Se descubre, de forma casual, el método pedagógico utilizado por Salvador Vieta y Catá, segundo maestro de sordos en la Escuela Municipal de Sordomudos de Barcelona.

ANtonio-GasconPor Antonio Gascón Ricao,

Barcelona, 2010.

Sección: Artículos, historia.

 

Vieta en la obra Viaje Literario a las Iglesias de España

En ocasiones, resulta desesperante, observar que en la actualidad muchos sordos, son partidarios del uso exclusivo de la lengua de señas, o signos, despreciando directamente el bilingüismo, que durante siglos fue la base de despegue que utilizaron los primeros maestros empeñados en su educación integral, y origen principal de lo que el colectivo ahora denomina “cultura sorda”, pues resulta innegable que de no haber pasado por aquellas escuelas y aquellos maestros, ahora estaríamos hablando de otra cosa. Y entre aquellos pioneros está, sin duda alguna, Salvador Vieta y Catá[1].

Tal como acostumbra a suceder, en el campo de la investigación histórica, de forma sorprendente, muchas de las incógnitas, referidas a la vida y obra de Salvador Vieta i Catá, segundo maestro de la Escuela municipal de Sordomudos de Barcelona, que no resuelve precisamente la documentación oficial conservada en el Archivo Municipal de Barcelona, tal como ya recogimos en el 2003,[2] vienen a resolverse directamente, casi por arte de magia, gracias a la curiosidad del historiador valenciano Jaime Villanueva, [3]puesto que las respuestas a muchas de aquellas incógnitas de aquel año, aparecen contestadas con todo detalle en su monumental obra Viaje Literario a las Iglesias de España, obra redactada con motivo de la visita de Villanueva a Barcelona.[4]

Aunque lógicamente, no en toda su extensión, porque el autor de aquella obra, Viaje literario no era, para desgracia nuestra, un especialista en la educación de los sordos. Tal vez por ello, Villanueva, muy impuesto en el papel de cronista, se limitó a recoger lo que a Vieta le interesó buenamente explicarle, pero guardándose Vieta para sí los detalles más técnicos, que a última hora formaban parte de lo que él denominaba “su” método o invento particular.

Cuestión distinta fue, que Villanueva recogió una serie de detalles precisos, mediante los cuales, y aunque resulte harto difícil, se puede intentar adivinar de dónde había sacado Vieta el método que estaba aplicando en Barcelona con tanto éxito, pues por lógica el mismo sólo podía proceder de dos fuentes muy concretas, y además, ambas, por una cuestión simple de proximidad y si negamos las influencias extranjeras, directamente españolas.

En el preámbulo de presentación de Vieta, Villanueva decía así:

“Y ya que estamos en ello no puedo dejar en el tintero la noticia de la escuela gratuita de sordo-mudos, que con tanto amor y pericia regenta en su propia casa el presbítero Don Salvador Vieta, beneficiado de la catedral. En el discurso de las Antigüedades de España de Ambrosio de Morales (que ahora no tengo á mano) me acuerdo haber leído en otro tiempo lo que en este punto adelantó no sé qué monje Español, de la orden de San Benito. Sin embargo, se ha llevado un extranjero la gloria del invento, merced á la desconfianza y timidez española.”

De aquel preámbulo introductoria de Villanueva, cabe resaltar el detalle de que, según aquel, Vieta tenía una escuela gratuita para sordos instalada en su propia casa, confirmando también que el personaje era, tal como ya sabíamos antes, Beneficiado de la Catedral de Barcelona.

Cuestión curiosa es que Villanueva recuerde la obra del monje y cronista benedictino Ambrosio de Morales, Antigüedades de España,[5] y sin embargo no recuerde el nombre concreto del monje benedictino al que Morales hacía mención en ella, diciendo: “me acuerdo haber leído en otro tiempo lo que en este punto adelantó no sé qué monje Español, de la orden de San Benito”, pues se trataba del archiconocido fray Pedro Ponce de León.

Resaltando Villanueva, que “se ha llevado un extranjero la gloria del invento, merced a la desconfianza y timidez española”, refiriéndose en aquel caso concreto, se supone, al francés Carlos Miguel L’Epée (1712-1789), al cual Villanueva no cita, sin que quede muy claro a que se refiere cuando habla de “desconfianza”, ¿desconfianza de los comentarios vertidos por Morales y referidos en su caso a Ponce de León y su obra con los sordos?

