sea intérprete ayudador, máquina o uno bilingüe-bicultural. Para empezar, hablemos un poco de quién fue Marshal MacLuhan y de cuál fue su teoría con respecto a los medios a grosso modo, siguiendo de cerca el libro McLuhan para Principiantes (Gordon & Willmarth, 2001)

Marshall McLuhan (1911 – 1980) nació en Edmonton (Canadá) recibió grado de bachiller en artes (Letras) en 1933 y de Máster en Artes en 1934 en la Universidad de Manitoba. En 1936 se graduó de literatura inglesa de la Universidad de Cambrige, Inglaterra. Las enseñanzas que recibió durante sus años en Cambrige constituyen la base de sus posteriores estudios sobre los medios. (ibid.)

El pensamiento de McLuhan que está enmarcado en lo que se conoce como «determinismo tecnológico» comienza con dos premisas:
1) «Somos lo que vemos»

2) «Formamos nuestras herramientas, y luego estás nos transforman»
Además, a estas afirmaciones pudiéramos agregar el emblemático principio que sintetizaba su teoría de la comunicación:

3) «El medio es el mensaje»
Por supuesto, para abarcar enteramente su punto de vista nos demoraríamos un buen número de páginas, pues para empezar -según él- no tenía ningún punto de vista. Su teoría era la siguiente: No tener teoría. Estaba en oposición a la linealidad del pensamiento que sobrevino como consecuencia de la escritura, para entenderlo mejor, McLuhan pensaba que para acercarnos a sus escritos debíamos hacerlo como quien está entrando a una tina de baño: No importa por cual lado lo haga, igual se va a sumergir. (ibid.) Por supuesto nadie le creía eso y recibió duras críticas por su posición y sus afirmaciones, algunas de las más ácidas por parte de sus contemporáneos académicos que lo consideraron poco o de ningún modo riguroso. Pero ¿Qué es «medio» para McLuhan entonces? No es sencillamente un televisor o un celular. Es más que eso, es un dispositivo que tiene el poder de modificar el curso y funcionamiento de las relaciones y actividades humanas. Los medios transforman a quienes los utilizan, sea para bien o para mal. Y ¿Qué es el «mensaje»? para McLuhan, el mensaje no es el contenido, sino la transformación que produce un medio en particular.
Un punto de vista poco común, ¿No? Si les parece inverosímil su forma de definir (o mejor dicho, re-definir) «medio» y «mensaje» vean los siguientes ejemplos cuando analiza los medios como extensiones del cuerpo:
¿La Ciudad? … Una extensión colectiva de nuestra piel
¿Armas?… Extensión de las manos uñas y dientes
¿La ropa? … una extensión individual de la piel
¿La casa? … Una extensión de los mecanismos de control de temperatura del cuerpo.
¿La bicicleta? … Una extensión del pie humano
¿Zapatos? … Una extensión de los cayos de los pies
¿La computadora? … Una extensión del sistema nervioso central.

Y así sucesivamente.

Hasta aquí, cuando hablamos de medios, hablamos de cosas. ¿Y el intérprete de lengua de señas? No conozco ningún escrito de McLuhan en donde se haya referido al tema, ni siquiera donde haya sugerido a las personas como medios, aunque es curioso que un capítulo de su obra Comprender los medios Comunicación este titulado «los medios como traductores». Por supuesto, querer hacer el empalme entre la concepción de medio de McLuhan y un intérprete, es osado, pues dicho autor nunca (creo) considero la posibilidad de un medio «vivo» con subjetividad propia, es decir, él no se podría haber imaginado un martillo con conciencia o un computador dotado de inteligencia artificial… pero ¿no es verdad que la idea de un intérprete-medio como extensión del cuerpo del sordo suena interesante por lo menos para considerarla? Sobre todo por el sinnúmero de implicaciones y debates que se pudieran generar al respecto.

Para adentrarnos un poco más en el pensamiento mcluhaniano en relación con la naturaleza social de la interpretación, sería bueno presentar otro aspecto de su teoría: las Tétradas Mediáticas las cuales propuso en su Laws of media: the New Science (1988)

Un medio…

Extiende Hace Obsoleto Revierte Recupera

 

Por ejemplo, un carro es un medio que…

Extiende.

el pie humano y la espalda

Hace Obsoleto:

La carroza y el triciclo

Revierte:

Inmovilidad en un atasco de carros

Recupera

Canoa, el Caballo

 

 

El Vino es un medio que…

Extiende.

un jugo de uva por la fermentación

Hace Obsoleto:

los sabores comunes

Revierte:

en vinagre

Recupera

una observancia ritual

 

La Internet es un medio que…

Extiende.

el acceso a la información y comunicación

Hace Obsoleto:

El cartero, las revistas pornográficas, los teléfonos

Revierte:

En Individualismo[3]

Recupera

El acto habla a diferencia de la escritura

 

¿Y El Intérprete? podría ser un medio que…

Extiende.

