En busca de la tumba perdida de Juan Pablo Bonet, pionero de la educación oral de los sordos

ANtonio-GasconPor Antonio Gascón Ricao,

Barcelona, 2015.

Sección: Artículos, historia.

 

En cualquier país medianamente normal los prohombres de la patria merecen el honor de ser honrados, cuando menos en su última sepultura. De ahí que resulte muy penoso tener que hacer público el desinterés demostrado tanto por las autoridades españolas como por las aragonesas por los restos mortales de Juan Pablo Bonet. Hace ya algunos años, aquel mismo desinterés llevó al presente autor a la disyuntiva de tener que lanzarse, a título particular, a su búsqueda, con unos resultados que se podrían calificar de sorprendentes.

De hecho, entre los múltiples misterios que envuelven al personaje, uno de ellos es el de dónde fueron a parar su restos mortales. Una cuestión que debería estar resuelta, dado que si su viuda, Mencía de Ruicerezo, cumpliendo la voluntad expresada por su marido, en el codicilo de 1633, redactado días antes de fallecer, decidió fundar, 19 años después del fallecimiento de Pablo Bonet en Madrid, una capellanía en el convento de Nuestra Señora de la Concepción de Alagón (Zaragoza), regentado por unas monjas franciscanas, institución de la cual era patrono Pablo Bonet desde 1622, de aquel hecho se podría desprender que su cadáver finalmente pudo haber ido ir parar allí, aproximadamente, en 1642, cumpliéndose así la última voluntad de Pablo Bonet.

Y el por qué su cuerpo pudo acabar allí, es que según consta por documento público, Pablo Bonet se había hecho patrono [1] de un convento de monjas franciscanas recoletas, sito en Alagón (Zaragoza), una villa muy cercana a su pueblo natal, Torres de Berrellén, villa principal del fenecido El Castellar.

Por otra parte, en la actualidad, la historia de aquel convento ni siquiera ha merecido cunas líneas en los resúmenes de historia local, donde se afirma que:

Alagón contaba hasta hace pocos años, con tres conventos. El Convento de las Encerradas, (que) fue derribado en 1978. El segundo el Claretiano de San Juan, conserva la iglesia barroca de ladrillo. El tercero, el de San Antonio, el más importante de los tres fue inicialmente colegio de Jesuitas. Proyectado a mediados del siglo XVIII por el padre Forcada posee una de las pocas iglesias de estilo rococó conservadas en Aragón.” [2]

De aquel modo, tras el comentario que hace referencia al Convento de las Encerradas, derribado en 1978, en realidad se encubre el convento de las monjas franciscanas recoletas, del cual Pablo Bonet resultó ser “patrón”, desmemoria histórica que ahora y desde aquí vamos a intentar reparar.

Aquel establecimiento religioso, se fundó en el año 1621, siendo su valedor y fundador un pariente lejano de Juan Pablo Bonet, llamado fray Francisco Alcañíz y Compán,[3] y si al final pudo abrir sus puerta un año más tarde, fue gracias, entre otras muchas cuestiones, a la oportuna llegada, a causa del traslado de un grupo de monjas, traídas ex profeso de los conventos de Santa Clara de Tudela y de Santa Clara de Borja, con las que poder justificar aquella apertura.

De aquel modo, cuando aquel convento inició su andadura en 1622, Pablo Bonet acababa de regresar de Roma, donde había viajado acompañando al conde de Monterrey en una misión diplomática, misión ordenada por el rey Felipe IV, y en la que Pablo Bonet participó en calidad de secretario real.

Delegación española aquella, cuya fastuosidad y grandeza, incluido el brillante séquito y el consiguiente desfile a la hora de su entrada oficial en Roma, que causó la admiración de propios y extraños. Y si los detalles hoy se conocen es gracias a los comentarios que se recogieron en una denominada Relación de lo que pasó en la embaxada (sic) que el conde de Monterrey hizo a Su Santidad en Roma. [4]

Relación anónima, pues no consta firma alguna de su autor, tras la cual no es difícil adivinar, vistos los antecedentes, tanto la mano como la pluma del secretario real Pablo Bonet. Documento manuscrito que hoy en día todavía se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Visto el contenido de aquella Relación, queda claro que aquella grave “misión” diplomática, en palabras de Tomás Navarro Tomás,[5] poco o nada tenía que ver con los graves problemas que en general padecía España con el Papado de la época, puesto que se trataba de asistir a las canonizaciones de San Isidro Labrador, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús y San Felipe Neri, en representación de la corona española. Ceremonia que tuvo lugar el día 11 de marzo de 1622.

Tres días más tarde, según aquella misma Relación, la embajada española emprendió su regreso a España por el mismo camino por donde había venido, según se infiere en aquel documento, en barco, y desembarcando muy probablemente en el puerto de Barcelona, al ser aquella la ruta habitual de Italia.

De hecho en el Dietari de la Generalitat de Catalunya, del día 25 de noviembre de 1621, consta que el conde Monterrey estuvo discutiendo con la Generalitat catalana el precio de la galera que tenía que llevarlo a Italia, pues al parecer la corona española en aquel momento no tenía barcos, llegándose al acuerdo de que le dejaban una, previo pago de 15.000 libras por el seguro, galera que partiría acompañada por una flota genovesa que también marchaba a Italia. [6]

De aquel modo, que casi coincidiendo con el regreso de Pablo Bonet de Roma, las pobres monjas, aceptaron como primeros patronos de aquel convento, el día 20 de junio de 1622, es de suponer que inducidas y dirigidas por el propio fundador, a Jerónimo Compán y a Juan de Pablo Bonet, parientes entrambos, pues de hecho eran primos, y parientes a su vez del propio fundador fray Francisco Alcañíz y Compán.