Porque de timidez nada, a la vista de la “defensa” a ultranza que de Ponce de León había realizado Benito Jerónimo Feijoo en el siglo anterior, “como gloria de España”, y por el mismo asunto.[6]   Teniendo muy en cuenta, además, el peso específico de Feijoo en España y en Europa, autor al cual, al parecer, Villanueva no había leído, pues no lo cita para nada. Olvidando éste, de paso, la genial obra del aragonés Juan de Pablo Bonet (1573-1633), publicada en 1620, y cuyo método dejaba a la altura del betún al supuesto e hipotético método de Pedro Ponce, que cuando finalmente apareció en 1986 no era para tanto.[7]

En el siguiente párrafo Villanueva, entraba en materia, explicando las maravillas que Vieta había conseguido con sus alumnos sordos y en Barcelona:

“A lo menos ningún extranjero podrá negar á este eclesiástico catalán la gloria de haber adelantado en esta enseñanza hasta el punto de hacerles leer cuanto se les presenta y pronunciar el debido nombre de los objetos que se les señalan. Hablo de los mas provectos,[8] que llegarán sin duda á vencer del todo la dificultad de la naturaleza y hablar aunque tardamente un discurso seguido.”

De creer a Villanueva, los alumnos de Vieta eran capaces de leer cualquier texto que se les pusiera delante, y de “pronunciar el debido nombre de los objetos que se les señalan”, frase casi idéntica, o habilidades las mismas, recogidas antes en las Actas de la Real Academia de Medicina de Barcelona, primer lugar donde Vieta presentó a sus primerizos alumnos, el 10 de julio 1805.

Pero no será hasta el párrafo siguiente, donde se empezarán a conocer los detalles de la enseñanza de Vieta:

“La enseñanza es muy sencilla, aunque de gran paciencia. Cada letra tiene su signo, que consiste en cierto movimiento y aptitud de la mano, lo más semejante que puede ser á la de la lengua y labios en la articulación de vocales y consonantes. El mudo observa la lengua y labios y mano del maestro, y conforma con ellas las suyas: y echando afuera la voz ó sonido natural, articulan casi con tanta claridad como nosotros; solo experimentan todos, gran dificultad en pronunciar la I vocal.”

Según Villanueva, “Cada letra tiene su signo, que consiste en cierto movimiento y aptitud de la mano,” definición que curiosamente recuerda al “alfabeto manual español”, de uso general entre los sordos alfabetizados, que en su caso servía, y sigue sirviendo, para deletrear palabras con la ayuda de los dedos de la mano derecha, con los cuales se imitaban las letras minúsculas y cursivas propias de la imprenta de aquella época.[9]

Alfabeto manual aquel, publicado por primera vez y en España, por el franciscano español Melchor Sánchez de Yebra en 1593,[10] y por segunda vez, por Pablo Bonet en 1620, y del cual se servía tanto el francés L’Epée, como el jesuita español Lorenzo Hervás y Panduro.[11]

Pero “signos”, que según Villanueva, que eran “lo más semejante que puede ser á la de la lengua y labios en la articulación de vocales y consonantes”. Comentario que hace dudar, puesto que con el alfabeto manual se pueden formar letras, de hecho letras imitativas, pero que nada tienen de semejante, ni mucho menos, con la lengua y los labios, y menos aún con la articulación de las vocales y consonantes mediante aquellos mismos órganos, puesto que dichos signos en la práctica no existen, salvo que estuviéramos hablando de otra cosa distinta, o en su defecto, que aquella florida expresión sólo fue una simple figura retórica del autor, al insinuar que las manos era “hablantes”.

Aunque en el siguiente párrafo, y al ser Villanueva un poco más explícito, se empieza a vislumbrar mucho mejor el sistema que aplicaba Vieta, de hecho nada novedoso, tal como se podrá observar, al provenir de otro método harto conocido desde el siglo XVII:

“El mudo observa la lengua y labios y mano del maestro, y conforma con ellas las suyas: y echando afuera la voz ó sonido natural, articulan casi con tanta claridad como nosotros”

Y si ahora tomamos como punto de referencia la obra de Pablo Bonet de 1620, y sobre el mismo asunto, viene a resultar que el modo de enseñar es el mismo que el de Vieta, por no decir idéntico. De esta forma Pablo Bonet avisa, que antes de enseñar al sordo a hablar, éste debe conocer el alfabeto manual a la perfección:

