Caracas, 2015.
Sección: Artículos, cultura sorda.
El texto que sigue a continuación apareció originalmente publicado en
Cruz Cruz, Johan Cristian, Margarita Moreno-Bonett, Rosa María Álvarez González y Javier Torres Parés (coords.), La Comunidad Sorda y sus derechos lingüísticos, Ciudad de México, México, Facultad de Filosofía y Letras/Facultad de Derecho/Instituto de Investigaciones Jurídicas/Universidad Nacional Autónoma de México, 2014. (ISBN. 978-607-02-6133-6).
Se reproduce con la venia de la autora y los editores.
RESUMEN
El objetivo fundamental de esta investigación estuvo centrado en la construcción de una teoría singular sobre la Comunidad Sorda de Caracas a partir de una narrativa que permitiera adentrarse en los imaginarios simbólicos que como grupo lingüístico minoritario han desarrollado, siendo la lengua de señas la columna vertebral en la transmisión de valores, creencias y percepciones en torno al mundo que poseen. Una lengua con características propias que le dan un sello de diferencia en su vida como sordos. La metodología empleada se ubica en el paradigma cualitativo de investigación, bajo un enfoque etnográfico. Como técnicas para la recolección de los datos se emplearon la entrevista en profundidad y la observación participante. Los participantes estuvieron constituidos por un grupo de 15 personas sordas adultas.
Palabras clave: comunidad sorda, lengua de señas, imaginario simbólico, narrativa, minoría lingüística.
THE SIGN LANGUAGE OF THE DEAF LIFE OR THE RIGHT TO BESPEAK YOUR REALITY
ABSTRACT
The main objective of this research was focused on building a unique theory about the Deaf Community in Caracas from a narrative that would delve into the symbolic imaginary as minority language group have developed sign language being the backbone in the transmission of values, beliefs and perceptions about the world they have. A language with its own characteristics that give a stamp of difference in your life as deaf. The methodology is located in the qualitative research paradigm, under an ethnographic approach. As techniques for data collections were used in-depth interviews and participant observation. Participants were constituted by a group of 15 deaf adult.
Keywords: deaf community, sign language, symbolic imagery, narrative, linguistic minority
“…Nadie, supongo, admite verdaderamente la existencia real de otra persona.
Puede conceder que esa persona está viva, que siente y piensa como él;
pero habrá siempre un elemento anónimo de diferencia, una desventaja materializada….
Los demás no son para nosotros más que paisaje y casi siempre, paisaje invisible de calle conocida”.
Fernando Pessoa
INTRODUCCIÓN
La sordera, aún hoy en día, sigue constituyendo un fenómeno con múltiples caras que dan cuenta de su complejidad. Ya no se asume sólo desde una perspectiva médica o educativa, sino que su comprensión va más allá de lo tradicional, hasta bordear aristas de naturaleza: lingüística, psicológica, sociológica, antropológica, filosófica, ética, sociológica, antropológica, cultural y política. Aunado a esta intrincada red de relaciones, aparecen las miradas que se hacen desde una óptica oyente y desde la posición de los sordos. Todo este complicado escenario pone en evidencia múltiples nudos gordianos que muestran la necesidad de seguir en la búsqueda de nuevas interpretaciones, de lo que supone la esencia misma de ser sordo.
En lo que sí parece tenerse certeza, es en el hecho de que los sordos constituyen una comunidad particular, por la presencia de una lengua y una cultura con características singulares. Así emerge la afirmación, exhaustivamente comprobada, que ellos constituyen un grupo lingüístico minoritario, en el que la lengua de señas se erige como el elemento aglutinante que les confiere una identidad única.
Con estas coordenadas como brújula orientadora se emprende el estudio aquí contenido. Esto es penetrar ese mundo de significaciones que han recreado como grupo lingüístico, a partir de una narrativa tejida de sus testimonios, como actores principales de su vida, en la posesión de una lengua con singularidades propias, que le confiere una cosmovisión también única.
RUTA METODOLÓGICA
La investigación desarrollada es de naturaleza eminentemente cualitativa, dadas las características de su objeto de estudio. Esto es una realidad humana compleja como lo es la comunidad sorda. De allí, que se planteara un abordaje interdisciplinario y multidimensional, que permitiera la comprensión e interpretación de su universo simbólico. Por las razones esbozadas, se empleo el método etnográfico sustentado en el Interaccionismo Simbólico. Ello implicó una confluencia en los marcos de referencia tanto del investigador, como del sujeto cognoscente. Es generar una interpretación de la realidad siendo sordos como comunidad lingüística en la que se interceptan sus valores, creencias y conocimientos previos. Esto entendido como el mundo de la vida, cosmos compartido y puente intersubjetivo en el que se construye un universo simbólico (Schutz, 2001).
Es así que, que entran en una estrecha vinculación los universos simbólicos de los actores para interpretar y construir una realidad particular; un mundo de la vida que se activa y se pone de manifiesto con los Otros. Un mundo de la vida asumido como “una realidad que modificamos mediante nuestros actos y por otro lado modifica nuestras acciones” (pág.23).
Desde este prisma de la intersubjetividad, es solo posible asimilar una realidad humana tan multifacética y compleja como la de los sordos. De allí que la fenomenología emerja como la orientación filosófica más ajustada para interpretarla. Es decir “estudia los fenómenos tal cual como son experimentados por el ser humano” (Sandoval Casilimas, 1996). Desde el punto de vista epistemológico, lo que importa es desarrollar lo que es significativo para los actores a través de sus sentimientos, percepciones y vivencias.
Así, Gadamer (1984) argumenta que las vivencias son algo más puntual que una experiencia momentánea, estarían ligadas con la vida completa de las personas. En otras palabras, es “una representación del todo en la vivencia de cada momento” (pág.105). De tal manera que, “lo vivido es siempre vivido por uno mismo” De lo cual se desprende el concepto de vivencia como la base epistemológica para el conocimiento de las cosas objetivas. Por lo antes expuesto, se destaca que esta investigación permitió apoderarse de una mirada, sustentada en las vivencias que como sordos han tenido y que constituyó el epicentro de la teoría desarrollada, siendo una de esas aristas, la lengua de señas. En otras palabras, el matiz fenomenológico viene dado por esas vivencias como Sordos. La vida siendo Sordos y narrada por ellos mismos.