Aquel patronazgo, daba derecho a los patrones a poder meter monja en dicho convento, pobrecilla ella, a una de sus hijas, si las tuvieren. A fijar su escudo de armas en cualquier parte que quisieran del convento, Compán ignoramos si lo tenía o no, pero lo que es seguro es que Pablo Bonet si lo tenía, según se puede apreciar, con todo detalle, en la portada de su obra de 1620.

Otro de los privilegios era el de poder edificar en la propia iglesia una tribuna desde donde poder oír cómodamente los oficios religiosos, en aquella época llamados “balcones” o “celosías”.

Otra de aquellas prerrogativas era que podían edificar su futura sepultura, a gusto, tumba o panteón, en el lugar más preeminente que el patrono quisiera elegir a su libre albedrío.

Por tanto, sin tenerse en cuenta para nada, las prohibiciones eclesiásticas de la época, que tenía expresamente prohibido el enterramiento dentro de los lugares consagrados, como era el caso de las iglesias. Hecho último, el de su enterramiento en aquella iglesia, que Pablo Bonet hará constar in expreso, como voluntad póstuma y en beneficio propio, cuando redacte junto con su esposa el testamento de 1628.

Otro de las prebendas que aquel patronazgo era, que los nombres de los patronos serían mencionados a diario en las oraciones de la misa conventual, celebrándose, además, varios sufragios anuales por el eterno descanso de sus almas o por las de sus difuntos.

Todo ello figura y consta como tal, de aquel modo, en el Instrumento público de nominación de patrones del combento (sic) de monjas recoletas de la puríssima e inmaculada Concepción de la villa de Alagón a favor de Jerónimo Compán, ciudadano y domiciliado en Çaragoça y de Juan Pablo Bonet, varlet servan (sic) de Su Magestad, residente en Madrid, documento otorgado en Alagón el día 20 de junio de 1622.[7]

De la cabecera de aquel documento cabe destacar varios detalles. El primero, que el único “cargo que Pablo Bonet hace citar sobre él en dicho documento, o cuando menos, en su nombre, su primo Jerónimo Compán, es el que afirma que Pablo Bonet es “varlet servan” (sic) del rey, por la fechas, del rey Felipe IV.

Cargo el varlet servant [8] que de hecho Pablo Bonet ya poseía, como mínimo, en 1620, es decir, en la época de Felipe III, el padre del rey de aquel momento, dando así a entender lo seguía manteniendo en 1622, a pesar del cambio de monarca.

Otra de las cuestiones que se desprende del mismo documento, es que está redactado y fechado en el mismo pueblo de Alagón, un lugar situado a 4 o 5 leguas de Zaragoza, y por tanto accesible a la firma o a la aceptación, por parte de su primo Jerónimo Compán, al ser ciudadano y residente en Zaragoza, tal como se afirma en el mismo documento, pero sin que conste que aquel Jerónimo Compán era también “jurado” de la ciudad de Zaragoza.

Mientras que en el caso de Pablo Bonet, del que se afirma que es residente en Madrid, es decir, en la corte, por tanto, no resulta nada creíble que Pablo Bonet fuera en persona a Alagón, en el momento preciso de la redacción y firma de aquel documento. Por lo mismo es de suponer que a la hora de su redacción debió delegar aquella firma en su primo Jerónimo Compán, así como todos demás trámites correspondientes.

Delegación de poderes que no era la primera, dado que Pablo Bonet ya lo había hecho así mucho antes, concretamente en 1617, al dar poderes a su primo, en aquella ocasión para que en su nombre éste pudiera cobrar los “gajes” [9] que Pablo Bonet tenía “corridos[10] como agente de la ciudad de Zaragoza en la corte, uno de los múltiples “negocios” que evidentemente le deberían dar a ganar a Pablo Bonet un buen dinero.

Un hecho a resaltar, es que a pesar de aquella evidente y fuerte relación familiar entre ambos primos, que se verá de nuevo plasmada en el propio testamento de Pablo Bonet de 1628 o en el codicilo posterior de 1633, sorprende, que no se viera correspondida y en la misma medida a la hora de la realización de la Prueba de Caballeros, para la concesión del hábito de la orden de Santiago, de 1626, donde Jerónimo Compán tras ser citado en sus declaraciones por varios testigos locales, como deudo muy próximo de Pablo Bonet, vino a resultar que no fue entrevistado por ninguno de los dos equipos de investigadores que pasaron en diversas ocasiones, tanto por Zaragoza como por Alagón.

Hecho, a nuestro entender, muy extraño, salvo que existiera algún gravísimo inconveniente, como pudo ser el riesgo demostrable que aquella rama de los Compán, parientes por matrimonios de los Bonet con aquella familia, en su caso el linaje materno, no tenía precisamente la “limpieza” de sangre necesaria, es decir, que pudieran haber sido judíos conversos, un hecho familiar que hubiera perjudicado y mucho al pretendiente al habito de la Orden de Santiago llamado Juan Pablo Bonet.