La lengua de señas

 

Hace Obsoleto:

El oralismo (implante coclear, verbotonal, lectura labio-facial, audífono etc.)

Revierte:

la dependencia (Sordo-Intérprete) e (Intérprete -Sordo)

Recupera

Al Sordo como integrante de un pueblo lingüísticamente minoritario, que necesita mediación

 

Hasta el momento pude haberme equivocado en varias cosas (igual si tienen una interpretación mejor les agradecería que me la hicieran saber) Como lo expuse al principio, me gustaría resaltar las connotaciones que podemos sugerir de la primera de las tétradas mediáticas mcluhanianas:

«El intérprete es una extensión de la lengua de señas del Sordo»

Por ejemplo,

 

El intérprete es una parte del sordo

El intérprete y el sordo son uno solo

El sordo es un parte del intérprete,

O que les parece,

El intérprete es una máquina que el sordo utiliza para comunicarse a $250 (USD $0,12) el minuto… (En mi país, una hora de servicio de interpretación en lengua de señas es pagada entre USD$2,50 y USD$10)

Entonces para divertirme un poco (oigan, no se lo tomen muy en serio) abordaré este capcioso asunto: El intérprete como una extensión del cuerpo del sordo desde un enfoque mediático.

Siendo así, tenemos dos opciones:
1) Podemos considerar absurdo el punto de vista de McLuhan, y nuestra respectiva interpretación por x razones. Punto. Ahí se acabaría todo.

2) O bien, podríamos considerar dicha interpretación de la teoría de la comunicación desde dos perspectivas, que me atreveré a calificarlas como:

  1. a) Perspectiva Taylorista
  2. b) Perspectiva emancipatoria

Perspectiva Taylorista

Dicho de otro modo, el «Intérprete Maquina» (técnico, ejecutor, empleado, contratista, obrero, volea-mano, taxímetro, objeto, mascota, todero, trapero… en fin, con los matices que pretendan llamarlo o disfrazarlo). Escogí el término «Taylorista» porque me pareció apropiado ligar la concepción de «Intérprete Maquina» con dicha corriente típica de la modernidad.

Frederick Taylor (1856 -1915) fue un Ingeniero, mecanicista y economista que hizo estudios sobre la eficiencia y los modelos de producción de los obreros estadounidenses en sus empresas, para Taylor los obreros prácticamente no eran personas sino piezas de una gran máquina que era la Industria, por lo cual, para que esa gran máquina funcionara óptimamente, debía tener todas sus «piezas-empleados» sincronizadas y aprovechar al máximo los recursos para obtener el máximo de eficiencia y eficacia, por tal razón hizo análisis de cosas como el tiempo (cronometrado) que demoraba cada movimiento del empleado al ejecutar su trabajo, el número de pasos repetitivos que se necesitaban para construir determinado objeto en una secuencia de empleados, los movimientos innecesarios que desperdiciaban energía etc. Ilustra perfectamente el pensamiento de este tiempo, la película de Charles Chaplin titulada Tiempos Modernos.

Básicamente, el intérprete como medio o como extensión del sordo desde este enfoque tiene connotaciones negativas para el ejercicio de nuestra labor como personas. Se constituiría en lo que se me ocurre llamar «la deshumanización del intérprete«… los intérpretes no tienen que tener emociones, ni sentimientos, ni pareceres, deben neutralizar su acento y sus características propias para no afectar la interpretación, los intérpretes no pueden ni tienen que sentir nada cuando realizan su trabajo, es más, como nos ha enseñado el intérprete es y debe ser invisible, pensamiento que llevado a grados extremos nos es sino otra forma de intentar negar o desaparecer su propia subjetividad (lo cual es imposible)[4].