Para emprender la ruta metodológica descrita, se seleccionaron los instrumentos propios de una investigación etnográfica como son: la observación participante y la entrevista en profundidad. En cuanto a la primera, ésta representa el eje rector ligado al quehacer antropológico. Ella puede ser definida como “un periodo de interacciones sociales intensas entre el investigador y los sujetos en el medio de éstos últimos” (Álvarez-Gayou, 2003:15). Durante el transcurso del mismo, la información que recoge los datos es sistemáticamente recolectada. Taylor y Bogdan (1987) señalan que los observadores deben penetrar personalmente en la vida de las personas y compartir sus experiencias. En el sentido descrito, supuso el acceso a los lugares más comunes frecuentados por la comunidad sorda de Caracas.
En cuanto a la entrevista en profundidad, representó otro de los bastiones que sustentaron el estudio. Ella facilitó captar las intenciones, sentimientos y vivencias de los informantes, a través de su lengua como recurso lingüístico invalorable. Así, la lengua de señas emergió como un aspecto medular en la interpretación de su realidad como Sordos. Cabe destacar que en esta investigación estuvo se conto con la colaboración de 3 intérpretes de lengua de señas venezolana (LSV).
PARTICIPANTES
Los actores de este estudio, se ajustaron a un proceso de selección que se orientó bajo el llamado muestreo teórico, propuesto por Glaser y Strauss (1967). Entendido como el proceso de recolección de datos que permite la generación de teoría a través de sucesivos estadios. En otras palabras, supuso escoger a los participantes a medida que se desarrollaba la investigación, así como con los datos que emergieron, más que con base a un diseño previo. El muestreo teórico se evidencio al seleccionar a los participantes que pudieran maximizar las oportunidades en el análisis comparativo pero sin tener un número predeterminado.
Dicha escogencia entonces estuvo enmarcada en la participación de los actores más idóneos que pudiesen brindar una valiosa información de acuerdo con los objetivos propuestos. Esto es las personas Sordas más representativas de su comunidad, aquellos que mejor pudieran narrar sus vivencias como Sordos.
En este sentido, los sordos participantes provienen de un estrato que puede calificarse como privilegiado en su comunidad. Unos concluyeron la primaria y el bachillerato, también otros con estudios superiores o muy próximos a finalizarlos. Por otro lado, poseen empleos estables (algunos vinculados al área educativa); hacen uso de la lengua de señas, como lengua cotidiana; participan activamente en las asociaciones de sordos en calidad de líderes, aportando valiosas opiniones y soluciones a muchos de sus problemas más comunes; tienen acceso a la información y al conocimiento; además manifiestan plena conciencia y orgullo de su condición sorda.
LA LENGUA DE SEÑAS COMO PUENTE SEMIÓTICO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CULTURA SORDA
El mundo se muestra al hombre como un caos que debe ordenar para poderlo entender, interpretar y reconstruir. Esta tarea sólo es posible por medio del lenguaje como herramienta de simbolización capaz de permitir una lectura de la realidad circundante. El lenguaje como facultad universal y eminentemente humana se concreta en lo que Duch (2002) ha definido como “apalabrar la realidad”. Es decir, el hombre se convierte en “un empalabrador eficiente de sí mismo y de la realidad” (pág.35), lo que representa un intento por humanizarse y humanizar su entorno. Vale agregar, poner nombre a todas las cosas que lo rodean. En palabras de Rumbos (2002) es “nominalizar el mundo”.
Al respecto, Cia Lamana (2007) agrega que “el hombre no sólo está cerca o junto a las cosas y los acontecimientos, sino que trata de pensarlos, darles nombre y actuar, porque al hombre las cosas le dan que pensar” (p.25). Con el lenguaje el ser humano se eleva de lo puramente sensorial a la toma de conciencia de los sentimientos y del conocimiento que le permite el proceso de simbolización. Una simbolización que caracteriza la vida del hombre y lo trasciende, tan sólo una muestra de lo dicho es que “sólo el hombre es capaz de enterrar a sus muertos y simbolizar algún tipo de despedida” (2007:17).
Por otra parte, la lengua como sistema lingüístico no sólo es el instrumento para la comunicación humana, sino que constituye un hecho de naturaleza social. Más aún, la lengua constituye el elemento aglutinante o la malla lingüística en la que se entreteje la cultura de un pueblo. Romaine (1996), acota que la lengua no tiene una existencia separada de la realidad social de sus usuarios. Los conocimientos acerca de la lengua y de la sociedad se entremezclan. En este sentido, Valles (2007) indica:
El aprender una lengua nos define como parte de un grupo; por ello, el aprendizaje de nuestra lengua materna implica una serie de variables culturales, sociales y lingüísticas que influyen en nuestra percepción del mundo, en nuestra forma de pensar y en la manera de vivir el presente y de reconstruir el pasado y de imaginar el futuro. (p.5)
La lengua nos moldea como individuos, nos diferencia y marca la forma como asumimos el mundo. En palabras de Chela-Flores (1998) nuestra lengua nos define y proporciona los recursos para darle sentido a la vida. Al respecto acota “somos lo que somos, no por los genes que nos formaron, sino por la visión del mundo que tenemos. Y la visión del mundo nos la da la lengua, nos la conforma la lengua y la transmitimos por la lengua” (p.16). Este proceso de simbolización es una actividad exclusivamente humana, un atributo de su especie, dado gracias a la lengua.
En este sentido, White (1987) sostiene que “El hombre utiliza símbolos, no existe ninguna otra criatura que lo haga. Un organismo tiene la facultad de utilizar símbolos, o no la tiene; no estadios intermedios” (p.43). Ella, es la que viabiliza tal proceso, solo posible dentro de una cultura. Ya Lorenz (1974) ponía de relieve el hecho de que “el hombre es por naturaleza un ser cultural”. Expresado de otra forma, es la construcción del mundo humano a través de lo simbólico.
Al ubicarnos en la vida de los sordos puede entenderse por qué la lengua de señas juega un papel tan decisivo en la visión del mundo que construyen. Ese apalabramiento o aparaulament (acuñado por Duch, 2002) implica para ellos darle nombre a las cosas desde lo viso-espacial. Es cómo perciben el mundo a través de la mirada o cómo organizan la experiencia de lo cotidiano por medio de lo visual; lo cual es sumamente interesante y sorprendente si se toma en cuenta la tradición de la oralidad como única vía para nombrar la realidad. Morales (2008) lo explica diciendo que la construcción del mundo en un grupo social que emplea una lengua con canales de recepción y expresión diferentes a las lenguas orales, como lo es la lengua de señas usada por los sordos, debe implicar una relación también diferente con su entorno. Aquí algunos testimonios aportados por los participantes sordos sobre esta percepción de apalabrar la realidad a través de la lengua de señas:
“Es más cómodo hablar en LS, es mi cultura, es mi identidad, es más mis sentimientos. Puedo decir todo lo que quiero, mis sentimientos.”