De haber sido así, ahora se entendería el interés de fray Juan Francisco Alcañíz y Compán en aquella fundación de monjas en Alagón, y a la par, el propio interés tanto de Jerónimo Compán como el propio de Juan de Pablo Bonet en ser patronos de aquella fundación conventual, nada más fuere por el qué dirán, o por si acaso.

Circunstancias familiares sospechosas, pero sobre las cuales no hay más que oscuridad.   Un asunto, el de la posible ascendencia judía de Pablo Bonet, que se verá reafirmada por distintas cuestiones que algún día no muy lejano haremos públicas, al existir en la actualidad la pertinente y demostrativa documentación que la probaría.

Conocido su “patronazgo” en aquel convento, y la creación de una capellanía por su mujer, en buena lógica, era de pensar, que el motivo de ello pudo estar en el traslado de los restos de Pablo Bonet a dicho convento, cumpliendo su viuda de aquella forma, y aunque tarde, la última voluntad de su marido, y con ello el pago correspondiente.

Papeles sobre dicho traslado, que por supuesto no figuran dentro del controvertido Legajo 7 del Archivo Histórico Nacional de Madrid. Hecho documental, que dados los muchos y numerosos avatares sufridos, en general, por los papeles religiosos en España y con motivo, en principio, de la desamortización de Mendizabal de 1836, tampoco debería extrañar demasiado.

Papeles que mal interpretados por Jacobo Orellana y Lorenzo Gascón [11] o por Tomás Navarro Tomás,[12] que tanto da, puesto que los tres dan la noticia, asegurando por ejemplo que “poco después [de 1628, Pablo Bonet] ordenó la fundación de una capellanía en la parroquia de San Gil (sic) (Zaragoza)”, [13]cuya escritura, pretenden aclarar en nota, y donde se infiere que “se halla en el Archivo Histórico Nacional, Sección Clero, Franciscanos (sic) de Aragón, Zaragoza, Leg.7.

Veamos esos documentos de institución de una capellanía, que obran en el antiguo legajo núm. 7 de Alagón (que no de Aragón), y de franciscanas (en femenino) de Alagón que no franciscanos (en masculino), en cuanto hace al asunto de la parroquia de San Gil” en Zaragoza, no lo vamos a discutir, pues ya no merece la pena, dado que aquella popular parroquia zaragozana, evidentemente no es el convento de Alagón:

“[…] yo doña Mencía de Ruicereço viuda del difunto Juan Pablo Bonet […] digo que el testamento cerrado que el dicho mi señor y marido y yo otorgamos de un acuerdo y conformidad en la Ciudad de Guadalajara a dos dias del mes de Agosto del año de mil seiscientos y veinte y ocho y por otro codicilo que ottorgo el dicho mi marido tambien cerrado en esta dicha villa (de Madrid) en treinta de henero del año de (mil) seiscientos y treinta y tres que por su muerte se abrieron con la solemnidad del drecho por mandado de la Justicia ordinaria de esta villa ante el presente escribano (Jerónimo Sánchez de Aguilar) en dos de febrero del dicho año mandamos se fundase una Capellanía de una misa perpetua todos los dias en el monasterio de nuestra señora de la Concepción de Alagon por nuestras almas y de nuestros padres y deudos […]”.

Convento de supuestos monjes que permitió a Miguel Granell, fantasear todo lo que quiso, sobre los supuestos primeros estudios y la consiguiente infancia de Pablo Bonet en Alagón, hecho falso que ha llevado a mucha gente al error, entre ellos al presente autor, historia que queda pendiente para otro día.[14]

Tal como ya se explicaba en otro trabajo anterior,[15] deberemos volver atrás explicando que desde septiembre de 1632, y hasta el día 30 de enero del año siguiente, nada se sabe a ciencia cierta sobre la vida o de las andanzas del secretario Pablo Bonet.

Pero justamente en aquella última fecha, un Pablo Bonet ya enfermo, que en un momento de lucidez, debió tomar conciencia de que se encontraba ante las puertas de la muerte, y por ello debió decidir tomar dos graves y simultáneas decisiones.

La primera y fundamental, fue que para tranquilidad de sus deudos, Pablo Bonet. decidió traspasar a Joan de Sola, Caballerizo del Cardenal Infante, se supone un buen amigo o como mínimo un hombre digno de toda su confianza, todos los papeles correspondientes al asunto que le habían encargado y en el cual estaba aquellos días trabajando; el de la leva de tropas para el reino de Nápoles, tarea administrativa y particularmente económica, pues de dinero se trataba, en la cual estaba en aquellas fechas inmerso Pablo Bonet, en su caso, en nombre del conde Monterrey, que desde 1631 y hasta aquel mismo año de 1633, ocupó el cargo de Virrey y Capitán General de aquel Estado, pero gestión, la de Monterrey, que según testimonios contemporáneos, dejaba mucho que desear.