Tal reducción, pervive y se traduce en la mentalidad de algunas personas sordas, oyentes y entidades que sienten que los intérpretes les pertenecen en las horas que están contratados, que son sus objetos de posesión, que dichos personajes llegan a ser entendidos (o ¿deseados?) como un dispositivo al cual se le introduce una información y la transforma en otra cosa, por lo tanto deben ser predecibles y precisos como una función matemática: f (x) = y donde «f» es el Intérprete «x» un término de la lengua origen y «y» uno de la lengua destino. Han pensado e imaginado a los intérpretes como un poco más que una herramienta para la comunicación, una especie sofisticada de teléfonos o simplemente como diría McLuhan… una extensión de sus cuerpos.

El asunto se puede intentar explicar desde las leyes que rigen a los medios, las «tétradas mediáticas» de McLuhan que les presenté unos párrafos arriba. Desde este enfoque, un medio puede «revertir» su función original. Por ejemplo, una mesa es una extensión de la capacidad de seleccionar y ordenar los alimentos cuando los vamos a consumir, pero si una mesa es descomunalmente larga, dejaría de cumplir su objetivo principal y se convertiría en lugar de un elemento facilitador, en un estorbo para comer. Pensemos cómo se convertiría una operación sencilla como pasarse la sal, en toda una odisea. Ahí es donde vemos claramente cómo -óigase bien- los medios transforman a sus usuarios. En este caso, entre las cosas que pudieran suceder estaría el que se destruyera el hábito de comer en la mesa.

Pero bueno, para no desviarnos del tema, podríamos preguntar: ¿Por qué revierten los medios? Sucede cuando un medio o tecnología es llevado al límite o es sobre-extendido. Queda claro como la mesa se está sobre-extendiendo. Ahora bien, sería interesante intentar acercarnos a la problemática del intérprete-maquina enfocándolo como un medio que puede revertir su función por su sobre-extensión.

¿Por qué los intérpretes de lengua de señas podrían ser considerados como máquinas de la traducción? La pregunta es espinosa, pues hay muchas variables que analizar que van desde las características personales de los mismos intérpretes, las personas sordas y oyentes que hunden sus raíces en los contextos sociales, temporales y culturales de nuestra región hasta los modelos políticos y económicos en los cuales desarrollamos nuestra actividad… la problemática es grande. Cometería una gran imprudencia si no menciono que no sólo los intérpretes de lengua de señas sino todo empleado dentro del marco de la modernidad es considerado virtualmente una “maquina” o “pieza” en el ejercicio de sus funciones, es una idea que ya han trabajado de forma extensa sociólogos y filósofos como Nikolas Rose, Guilles Deleuze y Karl Marx entre otros. Me conformo pues, con centrarme sin desconocer lo anterior en la relación Sordo – Intérprete.

Pensemos lo siguiente, si decimos que el intérprete es una extensión de la lengua de señas del Sordo. Entonces, al ser una extensión de esta naturaleza, el intérprete llega a ser un dispositivo generador de cierta independencia. ¿Por qué independencia? Bueno, todos nosotros sabemos que inherentemente a nuestro servicio como dice Umberto Eco en el Decir casi los mismo (2008:31) «existen factores deontológicos que nadie puede discutir, ni siquiera una teoría deconstructivista de la traducción». De esta forma, la persona Sorda sabe, razonablemente, que tiene el control de la situación. Puede callar, puede optar por responder, por insultar, por mentir etc. y sabe que puede hacer todo esto porque no tiene que rendirle cuentas a otro presente que funcione como una conciencia (en este caso el intérprete) y además tiene la garantía que el intérprete dirá todo tal cual es su función (recuerden, f(x) = y)

En el momento de la interacción comunicativa, podemos deducir que el intérprete no es alguien que debería estar ahí para juzgarlo, es un medio, en ese momento es una extensión de él… una prótesis, un órgano, una extremidad que está bajo su control. Hasta ahí todo bien, aunque pudiera sonar algo estridente para algunos compañeros lo que estoy escribiendo, pero creo que no he dicho nada fuera de lo común, todos lo sabemos y de cierto modo lo aceptamos, la diferencia pudiera radicar en que llamemos a los procesos con otros eufemismos.

El punto interesante sería ¿Cuando empieza la función del intérprete a revertirse? habíamos dicho que la reversión de un medio sucede cuando se lleva al límite ese medio o se sobre-extiende. Entonces la pregunta concretamente sería ¿En qué momento se lleva al límite o se sobre-extiende el intérprete-medio?