“Mi mamá trataba de explicarme esas cosas en lengua oral, pero no las entendía de manera superficial, me hacía falta entenderlo más profundo, más abstracto y solo era posible con la lengua de señas”.
“Si sólo me hablan lengua oral será muy difícil para el sordo entender, estructurar los conocimientos, desarrollar el pensamiento así que necesito la lengua de señas para entender las cosas, el mundo“.
Los anteriores testimonios ponen de relieve el inmenso valor que tiene la lengua materna en la vida del ser humano, sólo posible en el seno de una familia (como el primer escenario) o en su defecto, en la comunidad. En este sentido, Duch (2002) hace un paralelismo entre el aprender a hablar y el aprender a andar que hacen los niños “andar, avanzar, chocar con la realidad acostumbra a darse en el mismo tiempo que empalabrar, concretar y saborear con vocablos y expresiones la realidad; recorrer el mundo se da en paralelo con el hecho de empezar a leerlo” (p.22). Continúa explicando, que cuando por alguna causa esa “gramática de los sentimientos” (ob.cit:23), que es la lengua materna,-esa que en realidad nos da la posibilidad de empalabrarnos a nosotros mismos y empalabrar nuestro entorno- no es operativa ocurre una descolocación afectiva del individuo en su propia realidad, acompañada de la incapacidad de relacionarse consigo mismo, con los otros y con la naturaleza.
Ante el concepto propuesto por Duch, vale la pena preguntarse ¿cuál será la magnitud del daño que se ha infringido a los sordos al privarlos, por siglos, del derecho a usar la lengua de señas como lengua materna? ¿Por qué la obsesión en negar que ella constituye una lengua materna?, ¿Cómo el sordo puede empalabrarse a sí mismo, a los otros y a su entorno sin la posesión de una lengua? Al problematizar este aspecto es posible comprender la descolocación afectiva que ellos sufren al quitarles la posibilidad de adquirir su lengua materna.
De allí, que cuando uno de ellos manifiesta: “Todo yo soy señas, yo respiro señas, brotan de mi piel” o “Soy yo mismo en lengua de señas” se muestra con claridad meridiana, la importancia crucial, definitiva y trascendente que juega en su vida como sordos la lengua de señas. Más que una lengua, un código lingüístico o la posibilidad de comunicación con los otros, es su naturaleza, su esencia, es la columna vertebral de su existencia. Es la lengua de señas la que los define como sordos, la que los marca culturalmente desde lo lingüístico.
Aunado a los planteamientos anteriores, Zimmermann (1999) añade que la lengua tiene además, la función de constituir una identidad social, étnica y cultural. Razón por la cual no puede hablarse de patrones comparativos de identidades culturales calificadas como mejores o peores; también podría agregarse el criterio de eficiencia, es decir, cuando una lengua es catalogada de eficiente parece ser la lengua con mayor poder o a la inversa. Una lengua con poder o alto estatus lingüístico es considerada eficiente y representa a su vez la lengua mayoritaria.
El sistema lingüístico empleado por un grupo o comunidad de hablantes es fiel espejo de su idiosincrasia, de su forma de razonar o de su manera de entender la realidad circundante. En esta dirección, Lenkerdof (1996) asevera que “escogemos la estructura de la lengua porque pensamos que en todos los idiomas, los hablantes muestran su manera de ser, de pensar y actuar y en general lo hacen sin darse cuenta” (p.25). La lengua es la manifestación de nuestra cosmovisión, la forma como nombramos las cosas e interpretamos los acontecimientos dentro de nuestra cultura. No es casual que cada lengua tenga una estructura sintáctica y semántica particular, una forma de nombrar el mundo que se vincula directamente con su cultura.
De igual manera, la lengua de señas, como cualquier otra lengua natural, posee una estructura propia caracterizada por aspectos de naturaleza viso-gestuales que evidencian un apalabramiento particular del mundo. El sordo habla con sus manos, nominaliza el mundo con las señas de su lengua. Entre tanto, la lengua de señas es asumida como:
Un código que cumple con todas las funciones que las lenguas orales cumplen en las comunidades de oyentes. Las lenguas de señas son las lenguas naturales de las personas sordas. Estos sistemas se adquieren de manera natural, y además permiten a sus usuarios desarrollar el pensamiento de manera espontánea y cumplir con las funciones comunicativas propias de un conglomerado social (Oviedo, Rumbos y Pérez, 2004:7).
Visto de este modo, la lengua de señas es “un sistema arbitrario de señas por medio del cual las personas sordas realizan sus actividades comunicativas dentro de una determinada cultura” (Pietrosemoli, 1989:5). Vale decir, que los sordos desarrollaron y transmitieron de generación en generación una lengua cuya modalidad de recepción y transmisión es diferente a las lenguas habladas u orales. La variedad de nuestro país ha sido denominada Lengua de Señas Venezolana (LSV en adelante). Por ende, las lenguas de señas pertenecen al mismo conjunto de las denominadas lenguas naturales en el entendido que son sistemas lingüísticos creados por el hombre y usados por éste en su vida diaria dentro de un grupo específico.
Del carácter natural de las lenguas, cabe resaltar que se halla en relación con su uso para desarrollar culturalmente a distintos grupos humanos además de su capacidad creativa infinita y de la arbitrariedad del signo lingüístico ya propuesto por Saussure (1960) y no con el modo o canal de transmisión empleado. Barrera Linares y Fraca de Barrera (1999) explican que “los sordos por razones de privación escogen un sistema lingüístico diferente, no oral, pero tampoco estructuralmente distinto de las lenguas orales puesto que se basa en sus mismos principios” (1999:50).
Pérez de Arado (2005), explica que las lenguas de señas han surgido entre las personas sordas como “una respuesta creativa a una condición personal y social, revelando toda su capacidad de representación simbólica de la realidad, de la misma forma que las lenguas habladas” (p.81). Paralelo a las definiciones que la reconocen como lengua natural, han surgido ciertos argumentos que la colocan en una suerte de compensación creada por la naturaleza humana cuando se está imposibilitado de acceder al código oral. Skliar (1999) derriba esta desvalorizada percepción haciendo una aguda reflexión al respecto:
Muchos suponen que esa creación lingüística se origina porque la deficiencia auditiva les impide a los sordos acceder a la oralidad; por lo tanto, no queda más remedio que inventar una lengua. Así, las lenguas de señas parecen un consuelo y no un proceso y producto construido histórica y socialmente por las comunidades de sordos. (p.69).