Entrega de documentación que tuvo lugar, de forma simbólica, al otorgar Pablo Bonet un poder notarial para que Juan de Sola le pudiera tomar el relevo en aquella delicada misión, puesto que el mismo implicaba un gran trasiego de importantes cantidades de dinero, tanto en metálico como en letras de cambio o en otro tipo de documentos en todos los casos con valor bancario, dinero con el cual estaba previsto financiar la campaña:

Poder de Juan Pablo Bonet a Juan de Sola, caballerizo del Cardenal Infante, para que le substituya en la misión que se le ha encargado[16]

Y la segunda, fue llamar al notario Jerónimo Sánchez Aguilar, a su notario de toda la vida, pues era el mismo que en su momento había redactado el Testamento conjunto del matrimonio, formado por Pablo Bonet y Mencía de Ruicerezo. Ceremonia, jurídico legal, que había tenido lugar, en Guadalajara en el año 1628. De hecho el motivo para llamar de nuevo al notario fue la evidente intención de Pablo Bonet de añadir al mismo, en aquel mismo momento, y estando en presencia de ambos cónyuges, un codicilo.[17]

En llano, una ampliación y rectificación al Testamento primero, por parte de Pablo Bonet, postrado en su caso en el lecho de muerte, pero en presencia también de su legítima esposa, Mencía de Ruicerezo. Ampliación de aquel Testamento original de 1628, que después de redactarse aquel codicilo mutuo, dio como consecuencia, de forma substancial, la modificación de algunas de las cláusulas del primitivo Testamento conjunto, sin afectar en su caso a los herederos.

En dicho codicilo, Pablo Bonet se declaró, a efectos personales y de reconocimiento, en aquella época no existían ni la fotografía ni el DNI, “del Consejo de Su Magestad y su secretario en el supremo de Aragón”, cargos palaciegos que se verán confirmados en diversos documentos posteriores. Declarando, punto seguido, que como se encontraba “indispuesto”, venía a disponer, en presencia de su mujer Mencía de Ruicerezo, una serie de nuevas condiciones testamentarias.[18]

En la primera, Pablo Bonet revocó, la cláusula del Testamento conjunto en la cual se refería al lugar dónde éste, a su muerte tenía que enterrarse, de fallecer en aquellos días, mandando entonces que:

”… que si Nuestro señor fuere servido de le llevar (sic) de la presente enfermedad, sea su cuerpo depositado en la iglesia y monasterio del señor san Martín, en la sepultura que allí tiene, de donde manda que Don Diego, su hijo, con la mayor brevedad que sea posible aga (sic) llebar sus guesos (sic) al entierro de Nuestra señora de la Concepción de la villa de Alagón de la que es patrón”.

Con dicha rectificación, ahora se conoce que Pablo Bonet, de forma previsora, había decidido tener una sepultura temporal, en la iglesia y monasterio de San Martín de Madrid, y en la espera de que sus restos fueran traslados y depositados de forma definitiva en el convento de la concepción franciscana, sito en la villa de Alagón, villa muy próxima al pueblecito de Torres de Berrellén, situados ambos en el reino de Aragón, y lugar último donde descansaban para la eternidad los restos de todos sus deudos, en este caso los de sus padres y de su hermano menor, enterrados los tres en la iglesia de San Andrés de Torres de Berrellén

Segundo, Pablo Bonet, revocando el Testamento, pero de acuerdo con su mujer presente, dispuso, en lo que hacía referencia a la capellanía que se tendría que fundar en el convento de Nuestra Señora de la Concepción de Alagón, dotada en principio, en el Testamento del año de 1628, con 100 ducados de renta, pero que a su muerte, dicha capellanía se debería fundar, en términos muy intemporales, para cuando llegara el caso.

Dejando de aquel modo sutil, aquella fundación, en manos de su futura viuda, de la cual dependería, en un futuro próximo o no, el hacerla efectiva a su conveniencia. Voluntad que tardaría muchos años en hacerse efectiva, pues al final se descubrirá que la pobre viuda está poco menos que en la miseria, pues más de un año después tendrá que reclamar vía notarial todos los atrasos salariales de su esposo, en su caso a la propia corona española o a diversos personajes que le debían de antiguo, tanto dineros como en rentas.

Pero la pregunta que ahora sobrevuela es el por qué Pablo Bonet decidió tomar en Madrid un sepultura temporal, y precisamente en el monasterio de San Martín de aquella capital, un monasterio que de hecho era de la orden benedictina, orden con la cual se le presuponía muy malas relaciones a causa del asunto de Pedro Ponce de León.

Sin embargo, aquella enemistad no existía, sino más bien al contrario, pues hacía 13 años que aquel monasterio había estado dirigido por el abad Antonio Pérez, uno de los censores de su obra de 1620, la Reducción de las letras, y para más morbo, amigo y a la vez detractor de la obra de Pedro Ponce, el supuesto e hipotético pionero de la educación de los sordos, pero que en la misma censura de la obra de Pablo Bonet llegó a decir de él:

“Ponce (que) dio principio a esta maravilla de hazer hablar los mudos, […] si bien nunca trató de enseñarlo a otro, y ya se sabe quanto mas es sacar maestros en una profesión que serlo...”. [19]

Es por ello, que ahora cabe la sospecha de que debió existir una evidente relación de amistad y proximidad entre Antonio Pérez y Pablo Bonet, hasta un punto tal de decidir el último confiar su cuerpo mortal a aquel monasterio, desde donde su hijo, Diego Pablo Bonet, por aquel entonces todavía menor, o en su defecto su esposa, deberían trasladarlo en algún momento dado a Aragón, y más en concreto al convento de monjas franciscanas recoletas de Alagón.

