Un libro mnemotécnico, El Fenix de Minerva, de Juan Velázquez de Acevedo, en la génesis del alfabeto manual español. Aclarando viejas historias y peores tópicos

ANtonio-GasconPor Antonio Gascón Ricao,

Barcelona, 2012.

Sección: Artículos, historia.

 

Conforme transcurre el tiempo, empieza a ser una constante la aparición de nuevas noticias, que poco a poco van dando más forma al origen del alfabeto manual español, historia en la cual el presente autor lleva ya inmerso unos cuantos años.[1]

De ahí que de vez en cuando aparezcan novedades, como la actual, y en esta ocasión bajo un título algo llamativo, y más aún, cuando a la obra de un desconocido Juan Velázquez de Acevedo se le han dedicado unos cuantos eruditos trabajos,[2] pero sin reparar los autores que nos han precedido en la oportunidad que presta dicha obra a la hora de poder estudiar, por comparación, la evolución del alfabeto manual español en los principios del siglo XVII,[3] en la que fue la primera publicación en hacer referencia a la mnemotecnia o arte para mejorar la memoria.

Circunstancia que permite desmentir de paso algunos manidos tópicos, fomentados de forma muy interesada por autores afines a la supuesta obra Pedro Ponce de León,[4] tales como por ejemplo la supuesta fama de Pedro Ponce en la España del siglo XVI, un hecho totalmente incierto, la supuesta nula influencia de la obra del monje franciscano Melchor Sánchez de Yebra, Refugium infirmorum, (Toledo 1583),[5] hecho falso a la luz de la propia obra de Velázquez de Acevedo la nula influencia o conocimiento de la obra pionera de Juan Pablo Bonet, lo mismo que lo anterior, o la supuesta gran influencia de la obra de Bautista de Morales, Pronunciaciones Generales, (Córdoba, 1523)[6] y por ende la gran fama del trabajo que estaba realizando en aquel momento el maestro de sordos Manuel Ramírez de Carrión, hecho también incierto.

De hecho y de intentar conocer a fondo la obra El Fenix de Minerva y Arte de Memoria,[7] es recomendable leer, entre otros muchos, el trabajo de Aurora Egido, El Arte de la Memoria y el “Criticón”,[8] donde afirma que:

“El Fénix de Minerva de Juan Velázquez de Azevedo, (es una) obra que ofrece la singularidad de atender la materia de forma independiente, como Arte de la memoria propiamente dicho y que constituye el primer libro en su género publicado en lengua castellana.”[9]

Según la misma autora, Pedro Mexía, en su Silva de varía lección,[10] sintetizaba clara y ordenadamente, lo que significaba la memoria para un hombre de su tiempo, ya que las excelencias de la memoria, estribaban, a juicio de Mexía, en ser ésta el más acreditado de los sentidos interiores del hombre, tesoro y custodia de todos los demás, en su caso cuatro más; la apreciación, la imaginación, la fantasía y el juicio común.

Del mismo modo que la perspectiva filosófica conduce a Pedro Mexía a observaciones prácticas sobre los memoriosos y rudos o a aconsejar la lectura de Ficino por sus recetas para curar y conservar la memoria.[11] Pero la Silva se refiere, por otro lado, a la memoria como parte importante de la retórica y se afirma en la existencia de un arte mnemotécnico basado en Solino, Quintiliano, Cicerón y la Retórica ad Herennium,[12] es decir, en los pilares básicos que a lo largo de la historia han servido de sostén a la teoría de la memoria. Este arte esencialmente se fundamenta en la creación ordenada de lugares e imágenes:

Los principios ordenadores de la memoria artificial que glosa Pedro Mexía son dos, (loci e imagines), y su objetivo consiste no sólo en recordar las ideas, sino en su misma formulación elocutiva.