Es una concepción prejuiciada del lenguaje en la que se le asocia con la lengua oral como única forma de transmitirlo. Por ende, cualquiera otra manera o vía de producción es tildada de patológica. Aquí cabe comentar lo que Larrosa (2005) cataloga como “la condición babélica del lenguaje humano” (p.81), en el sentido de la pluralidad, la inestabilidad y la confusión presente en todas las lenguas como un hecho propio de la naturaleza del hombre. Situación que conlleva a un interjuego de relaciones presentes en las lenguas humanas. Lo concibe no en singular y mayúsculas (el Lenguaje) como invención filosófica para lograr la unidad, sino por el contrario como una forma de resaltar la condición humana en lo plural.
Tal evento pone de manifiesto “que lo que hay son muchos hombres, muchas historias, muchos modos de racionalidad, muchas lenguas, y seguramente, muchos mundos y muchas realidades” (p.81). Lo anterior, parece muy pertinente de recordar, cuando se está en presencia de una constante pretensión por imponer una sola realidad, una sola lengua, un solo mundo y una sola racionalidad. El mejor ejemplo de lo expresado por Larrosa, es el caso de los sordos ya que han estado y siguen sometidos a esa pretensión social, traducida en la presión ejercida a nombre de una impuesta mayoría, ésa que detenta el poder.
Sin embargo, desde los trabajos de la lingüística pos-estructuralista se avaló el carácter de lengua natural a la lengua de señas y sus diferencias con respecto a las orales, tales como: el uso del espacio con valor sintáctico y topográfico y la simultaneidad de los aspectos gramaticales. Estos son aspectos que denotan ciertas restricciones por el tipo de modalidad viso-espacial y determinan una diferencia sustancial con las de tipo auditivo-oral. De ello, se desprende que “el lenguaje posee una estructura subyacente independiente de la modalidad de expresión, sea ésta oral o gestual. (Skliar, 1999: 64).
De modo que la lengua oral y la de señas no constituyen una oposición, sino dos canales diferentes e igualmente eficientes para la transmisión y recepción del lenguaje. En consecuencia, los requisitos de arbitrariedad, creatividad, productividad y cotidianidad están presentes en las lenguas de señas además del carácter de la doble articulación en su condición de lenguas naturales. En cuanto al primer requisito, es decir la arbitrariedad se define “cuando no existe una relación directa entre significado y significante” (Rumbos, 2002:7). La productividad radica “en los recursos morfológicos que poseen las lenguas de señas y que facilitan la introducción de nuevas palabras para codificar la información recién introducida al intercambio cultural” (Oviedo, 2000:13).
Por otra parte, la creatividad se entiende como “el repertorio finito de elementos para la elaboración infinita de mensaje” (Rumbos, ob.cit: 9). Con relación a la doble articulación, se afirma que es una de las características esenciales de los sistemas lingüísticos y establece que las lenguas están compuestas por un eficiente sistema de unidades organizadas en niveles complejos y sucesivos de organización, que permiten, a partir de combinaciones regulares, crear un número potencialmente infinito de significados a partir de un número reducido de unidades de sonido y sentido.
Es conveniente enfatizar que no hay lenguas naturales más ricas o más pobres, más abstractas o más concretas, más estructuradas o menos estructuradas. Lo que sí hay son hablantes de cualquier lengua más o menos inteligentes, más o menos informados. De igual modo, no existe una lengua de señas universal. (Stokoe 1960; Klima y Bellugi, 1979; Rumbos, 2002; Oviedo, 2003).
Ahora bien, Oviedo, Rumbos y Pérez (2004), añaden que “las comunidades de sordos desarrollan de modo independiente sus propios códigos, que difieren tanto de la lengua oral del entorno como de otras lenguas de señas.” (p.203). Skutnabb-Kangas (1991) cree que el número de lenguas de señas en el mundo puede llegar a 5.000, casi tantas como las lenguas orales.
En este orden de ideas, Oviedo (2003) indica que existen tantas lenguas de señas como países o como comunidades de sordos hayan podido crearse en el mundo. Explica que esto ocurre porque cada comunidad de sordos desarrolla a lo largo del tiempo, su propio sistema. De allí que se hable hoy en día de Lengua de Señas Sueca, Lengua de Señas Mexicana, Lengua de Señas Brasileña, Lengua de Señas Africana, etc. Sin embargo, ellas son tan diferentes como podrían ser las orales, razón por la cual se necesita de intérpretes en encuentros internacionales de sordos.
En Venezuela no se tiene, en los actuales momentos, un reporte estadístico que permita identificar el número de personas sordas que existen o cuántos son los usuarios de la LSV. Con relación a la carencia de información estadística vinculada con comunidades de sordos en nuestro país, Oviedo (2003) afirma:
Carecemos de censos en los cuales, se hayan tomado en cuenta las especificidades culturales y lingüísticas de esa comunidad, y ya que las personas sordas no conforman poblaciones relacionadas con ningún lugar geográfico (ellos viven en los mismos lugares que ocupan los venezolanos oyentes), se hace extremadamente complicado precisar su número” (p.15).
No obstante, podría especularse que su número podría estar entre diez y veinte mil personas sordas tomando en cuenta algunos datos vinculados al número de niños sordos atendidos en centros de salud público, el número de afiliados a las Asociaciones de sordos del país y las cifras generales dadas por organismos internacionales (Oviedo 2003). Un dato especialmente relevante, es que la LSV tiene el reconocimiento en nuestra Carta Magna través de la mención de los derechos culturales y lingüísticos de los sordos; acto que coloca a Venezuela como uno de los países más avanzados en materia de derechos humanos de grupos lingüísticos minoritarios.
Es oportuno recordar que el estudio de las lenguas de señas en el mundo se inicia con el trabajo de Stokoe (1960). Para ese momento, la lingüística tenía como centro de interés el estudio de las lenguas orales a través de métodos estructuralistas. Su gran aporte fue proponer un método para analizar la estructura interna de la lengua de los sordos americanos. De esta forma, demostró la existencia de un sistema lingüístico complejo que permitía afirmar la presencia de una lengua natural cuya organización y naturaleza eran diferentes a las lenguas orales pero con igual estatus lingüístico. Hecho que suscitó, en su tiempo histórico y mucho después, comentarios de escepticismo sobre si en realidad las lenguas de señas son realmente lenguas naturales o una copia sustitutiva de las lenguas orales.