La pregunta sería ahora si fue así, y si aquella voluntad se cumplió. Así dicho Codicilo, fue firmado, en primer lugar, por su mujer, y en segundo lugar, por el notario Sánchez Aguilar, a petición y en nombre de Pablo Bonet. Detalle último que viene a descubrir, que a pesar de la evidente lucidez mental del personaje, a la hora de dictar al notario las cláusulas de aquel Codicilo, todas ellas evidentemente muy oportunas, su pulso o su mano no alcanzó a llegar a más. Tres días después de aquella firma, el día 2 de febrero de 1633, con sesenta años recién cumplidos, Pablo Bonet pasó a mejor vida en Madrid.

En la villa de Madrid, o dos días del mes de hebrero de mill y seiscientos y treinta y tres años, ante el Sr. Licenciado Juan Fernández Manjares de Heredia, theniente de corregidor de esta villa, y ante mi, Jerónimo Sanchéz Aguilar, escribano de número de ella, pareció el Sr. Juan de Sola, cavalleriço del serenísimo infante cardenal. Dijo que el Señor Juan Pablo Bonet, a muerto y passado desta presente vida oy dicho día, y dejado hecho y otorgado testamento y cobdicilio cerrado, él y doña Mencia de Ruicereço su mujer, en los quales entiende le dejan por su testamentario, y hiço presentación del dicho testamento y cobdicilio (sic)…”.[20]

Al día siguiente de la muerte de Pablo Bonet, su mujer Mencía de Ruicerezo, lo primero que hizo fue solicitar para sí la curaduría[21] del hijo de ambos, Diego Pablo Bonet, que según la madre ya era “mayor de diez y seis años: “Curaduria de Diego Pablo Bonet, mayor de diez y seis años, discernida a favor de su madre D. Mencia de Ruicerezo”. [22]

También aquel mismo día, tuvo lugar el sepelio del secretario, en la tumba nombrada por el propio Pablo Bonet del monasterio benedictino de San Martín en Madrid, tal como consta por el documento titulado: “Deposito del cuerpo del secretario Juan Pablo Bonet en la boveda del monasterio de San Martin”. [23] Documentos ambos redactados, no por el notario habitual de toda la vida, Sánchez Aguilar, sino por uno nuevo llamado Manuel de la Vega, que a partir de entonces trabajará en alguna otra ocasión para la viuda.

De aquel documento de letra y redacción enrevesada, destacar varios hechos. El primero es que la persona que recibe el cadáver en el monasterio, es el abad de aquel momento, el maestro fray Francisco de la Vega,[24] mientras que la persona que entrega su cuerpo es , cómo no, Joan de Sola, el Caballerizo del Cardenal Infante, el mismo personaje al cual Pablo Bonet había traspasado todos sus papeles.

Entre los muchos detalles del momento, destacar que el cadáver de Pablo Bonet está conveniente amortajado con su hábito reglamentario de la Orden de Santiago, manto incluido y gorguera blanca, “como manda la santa religión”, o que su ataúd estaba forrado con satén negro, “siendo depositado su cuerpo en la bóveda situada… en el altar, en el lado de la epístola…”

Otra cuestión que continúa en la sombra es si el Joan de Sola, que hace entrega del cuerpo del secretario en el monasterio de San Martín de Madrid , sería o no pariente de la misma familia de los Sola, con la cual emparentó, en su segundo matrimonio, Pablo de Cierreta, el padre de Pablo Bonet.

Aquellos Sola aragoneses, era una familia infanzona, documentada desde el siglo XVI en Tarazona, con una parte de sus miembros residiendo en Torres de Berrellén, y con los cuales debió mantener Juan Pablo de Cierreta una intensa relación de amistad, que debió desembocar en aquel matrimonio de conveniencia con Anna de Sola, en 1574.

Por ello, no cabe descartar la posibilidad de que el Joan de Sola de Madrid, fuera pariente de aquella familia aragonesa, de ahí se entendería la fuerte relación de Pablo Bonet con él.

Junto con la dicha escritura de fundación de la capellanía, se encuentra también una copia legalizada de la parte del Testamento de Pablo Bonet donde se hace referencia a la fundación de la misma, y en la misma escritura, se da también la noticia de que Diego Pablo Bonet, el único hijo de aquel matrimonio, ya había fallecido en aquella fecha de 1652, sin dejar descendencia o sin que se aporten más detalles al respecto.

Lo que si queda claro es que la renta, que en el Testamento se afirmaba tendría que ser de 100 ducados, ahora es de 50 libras anuales provenientes de un “treudo», sobre unas casas de la parroquia de San Gil, asunto aquel que fue el que llevó al error tanto a Orellana y Gascón, como a Tomás Navarro Tomás, tal como antes hemos visto. Al confundir aquella renta anual de unas casas, situadas en las proximidades de la parroquia de San Gil de Zaragoza, con la fundación de una capellanía en la parroquia de San Gil.

Rentas que permitirán recordar la memoria del secretario Pablo Bonet

Fundacion de una capellania cuio patronado pertenece a este convento con la renta de aquella que son cincuenta libras de pensión annua en un teudo sobre casas a la parroquia de San Gil de Çaragoza en el Cosso cuia institución con las demas inclusiones estan en este ligamen…”.[25]

En la cabecera de aquella Fundación se puede advertir también, que la viuda de Pablo Bonet, Mencía de Ruicerezo, cumplió de hecho y de derecho, otra de las cláusulas del Testamento, donde en una de ellas se hacía referencia, que al fallecer Pablo Bonet, su marido, el patrono que le debería suceder tendría que ser su hijo Diego Pablo Bonet.