“Porque antes de enseñarle a que nombre las letras en voz, las ha de conocer muy bien y saber por demostraciones de la mano lo que representa cada una”.[12]

Y después, había que dar el segundo paso:

“Para enseñar al mudo la nominación de las letras simples, en que consiste saber leer, han de estar solos el maestro y él, por ser acción que requiere atención grande, y no se le distraiga, y ha de ser en parte muy clara, para que el mudo vea todo el cóncavo de la boca del que enseñase, y empezará por las cinco letras vocales, por cuanto son más fáciles de pronunciar y tienen gran parte aquellas en la respiración con que han de formar las otras ; además, que viendo el mudo la facilidad con que ha sabido aquellas, se animará para las otras, y el que enseñaré ha de tener paciencia…”.[13]

Un hecho curioso resulta ser que al final de aquel párrafo, Villanueva utiliza, casi, la misma frase que utiliza Pablo Bonet en aquel discurso, “La enseñanza es muy sencilla, aunque de gran paciencia”

Dentro de aquellos detalles, Villanueva apuntaba que, todos los sordos, tenían una gran dificultad, a la hora de tener que pronunciar la vocal “I”.

“solo experimentan todos gran dificultad en pronunciar la I vocal.”

Asunto que se hace comprensible, de leer la obra de Pablo Bonet, y donde explica la pronunciación, justamente, de aquella misma letra, común con la de la letra “J”, de origen griego y recién incorporada a nuestro alfabeto en la época de Pablo Bonet, y de ahí posiblemente aquel problema:

“Sirve esta letra (I) con sonido jota en nuestra lengua castellana cuando sigue a ella, a, e, i, o, u, que pronuncian, ja, jo, ju y las partes que pudieran causar confusión a esta regla que las pone Antonio de Nebrija…”.[14]

Según explicaba Villanueva, aprendido el alfabeto e impuesto el sordo en el habla, sabiendo pronunciar todas las letras individuales del alfabeto, se le pasaba a enseñar el “silabario”, exactamente igual de como aconsejaba Pablo Bonet:

“Vencida esta primera barrera, sigue el silabario y lo demás como en las otras escuelas, haciendo en estos los signos lo que en los otros hace la voz del maestro.”

Aunque en el caso de Pablo Bonet, había que seguir para ello seis reglas básicas:

“Seis reglas que ha de saber el mudo antes de ponerle a leer
Ca, co, cu,… ga, go, gu,.. ja, ge, gi, jo, ju,.. cha, che, chi, cho, chu,.. ña, ñe, ñi, ño, ñu,”

Para juntar estas sílabas el mudo, se le ha mostrar por la mano o por escrito la letra y señalarle que pronuncie la c, y la pronunciará como se la enseñaron, luego la a, y hará lo mismo; se le ha de pedir que las junte, que esto se hará con una seña que entenderá el unirlas, pegada una mano con la otra apretadamente”.[15]

 

Según Villanueva, aprendido el silabario, los sordos barceloneses eran capaces de leer y de pronunciar vocalmente las palabras escritas y sin la ayuda del maestro, tal como decía Pablo Bonet:

“Con este ejercicio, á que son extremamente aplicados aquellos infelices, llegan a pronunciar las palabras con solo verlas escritas, sin tener ya necesidad de signos del maestro…”.

Pero el siguiente comentario de Villanueva, es aún más esclarecedor, pues, vuelve a corroborar, el uso que hacía Vieta del método de Pablo Bonet:

“aunque ellos por la costumbre acompañan regularmente con sus manos lo que pronuncian, á no ser algunos más adelantados que ya no necesitan de este auxilio.”

Tal como se aprecia en aquel comentario de Villanueva, los sordos recién alfabetizados por Vieta, usaban de las manos para acompañar su pronunciación, deletreando, pero una vez bien impuestos en la lectura, y por tanto en el habla vocal propiamente dicha, dejaban de usar el alfabeto manual.[16]

Consejo idéntico al que daba Pablo Bonet, pues, en su método, el oyente tenía que utilizar dicho alfabeto para comunicarse con el sordo, sin hablarle en absoluto, mientras que el sordo tenía que responder al oyente hablando directamente.