Este marco referencial permite identificar el valor que adquiere la lengua de señas como elemento aglutinante de la cultura sorda. Ella constituye el primer código lingüístico del que se apropia el niño sordo en condiciones óptimas de desarrollo del lenguaje. Dichas condiciones tienen que ver con una exposición temprana a la lengua de señas que no todos los sordos alcanzan, ya que por lo general no gozan de un entorno lingüístico que les permita ese desarrollo lingüístico dentro de su familia.
Sin embargo, Barrera Linares y Fraca de Barrera (1999), indican que toda lengua comprende un complejo sistema codificado de relaciones igualmente accesible al ser humano pero aclaran que siempre y cuando esté mucho más cerca de los llamados “períodos críticos” es decir, aquellos momentos óptimos de maduración del cerebro en los que se obtiene un funcionamiento máximo del mismo para el aprendizaje incluso de segundas lenguas. Y acotan que “el hombre es el lenguaje y gracias a las lenguas naturales puede organizar y dar coherencia a la realidad” (ob.cit:50).
Esa realidad se caracteriza, se moldea por medio de la lengua. Cabe expresar que la lenguas de seña cumplen con todos los parámetros lingüísticos para ser considerada lenguas y de allí su papel fundamental en el desarrollo integral de la persona sorda. En efecto, Anzola (1989) sostiene que la capacidad del niño sordo de adquirir su lengua se muestra a través de su desempeño como hablante de la lengua de señas en el seno de la comunidad sorda. Sin embargo, dicha situación no es la generalidad de los casos, ya que más de un 90% de niños sordos provienen de hogares oyentes en los que no representa una lengua materna para ellos, entendida como “el sistema lingüístico que por contacto generalmente adquiere el niño entre los 12 meses y los 5 años” (Serrón, 1993:31).
Aunado a todo este panorama, en ocasiones desalentador, la mayoría de los niños sordos no tienen garantizada la lengua de señas como primera lengua por cuanto sólo los sordos hijos de sordos pueden acceder a ella como primera lengua y como lengua materna. La referida situación subraya la relevancia que adquiere la escuela como el ámbito más significativo para su adquisición en los niños sordos que provienen de hogares oyentes en los que no se ha empleado habitualmente este código lingüístico.
Lo descrito coloca sobre el tapete de la discusión, la amenaza constante sobre la garantía de sus derechos lingüísticos, situación que va más allá del reconocimiento de la lengua de señas en la constitución de cada país. De tal modo que la comunidad sorda tiene plena conciencia del papel sustancial y primario que posee su lengua en la construcción del mundo y muestra de ello son los siguientes testimonios:
“Es verdad, es la lengua con la que se puede entender el mundo, recibir información, recibir conocimientos, expresar tus sentimientos, ideas y emociones”.
“Creo que es muy importante la formación de los padres en LSV, es lo más importante de todo”
“Hasta los cuatro años diría yo, es fundamental para comprender el mundo, para construir el mundo. Es más fácil para un bebé, un niño pequeño sordo desarrollar movimientos con las manos que aprender a hablar. Es natural”.
“Creo que lo fundamental es que aunque sean familias oyentes o sordas la comunicación debe ser en lengua de señas”
“La lengua de señas es muy importante para mí como persona sorda porque me permite comunicarme, razonar, pensar, buscar información, entender la religión. Si no hubiera sido por la lengua de señas todo para mi hubiera sido muy difícil”
“Se pierde mucha información cuando es en forma oral. Los significados solo los puedes construir con la lengua de señas”
“La lengua de señas debe ser la lengua que se hable en todas las escuelas de sordos” .
“La lengua de señas es mi identidad, mi cultura…es más mis sentimientos, puede decir y expresar todo lo que quiero en lengua de señas”
Como se ha mostrado, existe una fuerte relación entre la lengua y la cultura a través de un proceso de simbiosis constante. Por esta razón, se considera que lo humano comporta necesariamente la presencia de símbolos. Mead (1993), fundador de la escuela de pensamiento denominada Interaccionismo Simbólico los denomina “artefactos materiales, y por encima de todo, lingüísticos que son universales o, tal vez mejor, que indefectiblemente se hallan presentes cuando nos referimos al pensamiento y conducta del ser humano”(p.178). Por consiguiente, la construcción simbólica propia del ser humano ocurre en el seno social siendo la lengua el vehículo por excelencia para transportar los significados otorgados culturalmente dentro de un colectivo. De allí que sea lógico comprender cómo la lengua de señas enriquece y transforma continuamente a la cultura sorda y viceversa:
“Nuestra cultura gira en torno a la lengua de señas”
“Todo yo soy señas, es mi identidad, mi persona. Aquí en mi cabeza hay señas todo el tiempo”.
“El hecho de hablar una lengua visual hace que haya una cultura distinta”
“Tiene que haber una relación entre eso de la lengua visual y la cultura distinta, yo creo que es fundamental en la manera en que vemos el mundo”
Por consiguiente, cada cultura es una cosmovisión completa capaz de orientar a sus integrantes y formar sus creencias. El mundo se ve y se nombra de una manera particular que depende de cada lengua. Al respecto, Lenkerdorf (1996) explica que según percibimos las cosas las nombramos, según las nombramos hablamos y así también estructuramos nuestro idioma. Sentencia que evidencia que no todos compartimos la misma visión de las cosas, aunque veamos la misma realidad.
Este contexto cultural vale para entender cómo, por ejemplo el español y lenguas que tienen canales de transmisión tan distintos, a los que tradicionalmente se conocen, como es el caso de la lengua de señas empleada por los sordos pueden tener cosmovisiones diferentes aunque aludan a las mismas realidades. Esto es como lenguas tan diferentes pueden nombrar el mundo con estructuras sintácticas también disímiles producto de sus culturas.
Los sordos al ser integrantes de una comunidad lingüística son muestra palpable de lo explicado anteriormente. Se asume que su cultura está atravesada por una lengua con características muy particulares que se derivan principalmente del modo visual de transmisión. Dicha particularidad debe influir, de forma decisiva, en su manera de entender el mundo al igual que ocurre con los grupos étnicos amerindios poseedores de una cosmovisión que se refleja en la gramática de su lengua.