Y en su defecto, un hijo varón de éste, puesto que en aquella época las mujeres, jurídicamente, tenían el mismo tratamiento que los niños, o los “anormales” de todo tipo, incluidos los sordos, es decir, nulo.

Pero tal como había previsto Pablo Bonet en su momento, en el caso de no suceder así, tal como acaeció, fallecido él y su hijo varón, y éste último sin descendentes varones, el patronazgo pasó, automáticamente, a la madre abadesa y a las monjas, tal como se advierte en la propia cabecera de dicha fundación, cumpliéndose de aquella forma lo previsto en el Testamento.

Un hecho, también a resaltar, es que desconocemos la fecha y el lugar donde falleció el hijo Diego Pablo Bonet, o el lugar donde éste fue inhumado, que en buena lógica, lógica que en este caso no se cumplió, debería haber sido en el mismo lugar que el padre. Es decir, primero en el monasterio benedictino de San Martín en Madrid, y después en Alagón.

Del mismo modo, que a partir de este documento nada se sabe de la viuda de Pablo Bonet, Mencía de Ruicerezo, del momento o el lugar donde falleció o dónde al final fue enterrada, en lo que significó la total extinción de la dinastía de Pablo Bonet. Pero una cosa era cierta, si la viuda cumplió con su parte, era de suponer que los huesos de Pablo Bonet bien pudieron ir a parar a Alagón, y partiendo de aquella premisa, aquí empezó la auténtica aventura.

Así pues, en abril de 1985, dos autores, en aquella época, muy noveles ambos, llamados respectivamente Ramón Ferrerons y Antonio Gascón, recopilando material para un artículo de divulgación que tenían previsto publicar en la revista barcelonesa Historia y Vida, [26] y sabedores de que Pablo Bonet había dispuesto en su testamento, que muriese donde muriese, al final debería ser enterrado en aquel monasterio de monjas de Nuestra Señora de la Concepción descalzas, sito en la villa de Alagón, al hacer averiguaciones, descubrieron, ya muy tarde y con un cierto espanto, que dicho monasterio había caído demolido bajo la piqueta, para construir en su lugar un edificio de viviendas, supusimos que aquello había sido debido a las cosas de la modernidad.

Conocido el asunto, por medios indirectos, y no fiando en demasía de aquella primera información, que después resultó ser totalmente cierta, y un mucho, por salir más de dudas, decidieron escribir directamente una carta al alcalde de Alagón, interesándonos al respecto sobre los detalles del derribo de aquel edificio histórico, y de paso por las tumbas antiguas que pudieran haber en él.

Y esta fue la respuesta de Rogelio Castillo, el alcalde de la villa de Alagón en aquella época:

En contestación a su atento escrito recibido en esta Alcaldía el día 11 del actual […], me complace comunicarles lo siguiente:

Efectivamente ha sido derribado el Monasterio de Nuestra Señora de la Concepción (edificado en el siglo XVII y por tanto…), que aquí era conocido como Iglesia de Religiosas Franciscanas.

En cuanto a los restos que había enterrados en la cripta de la mencionada iglesia fueron depositados en varios nichos que la Congregación adquirió en el Cementerio de esta localidad, y con objeto de aclararles si entre ellos estaban los de Juan Martín Pablo Bonet (sic), he recabado informes de la Superiora del convento de Religiosas Franciscanas de la Inmaculada, que regentan el Colegio de sordomudos, en Zaragoza, por si tuvieran el archivo de la fundación y hubiera constancia en él si efectivamente y en qué fecha fue enterrado, habiéndoseme contestado que ella no tenía noticia alguna del mismo, por cuyo motivo lamento no poder aclararles este extremo […]”.

Nueve años después, estamos hablando del año 1994, los mismos protagonistas, en aquel preciso momento, con vistas a la realización de una biografía de encargo que tenían que elaborar sobre Juan de Pablo Bonet, obra que editaría un año más tarde la Diputación de Zaragoza, conjuntamente con el Ayuntamiento de Torres de Berrellén, volvieron a recabar una mayor información al ayuntamiento de Alagón, sobre aquel mismo convento y sobre las circunstancias de su demolición.

Más en concreto, pidiendo una copia del informe realizado suponíamos por el arquitecto municipal de aquel momento, previo al derribo y a las posteriores obras realizadas, informe que los demandantes suponían que era legalmente preceptivo, dado el carácter, evidentemente, histórico, por su antigüedad, del propio edificio, construido éste, tal como sabemos, en el siglo XVII.

Pero lo único que se les remitió, por parte del Ayuntamiento de Alagón, fue una fotocopia en color de una vieja fotografía que mostraba la fachada del edificio en cuestión, tomada sobre los años 60, junto con un oficio del mismo alcalde, fechado el 9 de noviembre de 1995, en que éste afirmaba que nos facilitaba “la única fotografía del Convento que hemos podido encontrar”. Sin más y punto. [27]

Visto el panorama, uno de aquellos dos autores, al estar de vacaciones en Aragón, decidió personarse en el Ayuntamiento, esperando saber algo más, gestión que resulto un total fracaso.

