Laurent City y la utopía Sorda

Alejandro OviedoPor Alejandro Oviedo,

Berlín, 2006.

Sección: Artículos, Cultura sorda.

 

A principios del año pasado, un grupo de Sordos estadounidenses dio a conocer su proyecto de fundar una ciudad donde la lengua oficial fuera la ASL, y todo estuviera diseñado según un esquema orientado visualmente. El grupo es liderado por Marvin Miller, un Sordo egresado de Gallaudet que dirige el diario Deaf Nation, uno de los más leídos por la comunidad Sorda de ese país. La proyectada ciudad ha sido llamada “Laurent City”, en honor a Laurent Clerc, el maestro Sordo francés que en 1817 fundara, junto a Thomas H.Gallaudet, la primera escuela para niños sordos de Estados Unidos.

El grupo, que se denomina The Laurent Institut, informa en su página web (http://www.laurentsd.com/ –Nota del autor: la página lamentablemente ya no está en la red), que ya se han dado los pasos legales para la constitución del asentamiento (en el Estado de Dakota del Sur), que existen ya diseños arquitectónicos iniciales y que se está reuniendo dinero para la compra de los terrenos. Hay asimismo una lista de 161 familias e individuos que se han preinscrito como futuros habitantes del poblado.

Foto: Cortesía M. T. Miller
Un plano de la proyectada ciudad (Cortesía M. T. Miller)

La utopía Sorda

El sabio inglés Sir Thomas More (usualmente castellanizado como Tomás Moro) publicó en 1516 un libro llamado Utopía, que fue muy celebrado en su época y en los siglos posteriores. More describía en su libro una sociedad fantástica, ubicada en la isla llamada “Utopía”. En griego, utopos significa “el lugar que no existe”. El pueblo de Utopía, en el relato de More, tenía formas sociales mucho más avanzadas que las europeas de su tiempo, y sabía vivir en completa armonía y paz. Ya Platón, mucho antes que More, había recurrido a la invención de una sociedad fantástica (Atlantis) para explicar sus ideas políticas. El libro de More logró despertar en muchos intelectuales la idea de darle forma al sueño de un mundo mejor. No poco de eso significaba para los europeos del Siglo XVI el continente americano, que era para ellos la fantasía de escapar del hambre, las guerras y la decadencia europea y fundar un mundo nuevo. Esa es la utopía .

Los Sordos, constantemente sometidos a las dificultades de comunicación en un mundo estructurado a partir del sonido, sueñan con un lugar donde todos sepan la lengua de señas, para que desaparezcan las barreras comunicativas. Es ese el atractivo que tienen las grandes reuniones de Sordos: un mundo a escala diminuta donde la comunicación cotidiana con los demás no es vista como algo complicado y lleno de límites.

Pero los encuentros de Sordos son siempre breves. Duran horas, a lo sumo días, y no tienen una dimensión propia de la vida diaria. Hay pocos lugares en el mundo que ofrezcan la posibilidad de comunicarse en lengua de señas de modo permanente y cotidiano. La Universidad de Gallaudet, por ejemplo, es uno de ellos. Quienes han pasado por allí disfrutan enormemente del sencillo acto de comunicarse sin barreras en el correo, en la biblioteca, en el restaurant, en la oficina de administración; de pedir u ofrecer información al que pasa en lengua de señas, etc. Es esto lo que hay en el origen del proyecto de Laurent City, la utopía de vivir en una ciudad que ofrezca soluciones para los problemas que uno enfrenta en un mundo que no considera lo bastante justo.

La utopía Sorda, ese lugar ideal donde los Sordos pueden comunicarse sin barreras, no es nueva ni exclusiva del grupo de Laurent City. Hay varios ejemplos históricos (permítaseme la licencia) de tales utopías, y ya antes, en Estados Unidos, hubo quienes tomaron iniciativas para concretarlas. Veamos primero cuáles son esos ejemplos históricos.

Las sociedades bilingües 
en una lengua de señas y una hablada

Ya en varios textos ofrecidos por esta publicación electrónica he contado los casos de algunos pueblos del mundo en los cuales, por razones genéticas, han nacido muchos más niños sordos que los que se esperan en condiciones usuales (no más de 1 por cada mil nacimientos). Cuando esta tasa se supera en una población pequeña, hay condiciones para que varios sordos convivan y creen una lengua de señas que el resto de pobladores oyentes aprenda y use junto a la lengua hablada del grupo. Eso ha sido observado y descrito entre los urubú‐kaapor (una población indígena del Brasil); en la aldea de Adamorobe (Ghana); en la aldea Desa Kolok de Bali (Indonesia), en la Isla de Providencia (Colombia), entre los beduinos del desierto de Néguev y en la isla estadounidense de Martha ́s Vineyard. En todos esos casos, se trata de pequeñas poblaciones, relativamente aisladas por sus condiciones geográficas (viven en islas, en desiertos, en lugares selváticos)

Esos ejemplos, al menos considerados de modo general, constituirían la concreción de la utopía Sorda: todos los habitantes oyentes de la aldea dominan, en mayor o menor grado, la lengua de señas, de modo que los Sordos no están limitados para comunicarse con nadie en el poblado. En esos lugares se reporta, asimismo, que la población Sorda es plenamente aceptada por el resto, y que no tienen limitaciones particulares para acceder al trabajo, el matrimonio, etc.