Es necesario subrayar que la presente investigación no buscó hacer un estudio pormenorizado del discurso en LSV de los sordos caraqueños. Más bien, se orientó hacia los significados que han construido culturalmente como grupo lingüístico minoritario, mediados por su lengua como instrumento semiótico en la configuración de su realidad siendo sordos.
En consecuencia, la cultura se erige en el espacio de producción e interpretación de significados en medio de un proceso de comunicación. En otras palabras, los significados otorgados por un grupo humano se modifican de una cultura a otra o dejan de tener significado en la medida que son usados por ese colectivo. Los individuos aprenden a interpretar esos signos y a producir nuevos significados dentro de su cultura. Se establece un encuentro entre la lengua y la cultura, a lo que Halliday llamó semiótica cultural.
De igual modo, Geertz (1991) la definió como sociosemiótica, esto es una codificación de signos y símbolos derivados tanto del pensamiento lógico o racional como del imaginario mental. Todo esto supone la difícil tarea de separar la lengua de la cultura o la cultura de una lengua. Vale decir, la relación recíproca que se establece entre ambas, dando lugar a la asimilación de normas, roles, ritos, creencias y valores de un grupo particular. Esta relación se cristaliza por medio de la lengua como producto social y colectivo. Es la existencia del hombre como objeto semiótico-cultural, ya que posee la capacidad de tener diversas realizaciones comunicativas desarrolladas y estimuladas por toda la historia de la cultura.
Ahora bien, Eco (1981) ratifica que siendo el estudio de la cultura un proceso de la comunicación, la semiótica ha de iniciar sus razonamientos con un panorama de la cultura semiótica, de los metalenguajes que intentan indicar y explicar la gran variedad de lenguajes a través de los cuales se constituye una cultura. Esto es cómo la cultura se configura en la comunicación y por ende ha de estudiarse como un fenómeno de la comunicación.
De ahí que una investigación semiótica supone una emisión de mensajes basados en códigos subyacentes. Por lo cual los fenómenos culturales son signos (por ejemplo las palabras, pudiésemos agregar orales o señas) construidos, modificados y transmitidos por un grupo humano que se relaciona en una unidad de tiempo y de espacio. De allí, la aseveración, que sirve de título a este apartado como lo es la lengua de señas puente semiótico en la construcción de la cultura sorda.
Así, cuando se dirige a alguien una palabra, un gesto, una mirada o un sonido se basa en una serie de reglas hasta cierto punto estipuladas, que hacen comprensible el signo. Una de las hipótesis de la semiótica es la de que estas reglas o estos signos existen bajo cualquier proceso de comunicación y se apoyan en una convención cultural. Es decir, en todo proceso cultural hay una dialéctica entre ese sistema de signos y el proceso de relación que se establece entre ellos.
Se menciona que existen “códigos culturales y códigos de modelización del mundo” (Eco, 1981:43). En cuanto al primero, supone los sistemas de comportamiento y de valores que tradicionalmente no se consideran bajo el aspecto comunicativo. Con relación al segundo, se incluyen los mitos, leyendas, teologías primitivas y tradicionales que dan un cuadro unitario que permite comunicar la visión global del mundo de una comunidad.
Por otro lado Lotman (1998), abanderado en el campo de la tipología de la cultura, demuestra que la semiótica es una disciplina capaz de afrontar el estudio de la compleja vida social de las relaciones que se establecen entre el hombre y el mundo. Introduce el concepto de Semiosfera definido por analogía con el concepto de Biosfera, es decir, el dominio en el que todo sistema sígnico puede funcionar, el espacio en que se realizan los procesos comunicativos y se producen nuevas informaciones; el espacio semiótico fuera del cual es imposible la existencia misma de la semiosis.
La conformación de la semiótica de la cultura es entendida como la disciplina que examina la interacción de sistemas semióticos diversamente estructurados. En este escenario conceptual, el lenguaje aparece como el sistema semiótico más importante que confiere los significados a las distintas realizaciones humanas. El lenguaje como creación cultural establece los principios constitutivos de la identidad del individuo y de los grupos sociales, mediante las formas en que se desarrollan principalmente, las lenguas. Él constituye el medio de transmisión social de valores y creencias de un grupo social determinado.
Buena parte de los sistemas culturales tienen que ver con los códigos lingüísticos que se emplean y la dinámica de las interacciones de los miembros pertenecientes a una cultura. De tal manera que, cultura y lengua son dos aspectos necesariamente vinculados: la lengua como portadora de significados e instrumento de la cultura, y ésta a su vez como creadora de las lenguas. Por consiguiente, sólo en presencia de una vida cultural y social tiene sentido la aparición de las lenguas, es decir, su funcionalidad está determinada por el ambiente socio-cultural, en el cual se relacionan los usuarios (Halliday, 1982).
Otro aspecto medular, es la relación entre el estatus lingüístico y el poder social en que se ubican algunas lenguas. Esto supone una tendencia histórica a considerar la lengua propia como la correcta, la que es, mientras aquella que se desconoce calificarla como no lengua-mudez o lengua inferior:
En la esfera de la cultura tropezamos constantemente con la tendencia a considerar el lenguaje ajeno como un no-lenguaje o- en casos menos extremos- a percibir el propio lenguaje como correcto y al ajeno como incorrecto, y a explicar la diferencia entre ellos con el grado de corrección, es decir, con la medida de ordenación. En la Guerra y la Paz de Tolstoi da un ejemplo de la percepción del habla en lengua ajena como habla en la lengua propia estropeada (incorrecta). (Lotman, 1998:69).
Del estatus lingüístico otorgado culturalmente a las lenguas, se desprende el dominio o el poder que pueden ejercer las lenguas mayoritarias. Las lenguas usadas por la mayoría adquieren un prestigio ciertamente relativo en tanto que surge de la valoración que se dé en un momento histórico determinado. En este sentido, se tiene que una lengua considerada como materna para un grupo particular sólo será aquella que sea reconocida como tal por su prestigio ante una sociedad. Suma a lo explicado, Skutnabb Kangas (1991) que “un lenguaje invalidado no puede ser una lengua materna, a la par con otras lenguas maternas, y no obtiene la misma protección que otras lenguas maternas en la ley internacional” (p.193).