Visto el mismo, se puso en contacto con mosén Andrés Carreras Puértolas, (q.e.p.d.) el veterano párroco de Torres de Berrellén,[28] con el cual mantenía una larga y gran relación personal, que se brindó a ponerse en contacto directo con ciertas personas, directamente relacionadas con la curia eclesiástica zaragozana, que se comprometieron a intentar averiguar que había sido de la congregación de monjas de aquel convento de Alagón, ya que la comunidad había desaparecido tras el derribo del mismo. Gestión inútil, pues nadie le supo dar la más mínima noticia sobre las mismas.

Y entonces surgió el dilema, pues al explicarle yo a mosén Andrés mi intención de hacer público, en la prensa especializada, la posibilidad de la posible desaparición de los restos de Pablo Bonet, a causa de una operación inmobiliaria, me dejó caer un mensaje que provenía de terceras personas, que le habían sugerido que lo mejor para todos sería que no se “meneara” más el asunto, no fuera el caso que si yo continuaba en mi empeño, “alguien” podría hacer pública una vieja historia del pueblo de Torres, que en cierto modo podría “salpicar” a un familiar mío, muy próximo.

Ante mi cara de sorpresa, me recordó un tema acaecido hacía, más o menos, unos 60 años, asunto en el cual yo sabía que dicho familiar mío no había participado, sino más bien al contrario, ya que se trataba del robo y desaparición del llamado Cristo del Sepulcro de Torres, [29] acaecido en el año 1936, [30] y del cual se acusó injustamente a los miembros del Frente Popular del pueblo, que en aquel momento ocupaban cargos electos en al ayuntamiento local, tras el triunfo de aquella formación política en las elecciones de febrero de 1936.

Y me lo estaba diciendo la misma persona que había conocido a los propios culpables de aquel robo de 1936, pero que tenía por obligación la boca cerrada, a causa del secreto de confesión, lo que no le privó de mostrarme, envuelto en un tapete de terciopelo granate, muy ajado, los restos de una mano de madera de la virgen del Sepulcro, que le había entregado, en confesión, uno de los culpables de aquel desmán. [31]

Bulo aquel del Cristo, muy similar al que actualmente sigue corriendo que afirma que la iglesia parroquial de Torres de Berrellén, había sido destruida por los “hordas rojas” el 20 de julio de 1936, historia que se inició en una publicación franquista de 1938. [32]

Historia tan falsa como la anterior del Cristo, y la prueba está en que hoy todavía se conserva completa toda la documentación de aquella parroquia, que se inició con el libro de bautismos en 1573, o sea de hace más de 400 años. Pero ya se sabe que, después de una guerra civil, los vencedores siempre escriben la historia a su medida.

Así que a la vista del posible conflicto que podría derivar de aquel asunto, si yo hacía pública aquella denuncia, con las previsibles consecuencias que ya sabía acontecerían, el presente autor prefirió guardar silencio, en el caso de la tumba perdida de Pablo Bonet, por no volver a remover viejas y dolorosas historias locales, un silencio que se ha alargado hasta hoy, es decir, 20 años.

En resumen, el autor actual no puede afirmar, ni a favor ni en contra, que los huesos de Pablo Bonet fueran trasladados desde Madrid a Alagón (Zaragoza), hipotéticamente, cuando su viuda, fundó aquella capellanía en 1652

Del mismo modo que tampoco está en condiciones de poder afirmar que cuando se derribó aquel convento de Alagón, antes del año 1985, sus huesos estaban depositados allí, y que de acuerdo con los comentarios del alcalde, estos puedan estar hoy en día, depende, depositados en un nicho del cementerio municipal de Alagón, o en el río Ebro, al ir a parar allí muchos de los escombros de aquel edificio del siglo XVII, según el testimonio de algunos vecinos, ya que los escombros de las obras locales, en aquella época, servían para reforzar los diques de defensa del río.

Motivo. No existe documentación al respecto, o al menos eso es lo que informaron las autoridades municipales pertinentes en 1985, después de consultar a la orden religiosa de la cual dependía en aquellas fechas dicho convento.

Por todo ello, quede constancia para la historia, de que los restos de Juan Pablo Bonet, pionero de la educación oral de sordos, por desidia de unos y de otros, hoy están definitivamente perdidos, cuando desde 1920, y desde la publicación del trabajo de Tomás Navarro Tomás aquel año, se podía tener la sospecha, más que fundada, de que podrían estar depositados en Alagón.

 Notas

[1] “Patrono”, protector.

[2] Conventos | Alagon | Zaragoza – Clubrural, www.clubrural.com › … › Alagon, consultada el 7 de julio de 2015.

[3]1607, Testamento de María Company (sic), madre Francisco Alcañíz y Compán Legajo 8424. 1626 Libro de Memorias de los censales y rentas que el Convento de la Purísima Concepción de la villa de Alagón tiene,  Archivo Ibero Americano, p. 392.

[4] Anónimo, Relación de lo que pasó en la embaxada que el conde de Monterrey hizo a Su Santidad en Roma. BNM, manuscrito número 2.394, fs. 308-316.

[5] Tomás Navarro Tomás, Juan Pablo Bonet. Datos biográficos, pp 40-41.

[6] Dietari de la Generalitat de Catalunya, Volum IV, 1611-1623, p. 519.

[7] Archivo Histórico Nacional, Sección Clero, Franciscanas de Alagón, Zaragoza, leg. 7. Ver en Tomás Navarro Tomás, Juan Pablo Bonet. Datos biográficos, pp 40-41.