Visto lo anterior, se entiende ahora los comentarios que sobre los logros deVieta, se hicieron en la Real Academia de Medicina, al decir que:

“admira el corto tiempo que emplea (Vieta) para hacer pronunciar las letras a los sordomudos: les enseña a leer, escribir y hablar // si bien no es el inventor de hacer hablar, lo es de su método”

Aquel y “si bien no es el inventor de hacer hablar”, indicaba, por tanto, que Vieta utilizaba un método que no le era propio, pero que éste era muy efectivo, vistos los resultados que obtenía, método que el propio maestro de sordos francés L’Epée también aconsejaba a todo el mundo, afirmando que con él y en una semana, a lo sumo dos, un sordo aprendía a hablar perfectamente, refiriéndose en su caso al método del español Juan de Pablo Bonet.

Sabido lo anterior, queda por aclarar cual era en realidad el método “propio” de Vieta, pues si en el hablar y en el leer, Vieta partía, casi seguro, del método de Pablo Bonet, lo único que queda, es el de “escribir”.

Asunto aquel, en el cual Pablo Bonet no entraba en su obra, al considerar que era lo último que debería de enseñarse al sordo, dado el tiempo que se tenía que invertir en el aprendizaje la escritura, y más aún si se tiene en cuenta los diferentes tipos o modelos de letras que existían en aquella época, y cuando a un niño oyente le llevaba de tres a cuatro años el poder aprenderlos con soltura, y en aquel caso los maestros encargados de aquella enseñanza o arte, eran denominados “maestros de primeras letras”, y cada uno alardeaba de su método “particular”, al igual que hace Vieta.

Otro hecho curioso, respecto al método de Vieta, siempre según Villanueva, es que en lugar de utilizar láminas para el aprendizaje de determinados nombres, como era lo común en la época y entre los sordos, Vieta se embarcó en la elaboración de un “Diccionario”, “donde pinta, con un ligero dibujo, los objetos más obvios con su nombre propio al canto”(al lado).

Modelo de enseñanza aquel, que se recuperará en la Escuela Municipal de Sordomudos de Barcelona, pero ya en pleno Siglo XX, y de la mano de su director en aquel momento, el catalán Pere Barnils, en aquel caso abocado a la enseñanza bilingüe, del catalán-castellano.[17]

Por otra parte, habrá que resaltar que aquel “Diccionario” de Vieta no se ha conservado, ni se llegó a editar, pues no aparecer en ninguna biblioteca, lo cual resulta una autentica pena, pues con él se hubiera podido valorar la extensión de su enseñanza, incluido el uso del bilingüismo, al ser Vieta su pionero en Cataluña de la enseñanza del catalán a los sordos, demostrando con ello ser un hombre práctico.

“Para remediar la escasez que padecen de los nombres propios de cada cosa, les está formando su maestro un Diccionario donde pinta con un ligero dibujo los objetos mas obvios con su nombre propio al canto, á cuyo repertorio acuden ellos siempre que les presentan algún objeto, cuyo nombre no saben, y hallado lo pronuncian seguidamente”.

Remataba Villanueva los comentarios de la extensión de la enseñanza de Vieta, diciendo:

«Por este camino han aprendido no solo á contar, sino todos los rudimentos de doctrina cristiana, sirviendo ya los más adelantados de maestros para los nuevos.”

De dicho comentario, cabe resaltar tres cuestiones muy puntuales. La primera, es que Vieta enseñaba a sus alumnos a contar, cuestión ésta resuelta también en la obra de Pablo Bonet, a la inversa de la segunda, ya que Pablo Bonet, no entró en la enseñanza de la Religión, al considerar, con mucha prudencia, que no era un tema que le correspondía, dejando de este modo en manos de un sacerdote aquella sensible cuestión, y más en su propia época. De ahí, que a falta de un texto propio de Vieta, que no sepamos de qué modo les enseñaba a los sordos “los rudimentos de doctrina cristiana”, que es de suponer daba mediante el uso de “señas o signos”.