Un niño sordo al desarrollar la lengua de señas como primera lengua, en el entendido de ser el primer código lingüístico del que se apropia en los primeros años de vida cuando es de padres sordos, adquiere una positiva valoración con ésta como lo haría cualquier niño oyente con la suya. La situación explicada no es la generalidad de los casos en la comunidad sorda; por el contrario, la lengua de señas ha sido objeto de muchas discriminaciones y penalizaciones que incluso, han cuestionado su condición de lengua.
Este hecho desmontado científicamente gracias a las múltiples investigaciones lingüísticas realizadas a nivel mundial, demuestra que las lenguas de señas son sistemas lingüísticos como las lenguas orales. Muchos investigadores en esta materia se han atrevido a calificar tal situación como de “genocidio lingüístico” (Ladd, 2005; Skutnabb Kangas, 1991) por cuanto se atenta contra el primer código lingüístico que necesita el niño Sordo para simbolizar el mundo.
No obstante, la representación de la comunidad sorda como minoría lingüística implica verlos sólo como grupo restringido de usuarios que usan una lengua de poco valor social en relación con la empleada por la mayoría. Se nota una relación asimétrica de poder en la cual subyacen prejuicios solapados. Un caso ilustrativo de lo señalado, es por ejemplo la Lengua de Señas Americana (ASL) que siendo la tercera lengua de mayor uso dentro de los Estados Unidos no parece tener igual prestigio o estatus lingüístico que el de otras lenguas minoritarias como el español, el chino o el francés.
La percepción de una lengua subvalorizada, desprestigiada socialmente e incluso con sombras de duda sobre su efectividad para la comprensión de fenómenos complejos o la construcción de conceptos abstractos (como la poesía o la literatura por ejemplo) que parece arrastrar la lengua de señas, ha ocasionado miradas de desconfianza por parte de los oyentes y la creación de barreras lingüísticas, a veces infranqueables para los sordos. Una muestra de ese sentimiento de opresión y minusvalía percibido por ellos son los siguientes comentarios:
“Los sordos se sienten como controlados por los que hablan, y eso no les gusta”
“Piensan mal de los oyentes. La cultura del sordo piensa que los oyentes están en su contra”.
“Pareciera haber un mito en la comunidad sorda en cuanto a los sordos oralizados o los que mejor hablan, como si ellos tuvieran un estatus superior o que los oyentes tienen más poder que los sordos”
“El sordo tiene muchas confusiones dentro de sí, necesita mucha ayuda porque no oye. A veces se pregunta ¿me estarán diciendo la verdad? Yo dudo mucho y le pregunto incluso a mi abogado. Por eso la persona sorda tiende a ser muy desconfiada”.
En este sentido, la lengua se erige como poder, un poder ejercido por quienes ostentan la mayoría lingüística. Se generan dudas sobre la veracidad de las informaciones transmitidas en el plano laboral, profesional, social y hasta personal por las incesantes dudas sobre posibles engaños o falsificación de esa información a los sordos:
“Las parejas que se han casado sordo-oyente, hacen muchas trampas, son infieles, dicen “como no oye la puedo engañar fácilmente”
“Cuando era más joven salía a fiestas con muchachas oyentes, pero me daba cuenta que me engañaban, perdía mucho en esas situaciones”
“Los sordos deben prepararse, participar más, hacer sus aportes, reclamar sus derechos porque si no es fácil engañarnos. Antes los Sordos eran más brutos, ahora no, sabemos más cosas estamos más preparados y vemos cuando nos engañan”
“En las familias oyentes el sordo está aislado, no le hacen caso. No se responsabilizan por él”
Se aprecia la existencia de un aislamiento lingüístico relacionado con el sentimiento creado por el uso de una lengua minoritaria que ubica a los sordos como personas minusválidas al depender de otros para la transmisión de mensajes. Ellos manifiestan que tal limitación se produce por no entender todo lo que pasa a su alrededor de manera autónoma y depender de un tercero, que puede ser un intérprete pero también lo es el maestro, sus padres o amigos oyentes.
Aparece inevitablemente la desconfianza, la duda e incluso la angustia por tener plena conciencia que la información, muchas veces, no es exacta o insuficiente. Esto es, la simplifican o tergiversan quienes les interpretan en la falsa creencia de que los sordos no comprenderán fenómenos muy abstractos o también por la ineficiencia exhibida por los mismos intérpretes.
El aislamiento lingüístico se da en el plano social, laboral, familiar, escolar y de pareja. Se muestra una comprensión superficial de la realidad al no profundizarse en conceptos de orden superior por las barreras lingüísticas a las que hemos hecho referencia. Ese sentimiento de constante desvalorización les niega el derecho a la toma de decisiones, que va desde la elección de un objeto hasta la autorización de una operación quirúrgica, solicitud de un crédito bancario, la compra de un inmueble, tener una licencia de conducir o una tarjeta de crédito. No se comparte una vida cotidiana en la que la conversación juega un papel vital en la vida de cualquier ser humano.
En este sentido, la conversación entre amigos, padres o novios para el intercambio de sentimientos, ideas, valores o información tan necesaria en la construcción de un mundo interior no se da de forma natural a menos que todos los interlocutores sean sordos. Ese espacio comunicativo sólo es real cuando es entre ellos por el uso de una lengua común. De allí que la comunidad sorda se convierta inexorablemente en una gran familia o punto de encuentro como referíamos supra.
Las relaciones con los oyentes tienden a ser superficiales, de corta duración y hasta triviales, más aún si están mediadas por un intérprete lo que genera cierto cansancio y angustia por esa tercera persona en la conversación, que limita hasta la privacidad en lo que se dice. Esto trae como consecuencia directa sentimientos de temor, desconfianza y dudas que se traducen en una erosión de las relaciones que se establecen con los oyentes. En otras palabras, los sordos se muestran desconfiados como una supuesta característica de su personalidad, que no es tal, sino provocada por el aislamiento lingüístico al que se hacía referencia.