[8] Entre las muchas acepciones, y al ser un título extranjero, ayudante de cámara.

[9] “Gaje”: emolumentos

[10] “Corridos”:vencidos

[11] Jacobo Orellana Garrido y Lorenzo Gascón Portero, Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar los mudos. Nueva edición, anotada, comentada y precedida de un estudio biográfico sobre Juan Pablo Bonet y su obra. Madrid, 1930.

[12] T. Navarro Tómas, Juan Pablo Bonet, datos biográficos, en la Revista “La Paraula. Butlletí de l’Escola de Sords-Muts de Barcelona”, núm. 3 (número extraordinario), Barcelona, 1920-1921.

[13] , Lo que se firmó en 1628, no fue la capellanía que ya se había firmado en 1622, sino el Testamento del matrimonio que se redactó en Guadalajara.

[14] Miguel Granell y Forcadell, Homenaje a Juan Pablo Bonet. Madrid, 1929

[15] El epílogo final del secretario Juan de Pablo Bonet, cultura sorda

[16] Madrid, 30-1-1633, Manuel de la Vega, 1633, f. 131. Archivo de Protocolos de la Comunidad de Madrid (APCM).

[17] Un Codicilo es, en el derecho español, una disposición en la cual el testador añade a su Testamento con posterioridad a ser otorgado y que tiene como objeto realizar una modificación no sustancial del mismo, siempre y cuando no se alteren los herederos ni cualquiera de las condiciones que les afectan en tal condición.

[18] Archivo General de Simancas, Contaduría de Mercedes de Juro, Legajo 1094, f. 90 y sigs. Ver T. Navarro Tómas, Juan Pablo Bonet, datos biográficos, en la Revista “La Paraula. Butlletí de l’Escola de Sords-Muts de Barcelona”, núm. 3 (número extraordinario), Barcelona, 1920-1921, pp. 46-47.

[19]Antonio Pérez, Censura a la Reducción

[20] AGS, Contaduría de Mercedes de juro, Leg. 1.094, fol. 90 r.

[21] “Curaduría”, tutela.

[22] Madrid, 3-2-1633, Manuel de la Vega, 1633, Madrid, 3-2-1633, Manuel de la Vega, 1633, f.154. Archivo de Protocolos de Madrid (APM).

[23] Madrid, 3-2-1633, Manuel de la Vega, 1633, f. 158 v. y r, 159. APM.

[24] Francisco de la Vega era natural de Sevilla, e hijo de Francisco de la Vega abogado de las Audiencias de Lima y de Beatriz de Faria, profesó en el convento del Rosario de Lima en 1581, Tesoros Verdaderos de las Yndias (sic), Roma 1679, p.76.

[25] Clero, Franciscanas, Alagón, antig. Leg núm. 7, BNM.

[26] Ramón Ferrerons y Antonio Gascón, Juan Pablo Bonet y los mudos del Siglo de Oro . Revista Historia y Vida, núm. 211, Barcelona, octubre de 1985.

[27] Ramón Ferrerons y Antonio Gascón, Juan Pablo Bonet. Su tierra y su gente (1573-1579). Zaragoza, 1995, pp. 19-20.

[28] Al cual se debe la recuperación de toda la documentación familiar de de los Pablo Bonet, procedente de los libros parroquiales, y a su interés personal, la publicación de la biografía de 1995.

[29] La cuaresma del año 1655 se edificó en las cercanías de Torres la llamada ermita del Santo Sepulcro, cumpliéndose con ello el voto que se había realizado cuando la epidemia de peste de 1652, obra en la que participaron los vecinos, allanando los caminos y el puesto donde se asentó el Sepulcro, que antes de la obra era un pequeño altozano. Fuente: Novena a la Virgen del Castellar.

[30] Con el tiempo aquella ermita se adornó con la talla de Cristo yacente policromado, que finalmente se recubrió con una urna de cristal. Cristo que fue robado unos días antes de iniciarse la guerra civil española en 1936, fechoría que fue adjudicada, sin prueba alguna, a la gente de izquierdas de aquella población, lo que originó un serio conflicto durante la guerra, que no concluyó con el final del conflicto, al ser acusados falsamente de aquel delito muchos vecinos, que con aquella excusa fueron cruelmente perseguidos.

[31] Mosén Carreras, nos afirmo que él había visto en persona el Cristo en un Museo francés, al ser vendido en su momento por los ladrones a un anticuario francés que a su vez lo vendió a aquel museo. Venta que reportó el dinero suficiente para que los ladrones, falangistas para más señas, se pudieran comprar las pistolas con las que tendrían que hacer frente a la” marea republicana”. Mosén Carreras, un auténtico cruzado cristiano también se vio envuelvo en otro asunto, el de las tierras de la parroquia de Torres, reivindicadas, como propias, por el cabildo del Pilar. Historia que no vio concluida a su satisfacción al fallecer antes de concluir aquel escabroso asunto.

[32] Juan de la Cruz Martínez Gómez , Cruzada o rebelión?: Estudio histórico jurídico de la guerra de España, Zaragoza 1938, Pàgina 124., bulo que siguen manteniendo determinados foros actuales como: El Terror Rojo en España :: Foro Loco, www.foroloco.org/t5018/el-terror-rojo-en…/75/

 

 

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