Justo Pérez de Urbel o la ceguera selectiva, la extraña historia del monje benedictino Pedro de Velasco y de su hermana Juana

ANtonio-GasconPor Antonio Gascón Ricao,

Barcelona, 2012.

Sección: Artículos, historia.

 

En ocasiones como la presente, es de recibo reconocer que nada es más efímero que la investigación histórica, al tener muchas veces la obligación de tener que volver al punto de partida, incluso rectificándose a uno mismo, para poder dar un paso firme hacia adelante, como va a ser el caso actual.

De ahí que una vez más se haga de muy mal fiar de los eruditos, y más aún si en algunos casos se trata de benedictinos, tales como Benito Feijoo [1] o Justo Pérez de Urbel, [2] ,[3] de hecho dos de los más acérrimos defensores de fray Pedro Ponce de León, el supuesto “primer inventor conocido del arte de enseñar a hablar a los sordo-mudos.[4]

Afirmamos lo anterior, tras haber descubierto, gracias a las nuevas tecnologías, que ambos nos engañaron. Engaño descubierto en la actualidad gracias al uso del llamado Portal de Archivos Españoles (Pares).[5]

Portal mediante el cual hoy en día cualquier persona puede acceder de forma digital y desde 2008, a archivos hasta ahora poco menos que vedados a los mortales,[6] a causa, hasta hace muy poco, de la necesaria y obligatoria tenencia de un carnet de investigador, barrera burocrática que hoy por suerte ya está abolida, sin hablar ya de los costosos viajes de desplazamiento a cada archivo, con el consiguiente gasto de viaje y alojamiento, o el de la normal manutención, no sólo de cultura se alimenta el hombre, al estar situados estos, por la general, en lugares muy lejanos para la gente que vivimos en la periferia de este país nuestro, que es España.

Así, ahora, gracias a Pares y a un simple ordenador conectado a Internet, descubrimos que un documento titulado por Peña Marazuela,[7] la catalogadora oficial del antiguo archivo histórico del la casa de Frías, de los Fernández Velasco, Condestables de Castilla, sito en aquella época en el castillo de Montemayor, en Córdoba, “Memorial de los beneficios que la casa de San Salvador de Oña ha hecho a los Fernández de Velasco en reconocimiento de las mercedes que recibió de los Condestables”, y documento que en 1973 fue renombrado por el historiador benedictino Pérez de Urbel, ignoramos el por qué, como “Relación del Monasterio de Oña con la Cassa de Velasco”,[8] resulta ahora que, el dichoso documento en realidad se titulaba:

“Memorial de los servicios que la real casa de San Salvador de Oña ha hecho a la Ilustre y antiquísima de Velasco en reconocimiento de las muchas y grandes mercedes que ha recibido de SS poseedores de ella Condestables de Castilla: entre los quales es muy notable y singular el de Fr. Pedro Ponce fraile de ella, inventor del arte de enseñar a hablar, leer y escribir y contar a los sordomudos, como lo efectuó con don Pedro y doña Juana Fernández de Velasco, hermanos sordomudos (tachado), hijos de D. Juan de Tovar y Doña Juana Enriquez, los marqueses de Berlanga, hermanos del Condestable 5º, don Iñigo (de Tovar y más tarde, Fernández de Velasco), 4 duque de Frías, que vivieron desde los años 1545 a 1585”

Título que evidentemente es muy distinto a los dos anteriores, a los dados tanto por Peña Marazuela como por el propio Pérez de Urbel, ya que en la misma portada de dicho documento, elaborado en 1645 por el abad de Oña, fray Mauro de to Santos, ya quedaba muy claro, en el título mismo, que los alumnos sordos educados por Pedro Ponce en Oña fueron solamente, los hermanos sordomudos, don Pedro y doña Juana Fernández de Velasco, hijos ambos de los marqueses de Berlanga, tal como consta en una nota marginal, al costado de la página donde se les cita, por si quedaban dudas, diciendo así:

“Iñigo […] tuvo por hermanos a Pedro, que murió con veinte años, y a doña Juana”[9]

De ahí que surja la gran pregunta: Luego entonces de dónde salieron los nombres de Francisco o Juliana, que tan diligentemente adjudica Pérez de Urbel a Ponce, si ni el mismísimo abad de Oña los tiene en cuenta a la hora de hacer cuentas, o eso, o cien años más tarde del evento, poco o nada quedaba en el monasterio sobre la tan cacareada memoria de Ponce, y menos aún documentos fidedignos sobre su labor.