La elección de lugares es libre, pues éstos pueden concretarse en la localización de casas, edificios o sitios de la naturaleza realmente existentes o en la invención de lugares o regiones artificiales que sirvan para situar las imágenes. Elegido el lugar y dividido en las partes oportunas, vendrá después la ubicación de imágenes que tengan alguna semejanza con aquello que deseamos recordar. La mnemónica tratará así de situar las imágenes en sus lugares de tal forma, que el proceso memorístico pueda ejercerse con holgura y sin interferencias.

Según Lausberg, el mejor número para la distribución de lugares es el cinco, locus que se señala con una mano de oro. El décimo se marca con el nombre de Decumus (décima). Elegido el espacio, se distribuye y ordena por el esquema del cinco y se recuerda así para siempre.[13] Sistema que evoca sin duda alguna al propio método utilizado por Pedro Ponce, con su mano simbólica, y su reiteración de que al mudo le vendrán a la memoria las letras, pero de practicar continuamente.

Una de las cuestiones que surgen siempre entorno al llamado alfabeto manual español, es que el monje benedictino Pedro Ponce de León lo “inventó”. Pues bien, el único hecho cierto es que dicho alfabeto, como tal, apareció impreso por vez primera en el libro Refugium Infirmorum (Madrid, 1593), cuyo autor era el monje franciscano Fray Melchor de Yebra, libro en el cual no se tenía en cuenta para nada, ni se citaba a Pedro Ponce. Del mismo modo que Juan de Pablo Bonet, tampoco lo tuvo en cuenta a la hora de publicar su Reducción de las Letras, (Madrid, 1620). El mismo detalle se dará con Juan Bautista de Morales, que tampoco lo tuvo en cuenta en sus Pronunciaciones generales, (Córdoba, 1623), pero donde sí describía el alfabeto manual que al parecer estaba utilizando el maestro de sordos Manuel Ramírez de Carrión. Circunstancia o detalle que se vuelve a repetir al publicar Velazquez Acevedo su Minerva, (Madrid, 1623), que a la inversa, si cita la obra de Pablo Bonet, desconoce la de Juan Bautista de Morales, mientras que todo apunta a que conoce bien la de Sánchez de Yebra.

De lo anterior se desprende que ni Yebra, (1593), ni Pablo Bonet, (1620), ni Bautista de Morales, (1623), ni Velázquez de Acevedo, (1626), dan noticia alguna respecto a Pedro Ponce. Hecho del cual se infiere, no la mala fe o la conspiración de silencio de dichos autores, como afirmarían los amigos de las conspiraciones, sino que la fama de Pedro Ponce debería ser la propia que corría entre algunos miembros de la orden benedictina, la suya, y de puertas a dentro de dicha orden, y nada más.

Circunstancias todas ellas que dan en poder afirmar que a pesar del interés puesto por diferentes hagiógrafos benedictinos, la fama de Pedro Ponce no existía como tal más que entre la gente de su orden, y su alfabeto simbólico, que se realizaba sobre las coyunturas de los dedos, hecho conocido desde 1986 y gracias a Eguiluz Angoitia, era el suyo propio y no prosperó, al no ser el mismo que corría de común y en todas sus variantes por la España de los siglos XVI y XVII, pues cuatro autores distintos así lo constatan.

Poco o casi nada se sabe de Velázquez de Acevedo, al cual algún autor hace hermano de pintor Velázquez, basado en el escudo heráldico que aparece al principio de su obra. y donde campea la divisa “Domine Dux Mihi Eris”. De hecho lo poco que se sabe sobre él es lo que aparece en los contenidos de las diferentes licencias del libro, autorizado desde 1624 y editado en 1626, y donde se afirma por parte de uno de los censores que es “vecino de esta villa”, es decir de Madrid, afirmación que hace Diego Vela, mientras que la aprobación de la obra la firma el Padre Maestro Fray Agustín Núñez Delgadillo, un carmelita cordobés.[14] Por su parte, Velázquez de Acevedo, en su ambición no para en mientes al hacer una dedicatoria a Lope de Vega Carpio, dedicatoria que será correspondida por el Fenix de los Ingenios, que firma como “capellán de v. m.”