La tercera cuestión, es aún más curiosa si cabe, pues, Villanueva está afirmando que Vieta se estaba “sirviendo ya (de) los más adelantados de maestros para los nuevos”. Sistema idéntico al utilizado en las llamadas escuelas lancasterianas, de origen inglés, puestas de moda en aquella misma época, y donde los alumnos más mayores e impuestos auxiliaban al maestro de turno. Pero, caso único, y por tanto excepcional, en una escuela de sordos conocida y en aquella época.[18]

Antes de entrar al detalle del siguiente comentario de Villanueva, y a la vista de lo que dice, se debería aclarar antes un cuestión fundamental, pues, con independencia de que Villanueva empezara a editar, parte de su obra, entre 1803 y 1806, no consta específicamente en que fecha concreta conoció a Vieta en Barcelona, de ahí que parte de aquellos comentarios, resulten sorprendentes, al afirmar, por ejemplo, que “este establecimiento tan benéfico de la humanidad y tan honroso para toda la nación en sus progresos; los cuales serian mucho mayores si el autor pudiese dedicarse á este objeto con mas comodidad y sin las obligaciones de residencia personal á la catedral, y en lugar público y bajo la protección del gobierno”.

“Eso puedo ponderar la complacencia que tuve con la especulación de este establecimiento tan benéfico de la humanidad y tan honroso para toda la nación en sus progresos; los cuales serian mucho mayores, si el autor pudiese dedicarse á este objeto con mas comodidad y sin las obligaciones de residencia personal á la catedral, y en lugar público y bajo la protección del gobierno, ambas cosas hacen resaltar el mérito de esta escuela: una es la humildad del maestro, que está en la firme persuasión de que cualquiera puede hacer por si mismo otro tanto, y extraña que nadie lo haya hecho hasta aquí…”

Sorprendentes comentarios, porque sabiendo que en Madrid se había inaugurado en 1795, la primera escuela de sordos, el Real Colegio de Sordomudos de San Fernando, bajo la dirección del escolapio José Fernández de Navarrete y de Santa Bárbara, y la siguiente fue la de Barcelona, Escuela Municipal de Sordomudos de Barcelona, inaugurada, en 1800, con el maestro francés Juan Albert Martí al frente, no se entiende aquel comentario de Villanueva, pues la primera noticia de que Vieta se dedicaba a la enseñanza de sordos es de 1805, y con indiferencia de que al principio Vieta diera su clases en la catedral, su lugar de residencia, tal como afirmaba Villanueva, pues, según parece en aquella época era cura ecónomo en la parroquia de San Andrés del Palomar,[19] y en febrero del año siguiente, según parece también, ya estaba dando clases publicas en el Ayuntamiento, y aunque no bajo la protección del Gobierno, si bajo la protección del Ayuntamiento de Barcelona.

De ahí que quepa una sospecha doble, o que Villanueva estaba muy mal informado, en todo cuanto hacía referencia a las escuelas españolas de sordos y sus respectivos maestros, en particular de lo que sucedía en Barcelona, o aquellas noticias suyas son muy anteriores a la aparición, por ejemplo, de Albert Martí en Barcelona en 1800. Cuestión, de indefiniciones, que se plantea de nuevo en el último de los comentarios de Villanueva, dedicados al maestroVieta, y al decir lo siguiente:

“…otra es que esta no es cosa discurrida por él después de establecida la escuela Francesa, sino ejecutado ya ha más de quince años, cuando servia de vicario en la parroquia del lugar de Vilanova, donde con el mismo método enseñó á una niña muda, llamada Josefa Martí, lo necesario para salvarse. En resolución, así el invento como la ejecución merecen toda la atención de nuestro gobierno, como cosa tan útil á la humanidad y tan honrosa para la nación.”

Cuando Villanueva, intentar justificar a Vieta y a su método, resulta muy curiosa aquella justificación al afirmar, que éste no era, en ningún caso, discípulo de la escuela francesa de L’Eépe: “otra (cosa) es que esta no es cosa discurrida por él (Vieta) después de establecida la escuela Francesa”, pues, en primer lugar, aquella misma escuela se había abierto en 1771 y, además, en dicha escuela se utilizaban los “signos metódicos”, a diferencia de Vieta, que al parecer no los utilizaba.

Por otra parte, la justificación que da Villanueva, respecto a la no pertenencia de Vieta a la escuela francesa, y teniendo en cuenta que en ella se dan dos noticias inéditas, es de lo más peregrina, al afirmar que: “sino ejecutado ya ha más de quince años, cuando (Vieta) servía de vicario en la parroquia del lugar de Vilanova, donde con el mismo método enseñó á una niña muda, llamada Josefa Martí”.