De hecho existe constancia documental de la existencia de dos hermanas más de aquellos muchachos que, al parecer, eran sordas, Bernardina y Juliana, internadas monjas respectivamente en Berlanga y en Medina del Pomar, pero según el documento citado sin trato alguno con Pedro Ponce, pues no consta como tal,[10] por el contrario ahora resulta que la tal Juana, apuntada por Pérez de Urbel, si lo tuvo, pero según aquel mismo Memorial, aunque descartada ahora otra muchacha citada también por Pérez de Urbel, Catalina.[11]

De hecho, si miramos con mucha atención, Francisco de Tovar, al cual el licenciado Lasso dedicó un Tratado, que tanta polvareda ha levantado desde 1919,[12] ni tan siquiera aparece entre los papeles de la casa Velasco, salvo a la hora de elaborar una lista detallada de todos los hijos habidos del matrimonio formado por Juan de Tovar y Juana Enríquez, primeros marqueses de Berlanga, lista que aparece en uno de los múltiples documentos que realizó su hermano Íñigo con su madre Juana Enríquez, con motivo del pago de dotes y alimentos, pero a partir de 1550.

Aunque el documento más explicito en cuanto a edades ha resultado ser uno titulado Papeles de la curaduría de Juana Enriquez sobre su hijo Iñigo de Tovar, [13] pero en cuya carpetilla figura el siguiente subtítulo, al ser una copia: “Tutela de los hijos del Sr. Marqués de Berlanga don Juan de Tovar, 3 de octubre de 1946”, y donde se da relación de los hijos, antes del fallecimiento del padre en 1545:

“…don francisco, y don pedro y doña ynes y doña Isabel y doña Bernardina, todos menores de los catorze y doce años, y don iñigo mi hijo mayor de los catorce y quince años, es mi voluntad que la doña Juana Enriquez marquesa y mi mujer sea tutora…”

En el mismo documento se habla del hijo póstumo, todavía por nacer, “y que su señora tiene en el vientre”, bebe que después se llamará Juan.

De ahí que la fama de aquel personaje, hablamos de Francisco, provenga únicamente de la propia existencia de aquel Tratado, obra del licenciado Lasso, que de hecho no sirvió, a efectos prácticos, para nada, pues la herencia familiar estaba más que clara, incluido en ella el hijo póstumo de aquel prolífico matrimonio, dado que el hijo mayor Íñigo, acabó sucediendo a su padre en el marquesado de Berlanga, y a su tío en el título de Condestable de Castilla, a las muertes sucesivas de ambos.

A la inversa que sus hermanos, ya que el segundo, Francisco, sordo de nacimiento, murió niño, y sin más pena ni gloria, mientras que Pedro, y aquí salta la sorpresa, no fue sacerdote,[14] como nosotros manteníamos en la biografía de Pedro Ponce, en buena medida fiados por las fuentes,[15] sino que se fue ordenado monje benedictino en el monasterio de San Salvador de Oña, una forma como otra cualquiera de no tener que entrar en más litigios, dadas las clausulas de los mayorazgos, y de los cuales quedaban excluidos tanto los sordos como los eclesiásticos.

Noticia última, el hecho que Pedro fue monje benedictino, que ni Pérez de Urbel, ni el franciscano Eguiluz Angoitia, fueron capaces de “descubrir”, teniendo en cuenta que ambos estuvieron trasteando los mismos papeles que ahora estamos utilizando, con posibles subrayados incluidos, motivo por el cual cabe la terrible sospecha de que a lo mejor no les interesó para nada airear el asunto, pero asunto que ya apuntaba, en cierto modo, un cronista familiar posterior, Baltasar de Zúñiga,[16] pero sin añadir más detalles al tema.

Una cuestión a tener muy en cuenta, es que en 1545, momento del fallecimiento del padre de los muchachos, Juan de Tovar, el segundo hijo, Francisco de Tovar estaba recluido, junto con su hermano Pedro, en el monasterio benedictino de San Salvador de Oña, al estar allí, según el cronista Zúñiga , por voluntad expresa del padre, ya que éste los había “entregado” voluntariamente a dicho monasterio “para que con hábito de frailes se anduvieren entre los del monasterio”, [17] o al menos eso es lo que afirmaba en sus escritos Zúñiga.