Pero será en su lección XXIIII, De los abecedarios, donde Velazquez de Acevedo explica cuales son los seis abecedarios que recomienda:

“Si bien assi como las demás imagenes, avemos (sic) dicho, cada qual a su arbitrio y propósito las elija, pues unas serán buenas para unos, y no para otros; pondremos las de seis abecedarios de versos, para que se use aquel con quien cada uno mejor se hallare, en las ocasiones que avemos (sic) dicho serán utiles”

De Aquel modo, el primer abecedario se inicia con; A, Atril, B, Broquel, o Ballesta, C, Cesto o celemín, D, Devanadera, E, Escovilla y así hasta X, Xarro grande, objetos o figuras que en su inicial primera evocan sin duda las letras del abecedario.

El segundo, según Velazquez de Acevedo está extraido de Fr. Cosme Roselio, y se supone que de su Thesaurus artificiosa Memoria, de un tal “Soplicio”, posiblemente Jacobo Publicio Florentino, autor de Arte Memoriae, y de un tal Roberch y Dolce desconocido. Alfabeto que se evoca mediante objetos . A, “un compas medio abierto”, B, “Una calabaça (sic) de las que tienen tintura”, C, “una corneta”, D, “un arco con su cuerda”, E, “un peine de caballos con tres dientes solos”, y la X final,” una Cruz”.

El tercero basado en un desconocido Rave, pero que se elabora con los nombres de hombres y mujeres conocidos, aplicando la primera letra del nombre. De aquel modo, la A, se representa con Alonso, la B, con Blas, la C, con Claudio o Catalina, la D con Diego y así sucesivamente.

El cuarto abecedario se lo atribuye a Gesualdo, posiblemente el italiano Carlo Gesualdo, entre otras muchas cosas fue músico, abecedario que se forma mediante las primeras letras de los oficios y dignidades, A, Abad, la B, Barbero, C, Cirujano, D, Doctor, La E, Exorcista,“y assi las demás por la misma suerte”.

El quinto era el recordado por Juan Bautista Porta, en su obra De furtivis literarum notis, mediante el cual los antiguos romanos, tocándose las diferentes partes del cuerpo, se entendían. A, Auris, la oreja, B, Barbam, la barba, C, Caput, la cabeza, D, dentes, Dientes, etc., etc.[15]

Pero la sorpresa salta en el sexto abecedario propuesto por Velázquez de Azevedo, pues era justamente el que “Juan Pablo Bonet puso en su Arte de mudos, lib. 2”. Sin embargo, y aquí es donde a la hora de las explicaciones Velázquez de Azevedo afirma que aquel alfabeto era el de San Buenaventura. Detalle aquel y siguientes que hacen recordar las explicaciones dadas en su obra por Sánchez Yebra, de lo cual se desprende que Velázquez de Azevedo la conocía, pues hay comentarios casi calcados al pie de la letra del libro del franciscano:

“Otro alfabeto ay que se llama de S. Buenaventura, porque con el se dize (sic), confessava (Sic) a los enfermos que no podían hablar, y es muy usado de algunos mudos que le saben. En el qual se forman las letras en la mano derecha con los dedos.”

El párrafo de Yebra, en su Refugium Infirmorum decía sí:

“… a esta causa se pone aquí de San Buenventura un alfabeto o forma breve de loablemente vivir. Y servirá también en este manual para ayudar (como lo demás de él) a bien morir, y para este efecto, en cada letra del dicho alfabeto o ABC, se pone una mano figurando la letra que es. Y no se pierde nada que los que tienen ejercicio de ayudar a bien morir, aprendan y sepan hablar por las letras de la mano, que es común saberlo muchos […] Además de esto aprovechará también el saber estas letras a los confesores para responder y hablar a algunos penitentes muy sordos, que saben entenderse con letras de la mano, y se les puede con recato responder con ella a todo lo que confesaren por la boca, y así se excusará el peligro que puede haber dándoles en la confesión voces. Y cuando no fuere el saber este ABC para confesar, será para consolar a otros sordos, que compelidos de la necesidad, aprenden la mano para poderse tratar y comunicar con las gentes.”