En llano, Villanueva afirma que Vieta no puede ser de la escuela francesa, porque hacía quince años que ya usaba su método, al haber enseñado en aquellas fechas, Religión a una niña sorda, llamada Josefa Martí, aprovechando su estancia, como vicario en el pueblo de Vilanova, se supone que en Vilanova i la Geltrú, localidad próxima a Barcelona, pero sin dar el detalle de a qué iglesia en concreto pertenecía, o en que año también concreto, realizó aquella misma enseñanza.

Motivo por el cual, no podemos confirmar si la afirmación de Villanueva de la no pertenencia de Vieta a la escuela francesa es cierta o no, ya que L’Epée había muerto en 1789. Y de hacer cuentas, sabiendo que Vieta está trabajando para el Ayuntamiento de Barcelona en 1805, cuestión que Villanueva desconoce, da en poder descontar al año 1804, el anterior, los quince años referidos, resultado que nos lleva que en 1789, año arriba o año abajo en que Vieta, enseñó a una niña sorda, y cuando L’Epée había publicado su primera obra en 1776.[20]

Conclusión

En resumen muy simple, gracias a Villanueva, conocemos, con bastante detalle, cómo era el sistema que utilizaba Vieta, en su labor con los sordos; el Pablo Bonet. Ahora también sabemos que Vieta residía en la Catedral de Barcelona al ser Beneficiado, lugar donde daba sus clases, y que quince años antes, pero sin saber el año concreto, había realizado su primer ensayo con una niña sorda de Vilanova i la Geltrú. Y la última, que Vieta, avanzándose a su época,[21] estaba utilizando un “Diccionario” con imágenes, pensado y creado por él, para uso exclusivo de de sus alumnos sordos, adelantándose así al resto de sus contemporáneos.

España y yo, somos así Señora

A modo de conclusión final, y visto todo lo anterior, cabe denunciar, que tal como se decía en unos versos de José María Pemán, y donde se afirmaba, en plan chulesco, que “España y yo, somos así Señora”, buena muestra de lo inmutable que es nuestro país, en lo que en cuestiones de fe hace, y en errarla y no enmendarla, denunciamos a sus Señorías del Parlamento español, que en octubre del 2007, y al aprobarse la actual Ley que reconoce el uso de las lenguas de signos españolas, en un intento por no ser políticamente incorrectos con las personas sordas, se tragaron impertérritos el aceptar, trágala, la teoría norteamericana de que fuel benedictino Pedro Ponce de León,[22] el personaje que inventó para los sordos un sistema gestual de comunicación, hecho absolutamente falso,[23] pero que fue aceptado por los políticos sin más escrúpulos, citando seguidamente a Manuel Ramírez de Carrión y después, con toda la razón, a Lorenzo Hervás y Panduro, pero sin citar en sus numerosas páginas y apartados, ni una sola vez, al aragonés Juan de Pablo Bonet.

Teniendo en cuenta que sus Señorías tienen diversas obras sobre el mismo tema, en la propia Biblioteca del Parlamento, desde octubre de 2006, donadas por la UCM, con la sana intención de que éstos pudieran ilustrarse, no cayendo así en posibles errores como al final ha sucedido, pues, al parecer, los años que perdieron en su tramitación no fueron los suficientes, para poder leérselas.[24]

Asunto que no debe sorprender, puesto que, de elaborar una lista de tonterías semejantes, en ella deberíamos incluir, incluso, al propio Ministerio de Educación y Cultura español.[25] O al leer la crítica a la obra de Susan Plann, Una minoría silenciosa, que corre a cargo de Alfredo Alcina Madueño, inspector del Servicio de Inspección de Educación, de la Comunidad de Madrid, critica que ha aparecido en mayo del presente año de 2010, y por tanto muy reciente.[26]

“Los antecedentes históricos sobre las lenguas de signos en España se inician, desde el punto de vista educativo, en el siglo XVI, cuando los monjes emprendieron la labor de educar a niños sordos. El monje benedictino don Pedro Ponce de León enseñó a comunicarse a los niños sordos que estaban a su cargo, hecho que permitió la reevaluación de las creencias profesadas durante mucho tiempo respecto de las personas sordas, contribuyendo a un cambio gradual de la mentalidad que se tenía sobre las mismas y su lugar en la sociedad. Los monasterios en esa época estaban obligados a guardar silencio y se comunicaban utilizando signos manuales; así, por ejemplo, los benedictinos tenían a su disposición «signos para las cosas de mayor importancia, con los cuales se hacían comprender». Pedro Ponce de León debió comprender, que era posible expresar la razón sin habla, pues él mismo lo hacía cada vez que manifestaba sus pensamientos por medio de signos monásticos y empleó con los niños sordos un sistema gestual de comunicación.