Comentario anterior que ahora se ve corroborado por el documento aparecido, mejor dicho, mejor leído e interpretado, ya que Pedro de Tovar tomó el hábito benedictino, literal (sic), el 20 de agosto de 1544, según se puede leer en una parte de aquel mismo Memorial, pero en una carta fechada en 9 de marzo de 1652, donde dice así:

“…en un libro viejo en el que se escribían los nombres de los monjes que recibían el habito: en hoja 32, esta un escrito que dice así: Don Pedro de Velasco, hijo de Don Juan de Tobar y de Doña Juana Enriquez, primeros marqueses de Berlanga, recibi el habito de nuestro Señor Benito en este real monasterio de Oña a 20 del mes de agosto del año de 1544, día de San Bernardo…” [18]

Una cuestión a resaltar es que el subrayado anterior, no es obra nuestra, sino que figura como tal, directamente, en aquel texto conservado, cuestión distinta es saber si corresponde a la época o es de un tiempo posterior, por la mala costumbre existente entre algunos de nuestros eruditos, de un años atrás, de subrayar a su libre albedrío el texto que más les interesaba, ya que en éste país nadie tenía el valor de llamarles la atención, eso si no procedían directamente a arrancar la página que les interesaba, de ahí la existencia actual de cámaras de vigilancia, en circuito cerrado, en las salas de consulta, o el uso obligatorio de lápices y no de bolígrafos o plumas, como medios de evitar lo comentado.

Conocido ahora lo anterior, las especulaciones y cábalas que nos llevamos los dos autores de la monografía de Pedro Ponce, no sirven de nada, y por lo mismo también la rectificación actual, ante el contenido de aquel apunte.

Por otra parte, y al no conocer todavía la edad real de Pedro en aquel año de 1544, lo intentamos averiguar de forma infructuosa en aquella misma monografía, no se debería descartar el hecho de que Pedro era muy niño, pues debería andar por los doce años, detalle que en cierto modo da sentido a la frase de Zúñiga, “para que con hábito de frailes se anduviere entre los frailes del monasterio”, o que Lasso testificara su presencia en el coro de Oña acompañando a los monjes, del mismo modo que habrá que reafirmar que no consta el mismo detalle en el caso concreto de Francisco, y por tanto, si no apareció tras la búsqueda del abad, en su intento por complacer al marqués de Priego, da en suponer que no debió ser así.

Lo decimos porque dicho Memorial, no se circunscribe únicamente y como se podía pensar al asunto anterior, sino que abarca un total de 21 imágenes virtuales, la mayoría dobles, lo que representa que contiene unos 40 folios distintos, o sea mucho texto, abarcando cartas e informes que abarcan desde 1645 a 1834, pues dicho legajo se había iniciado con una carta del sordo marqués del Fresno,[19] al abad de Oña, pidiéndole detalles y noticias de sus parientes, y de ahí el sucesivo cruce de cartas donde Mauro de do Santos va añadiendo detalles de todos los Velasco que han tenido relación, de una forma u otra, con el monasterio.

Y justamente, después de una exhaustiva búsqueda, según explica el propio abad, la última noticia sobre ellos resulta ser el asiento de profesión de Pedro de Tovar como monje benedictino.

Del mismo modo que habrá que advertir que es en el mismo Memorial donde aparece la famosa relación de donaciones al monasterio por parte del ya Condestable Íñigo, a modo de compensación por la labor que Pedro Ponce había realizado con sus hermanos, relación aquella que destacó en su obra Pérez de Urbel, sin ver, unas páginas más adelante, el párrafo hoy comentado.

Del mismo modo que Pérez de Urbel no comentó tampoco que en el mismo Memorial hay una consulta sobre alcabalas[20] y la Ley de Tolerancia de 1504, al parecer por petición de algún escribano de la Casa de Tovar, realizada el 27 de febrero de 1649.[21]

Expediente o legajo de aquel Memorial que concluye con una carta ajena a aquella historia, firmada por un tal Vicente de Burgos,[22] pidiendo favores a gente de la Corte, en la época de Fernando VII, concretamente a un tal José Gónzalez de Roby, para que pida en su favor a José García de León y Pizarro, miembro de la casa de Frías y antiguo secretario de estado de Fernando VII, entre 1812 y 1818, momento este último en que tuvo que llevar a cabo acciones diplomáticas -fracasadas- para intentar evitar la emancipación de las colonias españolas en América, en lo que parece un error de algún archivero posterior, y el mismo Memorial donde aparece el famoso párrafo, “Y los libros [con los que se les enseñaron] se conservan en el Archivo con los caracteres de las letras”, que tanta tinta ha hecho correr, o donde también se descubre que el tal Mauro de do Santos, abad de Oña, era, cómo no, un humilde vasallo de los Velasco, como muchos de su familia y además de unas cuantas generaciones atrás.