De lo anterior se saca una conclusión simple, que Velázquez Acevedo conocía tanto la obra de Pablo Bonet como la de Sánchez de Yebra, pero no la de Bautista de Morales, y por tanto desconocía la descripción que éste hacía del alfabeto manual que al parecer usaba Ramírez de Carrión, la prueba más radical está en que la descripción de aquellas mismas letras, realizadas por Velázquez Acevedo, no es la misma que la publicada da por Bautista de Morales, al diferir en algunas de las formas de las letras, incluso con las letras impresas en la obra Pablo Bonet o con las también impresas de Sánchéz de Yebra.

Anomalías que llevan a la conclusión de que nos encontramos ante una cuarta versión o variante del alfabeto manual español, prueba de su enorme vitalidad en los mediados del siglo XVII, asunto, el de su estudio, que dejamos en manos más expertas que las nuestras.

ANEXO I: El Abecedario manual según Velázquez Acevedo

A: El puño cerrado, y el dedo pulgar encima.

B: Toda la mano tendida.

C: Doblando los cuatro de dos, de suerte que con ellos, y el pulgar se forma una C, o medio circulo.

D: Dando con el dedo del medio un golpe como castañeta.

E: Doblando de todo punto todos los cuatro dedos, y tendiendo el pulgar, de suerte que parezca, e.

F: Poniendo el pulgar sobre index, q hagan Cruz.

G: Poniendo el pulgar sobre el dedo del medio que hagan Cruz.

H: Haciendo lo mismo con el pulgar, y el del corazón.

I: Doblando azia abaxo todos los dedos, y levantando solo el meñique.

L: Levantando solo el index.

M: Baxando los tres dedos grandes tendidos, y cogiendo el menique (sic), y el pulgar.

N: Baxando tendidos, solos los dos.

O: Haziendo una, o, con el index y pulgar.

P: Juntando el pulgar con el meñique por las cabezas.

Q; Doblando el del medio, y el del corazón sobre la palma, y sobre ellos el pulgar, tendiendo el index y el meñique.

R: Juntando el pulgar con el coraçon por las cabeças.

S: Soltando un papirote con el dedo medio y pulgar

T: Dando golpes con el dedo en la palma.

V: Levantando arriba solos el pulgar y el medio.

X: Doblando los quatro dedos sobre el pulgar.

Y: Esta se haze como la Latina, levantando el menique (sic) solo.

Z: Con el meñique se forma en el ayre como si se quisiera escribir en arena. [16]

ANEXO II Alfabeto manual dado a conocer por Bautista de Morales

Así, según Morales el sistema de letras de la mano de Carrión, que publicará en su obra Pronunciaciones generales, era el siguiente:

La a es el puño cerrado.

La b, abierta la mano y el dedo pulgar encogido.

La c, encogidos los dedos sin cerrarlos.

La d, dando una castañeta.

La e, avierta la mano y los dedos encogidos.

La f, poniendo el dedo pulgar sobre el index.

la g, poniendo el dedo pulgar sobre el largo.

La h, poniendo el dedo pulgar sobre el quarto dedo.

La i, levantar el dedo pequeño.

La l, levantando el index.

La m, poniendo hazia abaxo los tres dedos.

La n, poniendo abaxo los dos dedos.

La o, juntando en redondo el dedo pulgar y el index.

La p, juntando en redondo el dedo pulgar y el pequeño.

La q, juntando en redondo el dedo pulgar y los del medio.

La r, poniendo el dedo largo debaxo del pulpejo.

La s, juntando el dedo gordo con el index en redondo por la coyuntura de el index.

La t, poniendo el dedo gordo debaxo del index cruzado.

La v, levantar los dos dedos index y largo, abiertos.

La x, cerrar los tres dedos sobre el pulgar y levantar el index.

La y, hazerla con la mano.

La z, hazerla con el dedillo.