Los sordos aseveran que cuando se habla la misma lengua todos los problemas descritos desaparecen o se minimizan. Se establece una comunicación directa sin intermediarios y la desconfianza por la veracidad de los mensajes traducidos se diluye, pues es un diálogo cara a cara y en una sola lengua. De seguido sus opiniones relacionadas con el sentimiento de aislamiento lingüístico:
“Con un oyente sería difícil comunicarte tan profundo, que te entienda verdaderamente. El matrimonio es amor y comunicación”
“Las familias oyentes generan muchos problemas, se las llevan mal, hay muchas barreras En cambio en las familias sordas es más fácil decirse las cosas, pero tampoco es que es la familia perfecta, pero es otra cosa”
“Hasta en mi casa con mi familia me sentía aislado, hasta que empecé a relacionarme con Sordos, me sentí acompañado, mucho mejor”
“Los oyentes aprenden de su familia, de sus amigos. Los sordos tienen muchas limitaciones en cambio los oyentes están bombardeados de información por todos lados, nosotros no“
“En el mundo me siento como limitado de no poder entenderlo todo, hay situaciones que me limitan, hoy tenía una reunión importante y no vino el intérprete”
“Muchos sordos se sienten así y buscan estar con sordos”
“Hay mucha depresión en los sordos porque buscan hablar y no pueden”
“Por ejemplo si yo estoy en una fiesta y todos están hablando (oyentes) aunque yo hablo bastante bien me siento incómodo y un poco aislado, apartado, como un extranjero”
“Me sentía presa como presionada. Es como si no fuera yo. Mi deseo era comunicarme libre y eso sólo es posible con la lengua de señas, es como si me quitaran mi libertad”
Otro elemento subyacente es el derecho a la información. Vemos como los sordos, al estar sometidos a barreras lingüísticas por el uso de una lengua minoritaria, se enfrentan a diversos problemas producto de la incomunicación fabricada por una sociedad oyente. Es un derecho legítimo de cualquier ser humano acceder a la información, pero en el caso de los sordos no parece ser entendido con tanta claridad por la mayoría.
Aflora el sentimiento de estar en desventaja frente a los otros o la percepción de minusvalía que trae consigo el no poseer autonomía en la búsqueda de información o tener bloqueado el acceso a ella. Los sordos expresan tener conciencia de que los mensajes no son transmitidos por los intérpretes de manera veraz o en toda su complejidad, siempre bajo la sospecha de su incapacidad:
“Yo entiendo eso de la integración social como que los sordos tienen los mismos derechos que los oyentes pero tienen poca información, saben muy poco de lo que sucede a su alrededor, están en desventaja”
“A veces la gente habla y yo no puedo entenderlo todo, necesito un intérprete. Yo tengo el derecho a estar informado, a saber que ocurre a que no me engañen”
“El acceso a la información para los sordos es más difícil”
“Yo pienso que a los sordos hay que darles toda la información posible”
“Los sordos deben conocer sus derechos”
“Tienen muy poca información, no tienen opiniones sobre lo que pasa”
“Es un problema común la desinformación para los sordos. No hay información sobre las leyes, el sexo.”
El derecho a la información trae consigo otro aspecto crucial relacionado con la opinión, pues quien no está informado no puede generar opiniones o desarrollar un pensamiento crítico. Por consiguiente, los sordos se muestran fácilmente manipulables en cuanto al manejo de ideologías u otros aspectos de carácter social, justamente por la ausencia de opinión. Este hecho desemboca en la imposibilidad de convertirse en ciudadanos al no participar a plenitud en la toma de decisiones, defender sus derechos civiles y políticos o al carecer de una postura frente a los hechos que se suceden a su alrededor.
La situación de total desamparo en la que ellos viven, como consecuencia directa de las barreras lingüísticas producidas por la sociedad, pone en evidencia la falacia de una pretendida integración que no se da en la realidad. No obstante, son ellos quienes aportan posibles soluciones al problema de incomunicación además de señalar el rol vital que juegan los intérpretes como mediadores entre dos mundos, cuando indican:
“Hacen falta noticieros para sordos con intérpretes, por lo menos en el canal del Estado”
“Mis padres eran oyentes, pero cuando veíamos TV me lo explicaban en lengua oral, lo importante es que se comunicaban conmigo. Hoy en día los padres se comunican muy poco con los niños sordos ni en lengua oral ni en señas”
“Es necesario que la TV tenga más intérpretes. Hacen falta más programas para los sordos”
“Si otra persona sorda habla como yo está bien, pero se ponen muchos obstáculos, por ejemplo en una conferencia si estoy lejos no entiendo nada, estoy como aislado. Necesito un intérprete, pierdo mucha información”
“En muchas conferencias no tener intérpretes es una forma de discriminación”
Como ya se ha aclarado, la lengua constituye el medio por el cual los individuos representan los significados del sistema social y de la comunidad a la cual pertenecen como grupo. Al mismo tiempo, se convierte en instrumento cultural capaz de generar poder político reflejado en el estatus lingüístico que puede ocupar dentro de la sociedad en que se desarrolla.
CONCLUSIONES
A modo de cierre, puede afirmarse que la lengua como sistema lingüístico permite al ser humano construir significados en torno a la realidad que lo circunda, significados que son atribuidos de acuerdo a una cultura de la cual forma parte y que a su vez se convierte en una malla en la que se filtran y transforman dichos sentidos o significaciones. En palabras de Eco (2005): “no hay conocimiento previo que no esté estructurado en unidades culturales, y, por ende, en sistemas de valores” (p.156). De hecho, supone compartir una visión del mundo con aquellos que conforman un colectivo particular. Esto es, una comunidad en la que se crean y divulgan esos sistemas de valores. Es decir una manera posible de dar forma al mundo y como tal constituye una interpretación parcial de éste.
De tales consideraciones, se deriva que la comunidad sorda, aglutinada en torno a la lengua de señas, es portadora de un sistema de valores y significaciones propias del hecho mismo de ser sordo y que ésta a su vez se comporta como el puente semiótico en la construcción de su cultura. Va más allá al entender que la lengua de señas es la columna vertebral en ese mundo de simbolizaciones que construyen como grupo lingüístico minoritario, dando matices únicos a una realidad vista desde lo visual y lo espacial.
Otro aspecto a reflexionar, lo constituye el hecho del total desamparo en la que los sordos viven, como consecuencia directa de las barreras lingüísticas producidas por la sociedad y que pone en tela de juicio la falacia de una pretendida integración que no se da en la realidad.
A continuación un esquema que exhibe el análisis efectuado:
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Excelente trabajo, felicidades y muy buena información para todos los que amamos este mundo y la ayuda a las personas sordas. Felicidades de nuevo
Excelente estudio sobre la cultura sorda, me gusto mucho, la redaccion, la explicacion, y la señalizacion de las investigaciones acerca de lo que avala a estas personas que son tan importantes como cualquier otra. felicito al autor de este estudio por las investigaciones relacionadas. ademas de los comentarios de los sordos, es muy importante que esto sea publicado, para que el oyente, sepa la importancia que lo que ellos sienten. es muy bonita tu tesis. te felicito.¡