En el siglo XVII la metodología cambia, y así don Manuel Ramírez de Carrión utilizó la pedagogía de su época para instruir a los niños sordos preparándoles para que se integraran en la sociedad.”

En la segunda mitad del siglo XVIII, don Lorenzo Hervás y Panduro publica su tratado:«Escuela española de sordomudos o arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español», que supone un hito fundamental[27] en el esfuerzo pedagógico para la integración de las personas sordas.” [28]

En Resumen: ”España y yo somos así Señora” y que los investigadores se espabilen, cuatrocientos años más, si pretenden que una vez por todas se reconozca la obra de Juan de Pablo Bonet y su influencia, y cuyos discípulos fueron, muy posiblemente, el propio Ramírez de Carrión, seguro y tal como acabamos de ver, Salvador Vieta, y en cierta forma, incluso, el propio L’Epée. Mientras tanto, Benito Jerónimo Feijoo, en los cielos, seguirá feliz frotándose las manos de alegría, al ver cumplida su venganza contra Pablo Bonet.[29]

 Notas

[1] Salvador Vieta y Catá, (Sant Andrés de Llavaneras 1757- 1841), Sacerdote y segundo maestro de sordos en la Escuela Municipal de Sordomudos de Barcelona (1805-1806)

[2] A. Gascón Ricao y J. G. Storch de Gracia y Asensio, Salvador Vieta y Catá. Pagina web www.ucm.es/info/civil/bardecom/docs/vieta.pdf, 2003. A. Gascón Ricao y J. G. Storch de Gracia y Asensio, Historia de la educación de los sordos en España, y su influencia en Europa y América, Editorial universitaria Ramón Areces, Colección “Por más señas”, Madrid, 2004. Ver Lección 18.2. Salvador Vieta y Catá (1805-1807).

[3] Jaime Villanueva Astengo, Xátiva 1765 – Londres, 1824.

[4] Jaime Villanueva, Viaje Literario a las Iglesias de España, Viage (sic) a Barcelona, Madrid, 1851, Tomo, 18, pp. 119-122,

[5] Ambrosio de Morales, “Antigüedades de las ciudades de España”, editado en Alcalá de Henares en 1575

[6] Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, Teatro crítico universal. Madrid, 1730, Tomo IV, Discurso 14, números 100 y 101; Cartas eruditas y curiosas. Madrid, 1759, Tomo IV, Carta séptima, núm. 2.

[7] Juan Pablo Bonet, Reducción de las letras y Arte para enseñar a hablar los mudos, Madrid, 1620. Edición 1930, a cargo de Jacobo Orellana Garrido y Lorenzo Gascón Portero.

[8] Provecto: Aprovechados.

[9] Gascón Ricao, A. (2004): “Historia del alfabeto dactilológico español”, publicado en http://www.ucm.es/info/civil/herpan/docs/alfabeto.pdf

[10] Melchor Sánchez de Yebra, Libro llamado Refugium infirmorum, muy útil y provechoso para todo género de gente, en el cual se contienen muchos avisos espirituales para socorro de los afligidos enfermos, y para ayudar a bien morir a los que están en lo último de su vida; con un Alfabeto de S. Buenaventura para hablar por la mano, Madrid, 1593.

[11] Lorenzo Hervás y Panduro, Escuela Española de Sordomudos o Arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español, Madrid, 1795, II Volúmenes.

[12] Pablo Bonet, Op. cit., p. 113.

[13] Pablo Bonet, Op. cit., p. 129.

[14] Pablo Bonet, Op. cit., p. 138.

[15] Pablo Bonet, Op. cit., p. 139-140.

[16] En la actualidad algunos de los sordos que han aprendido a hablar, en lugar de deletrear, acostumbran a ejecutar con las manos, mediante señas o signos, lo mismo que están explicando.