La ñ, Los dos dedos hazia abaxo como la n, haziendo juntamente el rasguillo.

La ll, los dos dedos, index y largo, levantados juntos.

Notas

[1] Ferrerons Ruiz, R. y Gascón Ricao, A. (1997): “Las cifras de la mano de Goya”, Faro del Silencio, núm. 160; Gascón Ricao, A. (2000): “Las cifras de la mano de Francisco de Goya, Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, Zaragoza, nº LXXXII, pp. 273-281; Gascón Ricao, A. (2002): “La influencia de los sistemas digitales clásicos en la creación del llamado alfabeto manual español”, Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico. Homenaje al profesor Antonio Fontán, Instituto de Estudios Humanísticos de Alcañiz, CSIC, Universidad de Cádiz, Teruel-Madrid, Vol. 5, pp. 2481-2503; Gascón Ricao, A. (2004): “Historia del alfabeto dactilológico español”, publicado en http://www.ucm.es/info/civil/herpan/docs/alfabeto.pdf

[2] Rodríguez de la Flor, Fernando ,”Un arte de memoria rimado en el Epítome de la Elocuencia Española, de Francisco Antonio de Artiga”, Ver en http://www.biblioteca.org.ar/libros/156765.pdf

[3] En el año 2002, la editorial española Tératos sacó a la luz una nueva edición de este libro, con prólogo del erudito Fernando Rodríguez de la Flor; así, casi cuatro siglos después de su primera y única edición.

[4] Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas, Madrid, 1774, tomo IV, carta séptima, número 17; Justo Pérez de Urbel, Fray Pedro ponce de León y el origen del arte de enseñar a hablar los mudos, Madrid, 1973 o Antonio Eguiluz Angoitia, Fray Pedro Ponce de León. La nueva personalidad del sordomudo, Madrid, 1986.

[5] Oviedo, A. (octubre 2007), “El libro Refugium Infirmorum (Madrid, 1593),del monje franciscano Fray Melchor de Yebra. Notas para ubicar al lector “, Ver en http://www.cultura‐sorda.eu .

[6] Gascón, A. (2010)Los tres Morales de Montilla.Juan Bautista de Morales, Cristóbal Bautista de Morales y Iuan Bautista de Morales, hijo”. Ver en http://www.cultura-sorda.eu/resources/Gascon_3-Morales-2010

[7] El título completo del ejemplar consultado es: EL FÉNIX / DE MINERVA, / Y ARTE DE MEMORIA.

/ DE DON IUAN VELAZQUEZ DE / Azevedo: que enseña sin maestro a aprehender / y retener DEDICADO AL SS. SACRAMENTO; REY / de los Reyes,y Señor de los señores, Juan Gonzalez, Madrid 1626.

[8] Aurora Egido, “El Arte de la Memoria y el “Criticón”, en Gracián y su época, Actas, Ponencias y Comunicaciones de la I Reunión de Filólogos Aragoneses, Fernando el Católico, Zaragoza, 1986, pp. 25-66.

[9] A. Eguido, “El arte de la memoria…”, op. cit., p. 36.

[10] Pedro Mexía, Silva de varia lección, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1934, vol. II, pp. 35 ss

[11] Marsilio Ficino (19 de octubre de 1943, en Figline Valdarno, cerca de Florencia – 1 de octubre de 1499), en Careggi), sacerdote y filósofo renacentista.

[12] Ver en http://www.cervantesvirtual.com/portal/retorica/include/p_autores.jsp?pagina

[13]Lausberg, Heinrich, Manual de retórica literaria, Madrid, Gredos, vol. II, 1083-1090 y 1243, y vide pp. 140-1.

[14] Autor de Breve y fácil declaración del artificio luliano, provechosa para todas facultades, Alcalá de Henares, 1622

[15] Velázquez de Azevedo, op. cit., pp. 84 y ss.

[16] EL FÉNIX / DE MINERVA, / Y ARTE DE MEMORIA…, op. cit.pp. 86.87.88.

 

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