Detalles todos, los anteriores, que se le pasaron por alto a Pérez de Urbel, o mejor dicho a su alumna de Esther Auricenea de Bergareche, de soltera Auricenea Garitacelaya porque el autor del libro tan renombrado sobre Pedro Ponce no fue don Justo Pérez de Urbel sino aquella alumna, que defendió sus tesis en 1959. Detalle que aportó el mismo Pérez de Urbel en 1967, o sea muchos años antes de editar su obra, [23] pero curiosamente olvidando volver a recordarlo en su obra capital de 1973.

Contrastada la Tesis Doctoral de Esther Auricenea que, defendió en 1959 –y que sólo mereció la calificación de “notable”, lo que resulta, cuando menos chocante con los usos académicos, de considerarse la evidente influencia que tuvo del director de la Tesis, ya que resultó ser el mismísimo Pérez de Urbel, la originalidad del tema tratado, la dificultad de la investigación emprendida y las terminantes conclusiones extraídas-, tiene el mismo título de “Pedro Ponce de León y el arte de enseñar a hablar a los mudos”, y cuyo extracto se conserva actualmente en la Biblioteca de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, ref. R-5511, D 376.33 (AUR)],[24] junto con el artículo de 1967 y con el libro de 1973, ambos de Pérez de Urbel, donde resulta que éste “fusiló” en ambas publicaciones propias, literalmente y a placer, tanto en aciertos como en errores, aparecidos en la citada Tesis Doctoral de Esther Auricenea, añadiendo luego datos de su propia e imaginativa cosecha, una constante entre muchos autores del campo de la sordomudistica, como por ejemplo, Miguel Granell Forcadell.

En resumen, Eguiluz Angoitia o Pérez de Urbel no han resultado ser tan minuciosos como cabría esperarse de ellos, de tenerse en cuenta que nos hemos limitado a seguir sus huellas, eso sí gracias a Pares, desmontando con ello otra “leyenda “ más de la compleja historia de Fray Pedro Ponce

 Notas

[1] Feijoo y Montenegro, Benito, Teatro Crítico Universal, Madrid, 1726-1740, y Cartas eruditas y curiosas, Madrid, 1742-1760.

[2] Fray Justo PÉREZ DE URBEL Y SANTIAGO, O.S.B., nació en Pedrosa del Río Urbel en 1895. Ingresado en 1907 en el monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos, profesó en 1912, siendo ordenado en 1918. En 1925 inició la producción de libros sobre Hagiografía, Historia, Liturgia y Arte. Falangista notorio y adicto al Régimen franquista, en 1958 fue nombrado primer abad mitrado de la Abadía del Valle de los Caídos, cargo al que renunció en 1966 por motivos de salud. Falleció en 1979. En su haber, 71 libros y más de 700 artículos, reseñas y traducciones.

[3] Justo Pérez de Urbel (1967), “Fray Pedro Ponce de León: el inventor del arte de hacer hablar a los mudos”, en “Revista de Educación”, julio de 1967, pp. 5-17; Pérez de Urbel (1973): Fray Pedro Ponce de León y el origen del arte de enseñar a hablar los mudos. Madrid.

[4] En la voz “Ponce, Pedro”, Biografía eclesiástica completa. Vidas de los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento, de todos los santos… papas y eclesiásticos célebres… en orden alfabético”, bajo la dirección del Sr. D. Basilio Sebastián Castellanos de Losada, revisada por una comisión nombrada por la autoridad superior eclesiástica, Madrid, 1850, tomo VIII, Imprenta de Eusebio Aguado.

[5] http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet

[6] Aranzazu Lafuente Urién, Los archivos nobiliarios: Formación y Conservación. La Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. Ver en http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/29/92/03lafuente.pdf

[7] Peña Marazuela, M.ª Teresa de la, y León Tello, Pilar (1995): Inventario del Archivo de los Duques de Frías. Madrid: Vol. I. Casa de Velasco.

[8] Pérez de Urbel (1973a), “Fray Pedro Ponce de León …”. ob. cit., ed. cit., p. 256-, fechado en 4 de abril de 1645, en Archivo Duques de frías, (ADF), ms. 1.010, leg. 90, fol. 5 bis.

[9] Sección Nobleza, Archivo histórico Nacional, FRÍAS, C.402.D.17-18-7 – Imagen núm.: 7 / 21

[10] Gascón Ricao, A. y Storch de Gracia y Asensio, J. G. (2006): Fray Pedro Ponce de León y los antiguos mitos sobre la educación de los sordos, Editorial universitaria Ramón Areces, Colección “Por más señas”, Madrid, pp. 157- 158.