[17] Pere Barnils, Registre metòdic de Figures i Vocables per servir de complement al “Primer Ensenyament Oral dels Sords-muts”, Barcelona, 1920

[18] De ahí que no tenga demasiado sentido el mito de Roberto Pradez, fomentado por la norteamericana Susan Plann, cuando en la escuela de Vieta, y en 1805, había sordos anónimos haciendo de maestros de sus iguales, y no precisamente en Dibujo, la única especialidad conocida de Pradez, Susan Plann, “Roberto Prádez: sordo, primer profesor de sordos”, en Revista Complutense de Educación, Madrid 1992, Vol. 3, números 1 y 2.Gascón Ricao, A. y Storch de Gracia y Asensio, J. G. (2007): “Roberto Prádez Gautier: Un mito romántico”, publicado en http://cultura-sorda.eu/resources/Gascon_Storch_Pradez_mito_romantico.pdf

[19] Cura nombrado a sustituir al párroco por necesidad o enfermedad sin que su administración suponga permanencia alguna en el puesto.

[20] Carlos Miguel de L’ Epée, La instrucción de los sordomudos a través de las señas metódicas, París, 1776.

[21] El primer diccionario sería, Diccionario usual de mímica y dactilología ,Madrid, 1851, obra de Juan Manuel Ballesteros y Francisco Fernández Villabrille

[22] Susan Plann (1997a), A Silent Minority. Deaf Education in Spain, 1550-1835, University of California Press, Berkeley 1997 [hay ed. dig. en la p. web http://ark.cdlib.org/ark:/13030/ft338nb1x6/]; hay version castellana, Susan Plann (2004), Una minoría silenciosa. La educación de los sordos en España, 1550-1835, Ed. CNSE, Madrid 2004.

[23] Gascón Ricao, A. y Storch de Gracia y Asensio, J. G. (2006): Fray Pedro Ponce de León y los antiguos mitos sobre la educación de los sordos, Editorial universitaria Ramón Areces, Colección “Por más señas”, Madrid

[24] http://www.intraneta.congreso.es/intranet/docum/…08/…/monografias.pdf

[25] Basta con observar que, en una página del propio Ministerio de Educación y Cultura, de España, figura el viejo artículo de Justo Pérez de Urbel, de 1979, sobre Pedro Ponce de León, el inventor del arte de hablar los mudos, repleto éste de errores de todo tipo, algunos muy interesados, y sin un nota previa donde se avise al inocente lector, con detalle, de lo erróneo de su contenido, http://www.doredin.mec.es/documentos/00820073001920.pdf

[26] Ver la crítica a la obra de Susan Plann, Una minoría silenciosa, que corre a cargo de Alfredo Alcina Madueño, inspector del Servicio de Inspección de Educación, de la Comunidad de Madrid, que se puede ver en la revista, Avances, Mayo 2010, núm. 12. que entre otras perlas escogidas, afirma tan fresco que: “Lamentablemente el método de Ponce jamás se ha encontrado y se conoce parcialmente por testimonios de terceros.” Comentario, de arriba abajo totalmente inadmisible a estas alturas de la Historia. Otra de las inexactitudes que se puede ver en el mismo autor, al darse de erudito, es cuando afirma que: “Antonio Yepes en su Crónica General de la Orden de San Benito (Salamanca, 1607) describe hasta 360 signos, e incluso podemos remontarnos  a una primera lista de signos de 1068 con casi trescientos signos).”. Comentario absolutamente falso, ya que el primer diccionario somalógico o diccionario de señas manuales y corporales,  aparece en el segundo volumen de la obra de Hervás y Panduro, Escuela española de Sordomudos, de 1795, obra que Alcina cita, sin reparar en lo anterior, que pena de país y de fuentes…

[27] De hecho, la obra de Hervás no supuso ningún hito fundamental, ya que el único que reconoció su uso, fue el francés Juan Albert Martí, Lorenzo Hervás y Panduro y Juan Albert Martí, la educación de los sordomudos como negocio”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (en prensa).

[28] 18476 LEY 27/2007, de 23 de octubre, por la que se reconocen las lenguas de signos españolas y se regulan los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociega, BOE núm. 255, miércoles 24 octubre 2007, p. 4325. Apartado II.

[29] Gascón Ricao, A. (2009): “La defensa de Lorenzo Hervás y Panduro y Tomás Navarro Tomás de la persona y de la obra de Juan de Pablo Bonet, ante las malévolas acusaciones de Jerónimo Feijoo”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=32207

 

 

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