Otra forma, ligeramente diferente, de la “utopía” Sorda, en Kano, Nigeria

Los ejemplos citados arriba parecen ser demasiado “utópicos”, esta vez en el sentido de irrealizables, en el marco de una ciudad grande. En una ciudad como Berlín, por ejemplo, donde 4 millones de personas oyentes conviven con unos 5000 Sordos (una proporción cercana al 1000 ‐ 1), es poco objetivo pensar que la mayoría pudiera verse motivada a aprender la lengua de la minoría, al punto que la comunidad Sorda pudiera contar con un espacio comunicativo lo bastante grande como para ser satisfactorio.

Constanze Schmaling (2000), una investigadora oyente alemana que ha pasado largos períodos entre los Sordos de Kano, en Nigeria, reporta un tipo diferente de utopía Sorda. En Kano vive el pueblo hausa, que es afecto a usar una rica gestualidad paralingüística en sus conversaciones. Mover las manos y hacer expresiones faciales adecuadas a lo que se va diciendo es apreciado positivamente en ese pueblo. De ese modo, cuando los Sordos se encuentran con oyentes en la cotidianidad, como es el caso del mercado, por ejemplo, la rica gestualidad a que están acostumbrados los oyentes les permite altos niveles de interacción con los Sordos, que pueden así regatear en las compras, y hacer pedidos o reclamos sin mayores dificultades. Ejemplos similares parecen ocurrir en algunos otros pueblos africanos[1].

Se trata de un caso en el que la población Sorda tiene posibilidades mucho más altas de lograr una comunicación rica con el entorno mayoritario, pero que no pasa por la poco probable circunstancia de que la mayoría oyente se sensibilice y se motive a aprender la lengua de la minoría Sorda.

John James Flournoy y el país Sordo

John James (o Jacobus) Flournoy fue un Sordo estadounidense que vivió entre 1808 y 1879. Alrededor de 1856 propuso la creación de un territorio autónomo para los Sordos en Estados Unidos.

Flournoy fue un personaje excéntrico, acusado de locura, que acostumbraba publicar artículos en periódicos locales o panfletos para exponer sus ideas sobre la vida. Sus biógrafos comentan que decidió voluntariamente internarse en un manicomio, declarándose a sí mismo enfermo mental, pero que poco después decidió salir de él, luego de haber reflexionado que sus peculiares maneras eran producto de la genialidad y no de la locura.

Entre las ideas que proclamaba Flournoy estaban también la abolición del sistema jurídico y la introducción del linchamiento como institución; la expulsión de todos los negros del territorio usamericano; y la introducción de la trigamia: cada hombre debía tener tres mujeres.

Las ideas de Flournoy pueden sonar hoy escandalosas, pero muchas de ellas eran compartidas por sus paisanos blancos del Sur de los Estados Unidos en esa época. donde habitaba Flournoy. Pero la idea por la que este personaje es mayormente recordado hoy es la primera: su propuesta de crear una Deaf Commonwealth en el oeste de Estados Unidos, con estatus de región autónoma.

Tal idea, que tuvo el apoyo de muchos entusiastas en la época, no logró ponerse sin embargo en práctica, porque no logró el soporte de la mayoría dentro de las asociaciones nacionales. Cabe añadir que la idea de nación Sorda de Flournoy estaba también marcada por los prejucios nacionalistas y racistas que tipificaron la organización social de los Estados Unidos en esa época: ni los Sordos negros ni los inmigrantes Sordos no blancos tenían cabida en el proyecto. Es interesante comparar el fracasado plan de Flournoy con otro, que sí tuvo éxito, que fue, a principios de la década de 1860, la expulsión disfrazada de más de 11.000 ex‐ esclavos negros de los Estados Unidos hacia Africa, donde se los mandó bajo la bandera de fundar su propia nación, Liberia, en territorios adquiridos para ello por estadounidenses blancos que querían deshacerse de la población negra del país.

La idea de Flournoy había sido también antes sugerida en Francia por el Abad Roch Ambroise Sicard, quien llegó a especular acerca de la creación de una “nación de Sordos” en la que la lengua de señas y una cultura Sorda pudieran florecer en situaciones similares a las que hay en las sociedades oyentes (Ree 2005). Laurent Clerc, ya viejo, fue un entusiasta defensor de la idea de Flournoy, que había compartido ya antes con su maestro Sicard. Clerc también había acariciado la idea de darle una dimensión geográfica a la comunidad Sorda, para lo cual había incluso comprado terrenos, con la idea de que los ex‐alumnos de Hartford construyeran un vecindario de Sordos donde pudieran vivir en cercanía mutua (Lane 1984:274).