Debo admitir que desde aquí, debemos empezar a tomar precaución de la Teoría Mcluhaniana, o dicho de otra forma, hemos llegado a sus difusas fronteras, lo que nos obliga a abandonar relativamente el esquema conceptual mediático que nos amparaba para arriesgarnos haciendo un triple salto mortal hacia el vacio de las interpretaciones personales. Además, admito también que el pensamiento Mcluhaniano es denso, si bien no extenso pero bastante denso[5]. Lo que he investigado no ha sido lo suficiente como para llenarme de argumentos y fortalecer mi tesis… además, tampoco esta reflexión pretende eso (por ahora).

De aquí en adelante más que respuestas tengo muchas preguntas y trataré de abordarlas desde lo que he construido en mi experiencia y parcialmente con lo que he dicho hasta ahora…

Lo expongo concretamente:

El intérprete revierte su función, precisamente al ser tratado como un objeto, desde una perspectiva taylorista como extensión del Sordo… una perspectiva de su sobre-extensión como medio.

Lo que sucede es que aunque coincidan sus funciones a las de Babel Fish, una maquina traductora o una función matemática, él intérprete no es un objeto, no es una máquina. Es un ser humano en toda su dimensión. Eso es simple, pero tiene muchas implicaciones.

Entonces quedaríamos de este modo: El Sordo y la persona oyente disponen de un profesional que se «presta de medio» para facilitar la comunicación, por lo tanto el trabajo de este profesional es ponerse a disposición tanto de la persona Sorda como del interlocutor oyente; disposición que lo lleva a que tenga que cumplir con ciertos parámetros deontológicos y de autorregulación de su propia subjetividad para poder negociar los significados y transmitir lo más fielmente posible el mensaje de un texto en una lengua fuente a un texto en una lengua de origen, tratando al máximo de no sesgar el sentido de su producto de interpretación. Y esto, genera cierta «independencia» de los interlocutores en la interacción comunicativa.

El problema radica -enfocándonos solo en un brazo de la mediación- cuando la persona Sorda al experimentar el poder y el control sobre otro ser humano (que en estos casos hablando en términos antropológicos pertenece a la mayoría opresora) pierde el equilibrio en el manejo de su relación social y llega a sentir que el Intérprete -por lo menos en ese momento- no es una persona, sino una parte de sí mismo. Creo que en este momento se revierte el Intérprete como medio, pues en lugar de independencia genera dependencia.

En este momento, como había dicho estoy siendo osado al hacer estas afirmaciones, pero no quiero que se entiendan de forma dogmática, la dependencia pudiera presentarse sutilmente de varias formas unas más evidentes que otras (las menciono, porque en algún momento de mi carrera como intérprete, me ha tocado vivirlas) expondré las tres más comunes.

1) La persona oyente o Sorda, necesita un intérprete, hasta para decir «si » y «no»: Estoy exagerando, pero en algunas ocasiones da la impresión que el interlocutor siente que no puede buscar otras estrategias para darse a entender para comunicarse con los otros.

2) La persona oyente o Sorda, o la entidad contratante le molesta que el Intérprete descanse. No es cuestión de funciones laborales y contractuales donde hay obligaciones. Sencillamente, su fuerza de trabajo arroja perdidas si no se optimiza. (Se le paga no para que se quede sentado)

3) La persona Sorda u oyente no puede aceptar que los intérpretes se equivocan: Es muy diferente si «siempre se está equivocando» quizá porque le falte competencia, experticia o formación. Pero he notado que algunos piensan que los intérpretes somos perfectos o que respondemos automáticamente a los comandos, siendo que la interpretación es un producto humano, y por lo tanto sujeto a errores… por algo los lápices traen borrador.

Cuando le pregunté a mi esposa (que es Sorda) Por qué -en algún sentido o de algún modo- eran dependientes las personas sordas de los intérpretes, quede sin palabras cuando me dijo:

-Pues somos tan dependientes de los intérpretes como tú de tus gafas o como una persona con discapacidad de su muleta o su silla de ruedas-

Lo cual me dejo pensativo… mi esposa por lo que la conozco no trata a otros como objetos, (o por lo menos no me trata como un objeto cuando le interpreto) aún cuando al igual que un gran número de Sordos, ella también utilice la seña «PRESTEME» para solicitar un servicio de interpretación (Glosado: POR-FAVOR / PRESTAR-ME / INTERPRETE / POR-FAVOR) .

Entonces, llegados hasta este punto… no sé qué pensar, me surgen muchas preguntas.