[11] Justo PÉREZ DE URBEL (1973a), “Fray Pedro Ponce de León …”. ob. cit., ed. cit., p. 40, y anexo XI, p. 246. Tal como afirma EGUÍLUZ ANGOITIA, “Fr. Pedro Ponce de León…”, cit., ed. cit., p.193, nota 32, en el “Compendio genealógico de la Noble Casa de Velasco”, conservado en la Real Academia de la Historia (RAH), Colección Salazar, ms. B-87, 43r-45r, no se menciona para nada a la tal Catalina, que tampoco aparece en las dos relaciones familiares siguientes: “Relación y advertencias de mi Señora la Marquesa de Berlanga del Mayorazgo que dejó” – cit. por Justo PÉREZ DE URBEL (1973a), “Fray Pedro Ponce de León …”. ob. cit., ed. cit., p. 261- y “Escritura de compromiso de don Íñigo de Tovar sobre alimentos y dotes que había de dar a sus hermanos”, en AHN, Clero, leg. 1.235.

[12] Licenciado Lasso (1550): Tratado legal sobre los mudos por el Licenciado Lasso. Madrid, 1919, adiciones y notas a cargo de Álvaro López Núñez.

[13] Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional,   FRIAS, C.309, D. 16-23. 1545-01-01 / 1550;

[14] Gascón Ricao, A. y Storch de Gracia y Asensio, J. G. (2006): Fray Pedro Ponce de León y los antiguos mitos sobre la educación de los sordos, Editorial universitaria Ramón Areces, Colección “Por más señas”, Madrid.

[15] Gascón Ricao, A. y Storch de Gracia y Asensio, J. G.: Fray Pedro Ponce de León y los antiguos mitos…, op. cit., pp. 155-156.

[16] Zúñiga, Baltasar de “Sumario de la descendencia de los Condes de Monterrey”, BN, Manuscrito nº 13.319, fols. 137-138.

[17] Es de notar que la ley 4ª, Tít. VII, Part. I señalaba, con respecto a la edad para ordenarse, que “… ha menester que el varón haya catorce años, o dende arriba, y la mujer doce, para recibir la orden, e si antes de esta edad sobredicha entrasen en ella, pueden salirse si quisieren maguer [aunque] hubiesen hecho profesión. E esto es porque no son de edad para valer lo que hicieren. Mas si después que llegaren a esta edad, hiciesen profesión, o estuviesen [en ella] un año después de este tiempo, en adelante non pueden ende salir, e si el padre o la madre metieren a su hijo, o a su hija en orden, antes que haya edad, non pueden salir ende, hasta que entren en quince años…”. Así, pues, hasta el cumplimiento de esta última edad, los novicios se hallan en una situación especial de “pupilaje conventual”, pudiendo entonces profesar, si no lo hubieran hecho antes, confirmar la profesión hecha o revocarla, abandonando en este último caso la orden y retornando al siglo, cosa que al parecer Pedro no hizo.

[18] Imagen 15, AHN, Frias C.402 D 18.

[19] El marqués del Fresno, es el hijo sordo de Juan Fernández de Velasco, el jefe de Juan de Pablo Bonet, y posible alumno del propio Pablo Bonet.

[20] La alcabala fue el impuesto más importante del Antiguo Régimen en la Corona de Castilla y, desde luego, el que más ingresos producía a la Hacienda real.

[21] Los Códigos Españoles, anotados y concordados, Novísima Recopilación de las Leyes de España, tomo noveno, Madrid, 1850, p. 459, Ley 20. tit. 17. Hb. 9. R.J LEY IX. — No puedan prescribir las alcabalas los que las tengan por tolerancia, ó sin Tílulo válido. D. Fernando y D. Isabel, en Medina del Campo á 10 y 24 de Noviembre de 1504; Imagen 16-17 y 18, AHN, Frias C.402 D 18.

[22] No confundir con el conocido y afamado traductor franciscano del siglo XVI, fray Vicente de Burgos,

[23] Justo Pérez de Urbel (1967), “Fray Pedro Ponce de León…” , art. cit., en Revista de Educación, cit., p. 11, nota 28.

[24] Ver también citas sobre dicha tesis en: Revista de la Universidad Complutense, Volumen 8, Madrid, 1959; Nueva revista de filología hispánica, volumen 16, Colegio de México. Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, México, 1962.

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