La idea del país Sordo, un espacio autónomo donde los Sordos gozaran de la autonomía política y constituyeran sociedades ideales, no es objetivamente realizable debido a elementales limitaciones biológicas: no hay una continuidad familiar garantizada en la comunidad Sorda, ya que los niños de familias Sordas, en un porcentaje cercano al 100%, nacen oyentes. En tales condiciones no habría otra garantía de mantener estable la población de esa nación ideal que a través de la inmigración constante, lo que conduce a su vez a otro problema: los Sordos inmigrantes traerían consigo sus propias lenguas y culturas locales, y tal vez no estarían dispuestos a renunciar a ellas. Y en el mundo actual, es poco probable que un poblado Sordo erigido en un país determinado sea autorizado a recibir sin restricción inmigrantes extranjeros.

Laurent City

El proyecto de Laurent City no es idéntico a los que he referido hasta ahora. A diferencia de las comunidades aisladas con una población bilingüe en lengua hablada y lengua de señas, Laurent City se propone surgir conscientemente como un proyecto comunitario cuya vida cotidiana esté visualmente orientada, para ser lo más accesible y amigable posible a los Sordos. No persigue negar el mundo del sonido, sino organizarse en función de los usuarios de ASL: como afirman en su página web, los creadores de Laurent City esperan que la población más numerosa de la ciudad esté constituida por oyentes padres de niños sordos, que se mudarían a ella para ofrecerles a sus hijos el entorno de comunicación más rico y accesible que pudieran conseguir en ninguna otra parte.

Y a pesar de que Laurent City se quiere separada de otras ciudades, sus planificadores no se plantean aislarse geográficamente: quieren estar en cerca de las dos ciudades más grandes del Estado de Dakota del Sur. Y de Laurent City no se excluye a los oyentes, a los cuales solo se les exigiría aprender o saber ASL, si quieren vivir en el poblado (aquí hay un problema legal para los planificadores de Laurent City, ya que la constitución de Estados Unidos prohibe la discriminación por razones lingüísticas, lo que hace imposible, al menos legalmente, supeditar la permanencia de alguien en un sitio al uso de una lengua determinada).

Las voces a favor y en contra de la iniciativa de Miller y sus compañeros abundan en internet. Unas claman que el proyecto corporeizaría el sueño de muchos Sordos de vivir una vida cotidiana normal, en la que pudieran conversar con el vecino, con el cartero y con el panadero en su propia lengua, y participar en las decisiones locales sin limitaciones. Otras claman que solamente se estaría reproduciendo la misma actitud de exclusión que los Sordos lamentan en la sociedad oyente, pero ahora invirtiendo los roles de poder.

Es, de cualquier modo, un interesante experimento social, a cuya evolución voy a estar atento. Sus promotores no cesan en su esfuerzo, y declaran seguir trabajando para ponerlo en práctica. Es este un capítulo muy interesante del empeño de la “muy adaptable subespecie Sorda de la raza humana” (la frase es de John the Deaf, del blog Deaf in the City) por sobrevivir en un mundo casi siempre hostil.

 

Fuentes:


Lane, H. (1984) When the Mind Hears. New York: Pelikan

Deaf in the City, blog: http://surdus.blogspot.com/2005_03_01_archive.html (visitado el 26/11/06)

DiarioSigno: El futuro de Laurent City se debate en la red. Artículo publicado el 13/05/05. http://www.diariosigno.com/noticia.php?ID=3356 (visita hecha el 25/11/06)

The Laurent Institut: http://www.laurentsd.com/ (visitada el 26/11/06)

Ree, J. “Deaf Nationalism” En Dizionario della Lingua Italiana dei Segni, en la página web http://www.dizlis.it/modules.php?name=News&file=article&sid=1678 (visitada el 26/11/06)

SHQ Online: La vida de John James Flournoy. (visitada el 26/11/06): http://www.tsha.utexas.edu/publications/journals/shq/online/v047/n2/review_DI VL3682.html

Steuteville, R. “New urbanists design town for deaf” En: New Urban News (abril‐mayo 2005): http://www.newurbannews.com/LaurentInsideApr05.html (visitada el 25/11/06)

Davey, M. 2005, «As Town for Deaf Takes Shape, Debate on Isolation Re-emerges». New York Times, http://www.nytimes.com/2005/03/21/national/21deaf.html?_r=1&

Notas:

[1] Comunicación personal del autor con el Dr. Aderemi Raji‐Oyelade (Universidad de Ibadan, Nigeria) en Berlín, mayo de 2006.

 

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