¿Por qué sucede este fenómeno? ¿Por qué se nos trata a los intérpretes como máquinas? ¿Será que es solo un reflejo del neoliberalismo capitalista que pervive sobre las maquinarias y los establecimientos del poder en la sociedad?… o en pocas palabras, ¿lo que le sucede a los intérpretes, es lo que le sucede a un gran número de asalariados por culpa del sistema, que cada vez le interesa la deshumanización de la humanidad? ¿Será que los intérpretes nos estamos volviendo demasiados sensibles? ¿O será que nuestra sensibilidad esta tan callosa que se nos ha vuelto costumbre trabajar con la insensibilidad de las maquinas? ¿Puede haber algo bueno en considerarse una extensión del sordo?

Yo pienso que sí. En el buen sentido de la expresión, por supuesto.

Hasta el punto de que dicho vínculo Sordo-intérprete podría constituirse en sí mismo en un paso fundamental para una innovadora propuesta enmancipatoria … que no es otra cosa que la búsqueda de cierta libertad o cierta Independencia profesional y académica por parte del Intérprete… ¿libertad del intérprete? ¿Independencia del intérprete? son cosas que pudieran –valga la redundancia- mal interpretarse, es más, que pudieran sonar sacrílegas y heréticas.

Perspectiva Emancipatoria

Esta conclusión será corta en planteamientos. Lastimosamente, tenemos mucho que decir para quejarnos y poco para proponer. Utilizo el término «emancipar» por las claras connotaciones sociales y políticas que conlleva. Es cierto que estamos acostumbrados a escuchar de la emancipación de la mujer, de los pueblos, de los esclavos etc. Pero ¿la emancipación del intérprete? Hablaré en términos simbólicos, por supuesto.

¿Estarán los intérpretes subyugados por las entidades que los contratan? ¿O por algunos Sordos que los consideran una extensión de sus cuerpos? ¿O por algunos oyentes que piensan también que son máquinas traductoras? ¿O será el sistema? ¿O será que los intérpretes son esclavos de sí mismos? ¿Esclavos de sus propios estilos de vida insostenibles? ¿O de una profesión que no les provee lo suficiente para vivir dignamente y los arroja a trabajar muchas más horas al día? ¿Serán esclavos de una profesión que los exprimirá hasta botarlos cuando ya no sean útiles? ¿O será que los intérpretes son muy perezosos y no se dan cuenta que todos los trabajos demandan esfuerzo, y que en Colombia el ‘mejor trabajo’ es la interpretación en lengua de señas?…

Lo único que digo es que no conozco en Colombia a un intérprete adulto mayor que pueda respondernos dando testimonio de una larga y fructífera carrera (si lo hubiera, seguramente estaría haciendo otra cosa diferente a la interpretación) es más, los intérpretes de Colombia en un gran porcentaje son jóvenes y personas de mediana edad… algo pasa, y como dije al principio no soy yo el que tiene la respuesta.

Esta es la paradoja de la interpretación en nuestro país. Pareciera que en Colombia los intérpretes se forman (para los que se interesan en formarse), adquieren experiencia, potencian sus capacidades, habilidades y talentos ¿Para qué?… Para dejar de ser intérpretes. Para dedicarse a otra cosa; para ser profesores, para montar su propia empresa, para ocupar cargos burocráticos, para descansar… o sencillamente, para hacer algo que su cuerpo este en capacidad de hacer.

No sé, quizá me estoy equivocando, quizá estoy demasiado joven o demasiado viejo para ver las cosas dentro de su contexto histórico o para ver con lucidez los avances de nuestra profesión. O quizá pudiera ser que algunos intérpretes son como alguna vez le «escuche» decir a una lider Sorda: «Son como el novio que le gusta beneficiarse de los privilegios de la relación, pero no quieren saber de matrimonio»

Si les sirve de algo, aquí les tengo una pista que nos ayude a dilucidar la problemática, que encontré en el libro La Familia Bilingüe (Harding & Riley, 1986: 157-8 )

«[…] Los Intérpretes y los traductores deben esforzarse mucho para alcanzar los niveles de rapidez y precisión que se espera de ellos. Para muchos son los únicos «verdaderos» hablantes bilingües, aunque ello equivale a decir que solo los pilotos de Fórmula 1 saben conducir de verdad […] es importante señalar que los intérpretes y traductores profesionales más destacados se han especializado mucho y suelen tratar temas muy restringidos, como la bioquímica o el derecho del mar. La gente suele maravillarse de que los más prestigiosos intérpretes de congresos sólo trabajan tres horas diarias: atribuyen a esos horarios tan «privilegiados» a la increíble tensión a la que están sometidos, la cual es innegable. Ahora bien, no se dan cuenta de que el intérprete dedica su «tiempo libre» al estudio intensivo de los últimos adelantos del ámbito especializado en que trabaja: para poder interpretar, primero hay que comprender […]»

Les dejo que saquen sus propias conclusiones.

Sin embargo, como en esta reflexión me he centrado en la relación Sordo – Intérprete, procederé a exponer mi enfoque al respecto sin rodeos:

La perspectiva emancipatoria consiste en la concepción del intérprete como un profesional de la traducción, cuyo equipo de trabajo inmediato es la persona Sorda. En este sentido la interpretación cumple plenamente la función de extensión como medio en el sentido McLuhaniano. Sordo y oyente son aliados en el trabajo y la reivindicación de las personas Sordas.

Más que una extensión de su cuerpo, para mí el intérprete y el Sordo por un momento se unen como uno solo, en una especie de mutualismo simbiótico, donde construyen conocimiento mirando hacia la misma dirección. Igual que en la entrada anterior, tampoco he dicho nada espectacular.

Me explico. Como la perspectiva taylorista se refiere a un intérprete-maquina (objeto), la perspectiva emancipatoria se refiere a un intérprete profesional de la traducción (Sujeto). Lo que «esclaviza» o «subyuga» al intérprete en su relación con la persona Sorda en este sentido, es que éste se convierta en cosa, en un accesorio, se le priva de su libertad esencialmente como sujeto, es decir, se le niega como persona con un saber, que piensa y tiene una forma de ver y sentir el mundo… como profesional de la traducción.

Al cerrar esta reflexión, me es muy difícil determinar en que «era» de la interpretación nos hallamos en Colombia. He apuntado a que estamos en una «era del Intérprete Maquina» que se asume mucho desde una perspectiva taylorista de la interpretación. En alguna ocasión me he sentido tratado como un objeto, en otras, la interpretación ha redundado en mi crecimiento académico por lo que he experimentado la satisfacción de interpretar con compañeros de trabajo valiosos e inteligentes: Las personas Sordas.

Notas

[1] Tomada de http://ericjch4.blogs.eccc.ucr.ac.cr/files/2008/05/ils-movil.gif, visitada 28/11/2008

[2] Hay que tener en cuenta que la definición que hace McLuhan de medio es muy diferente de la tradicional.

[3] “[ha] dado a la gente la oportunidad de encerrarse en mundos cada vez más pequeños, donde los entusiasmos mutan en obsesiones y la confrontación con la realidad forma parte de una dimensión paralela” (ibid)

[4] Una cosa es autor-regular la subjetividad, lo cual es inherente a la interpretación en lengua de señas y otra negarla, pretendiendo decir que el intérprete «no siente» o no «debería sentir nada» en el ejercicio de su labor.

[5] La escritura mcluhaniana irritaba a los teóricos que le eran contemporáneos, muchos de las cuales se mofaban de la forma que escribía el pensador. Las obras que se pueden conseguir de Mcluhan en español ponen en evidencia a este “genio incomprendido”; brillan por su incoherencia y falta de sistematicidad.

Un comentario

  1. Jesica said:

    No estoy del todo de acuerdo sobre la dependencia de los sordos. Ellos mas q nadie pueden buscar estrategias para comunicar su mensaje. Si creo q la mayoria de las personas oyentes son mas dependientes y les cuesta interpretar los mjes de los sordos. Los sordos necesitan el interprete x estos motivos y xq hay situaciones q no podría ser de otro modo. Por otro lado, no somos un medio-objeto, sino un medio-sujeto, como los traductores de otros idiomas. Mediador cultural es un concepto mucho mas amplio y nada tiene q ver con la cosificacion de un sujeto por otro, sino con la capacidad flexible de mediar/interactuar con 2 culturas. Implica un conocimiento basto de ambas culturas, su lengua, sus valores, sus características y sus historias. Creo el principal conflicto en la relacion sordo-oyente es justamente la falta de conocimientos profundos de esos aspectos. Por otro lado, la subjetividad de ambas partes lleva a interpretaciones varias, por lo q es necesario un dialogo sincero y comprensivo.
    Soy interprete de argentina

    26 junio, 2018
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