El libro «Refugium Infirmorum» (Madrid, 1593), del monje franciscano Fray Melchor de Yebra

Alejandro OviedoPor Alejandro Oviedo.

Berlín,  2007.

Sección: Clásicos.

 

Notas para ubicar al lector:

Estas páginas contienen el texto completo y algunas reproducciones facsimilares del libro publicado en 1593 por el franciscano español Fray Melchor de Yebra, Refugium infirmorum (refugio de los enfermos, en latín).

El alfabeto manual usado por los sordos en la mayoría de países cuyas lenguas se escriben con el alfabeto latino se difundió por el mundo a partir de un libro publicado en 1620 por el español Juan de Pablo Bonet, Reduction de las letras y Arte de enseñar a ablar a los mudos. El alfabeto que incluyó Bonet en su libro se inspiraba en el recogido 27 años antes por Yebra. Este es el libro que reproduzco aquí. Se trata de una joya invalorable en la historia de la sordera.

La orden franciscana había usado este alfabeto manual por mucho tiempo, como parte de sus estrategias para la confesión en situaciones extremas, cuando la persona que quería confesarse no podía hablar u oír. Con el alfabeto se facilitaba la comunicación entre el confesor y el confesante. Yebra declara que su inventor había sido San Buenaventura. También considera Yebra, entre los usos del alfabeto, la comunicación con los sordos.

El trabajo de Yebra se inscribe en una larga tradición europea de uso de alfabetos y sistemas de numeración manuales (ver los trabajos del historiador catalán Antonio Gascón Ricao, en la sección ARTICULOS, HISTORIA de esta página web).

Yebra recoge el alfabeto en lo que llama una “cartilla”. Su cartilla consiste en ilustraciones que acompaña, a modo de acróstico, con textos piadosos que recomienda leer a diario, para fortalecer la vida cristiana. Hay 22 letras, en la cartilla. El lector moderno echará de menos en ellas la correspondiente a la vocal “u” y las consonantes “j” y “k”. Para la primera se usaba también la “v”; la segunda, se articulaba como hoy, a partir de un giro de muñeca de la mano en posición de “i”, pero Yebra no la incluye en su lista. Para la letra “k”, que no se usaba en la escritura castellana de la época, no había una seña particular.

A fin de facilitar la lectura del libro de Yebra, incluyo una transcripción completa de los textos del libro con ortografía actual. Incluyo después copias facsimilares de las páginas donde se ilustra el alfabeto.

Fuentes:

  • Gascón Ricao, A. y J.G. Storch de Gracia y Asensio (2004) Historia de la educación de los sordos en España y su influencia en Europa y América. Madrid: Ramon Areces.
  • Werner, H. (1932) Geschichte des Taubstummenproblems bis ins 17. Jahrhundert. Jena: Gustav Fischer.

 

Yebra, Refugium Infirmorum, portada.
Yebra, Refugium Infirmorum, portada.

Refugium Infirmorum (Madrid, 1593)
Fray Melchor de Yebra

Libro llamado REFUGIUM INFIRMORUM, muy útil y provechoso para todo género de gente, en el cual se contienen muchos avisos espirituales para socorro de los afligidos enfermos, y para ayudar a bien morir a los que están en lo último de la vida, con un Alfabeto de San Buenaventura para hablar por la mano.

Compuesto por el Padre Fray Melchor de Yebra, de la orden del seráfico Padre San Francisco.

Dirigido al padre Fray Antonio de Mendoya, Padre de la dicha Orden.

Con Privilegio.
En Madrid, Por Luys Sánchez Año 1593

*

Sentencia es de graves autores y especial de San Agustín, que como fuere el vivir, así será el morir de cada cual. Y por si alguno para cuando Dios lo llamare quisiere primero ordenar su vida, para que muera como vive: a esta causa se pone aquí de San Buenventura un alfabeto o forma breve de loablemente vivir. Y servirá también en este manual para ayudar (como lo demás de él) a bien morir, y para este efecto, en cada letra del dicho alfabeto o ABC, se pone una mano figurando la letra que es. Y no se pierde nada que los que tienen ejercicio de ayudar a bien morir, aprendan y sepan hablar por las letras de la mano, que es común saberlo muchos. Y muéveme a persuadir esto, haberme certificado un devoto sacerdote, que fue llamado a prisa a confesar a un hombre que se moría, al cual halló privada la lengua, aunque entero el sentido. Y estando asi el dicho enfermo, miraba con silencio a todos, y lloraba, pidiendo con señas de la mano socorro, y para esto, porque sabía hablar por la mano, decía con ella su necesidad y por no haber quien entendiese estas letras, no fue socorrido, y así estuvo dos días y noches hablando con la mano a todos los que lo visitaban, para que lo entendiesen o le trajesen, quien pudiese entender, y por faltar este remedio se fue acabando y murió con ansias de su alma y deseos de querer manifestar lo que no pudo.

Además de esto aprovechará también el saber estas letras a los confesores para responder y hablar a algunos penitentes muy sordos, que saben entenderse con letras de la mano, y se les puede con recato responder con ella a todo lo que confesaren por la boca, y así se excusará el peligo que puede haber dándoles en la confesión voces. Y cuando no fuere el saber este ABC para confesar, será para consolar a otros sordos, que compelidos de la necesidad, aprenden la mano para poderse tratar y comunicar con las gentes.

Yebra, Refugium Infirmorum, pág. 1
Yebra, Refugium Infirmorum, pág. 1

Comienza el A B C, o Alfabeto del Seráfico Doctor San Buenaventura

Ama no ser conocido, y en nada ser tenido, porque te será más provechoso para entrar al cielo, que ser alabado, y reputado entre los hombres.

Benévolo serás a todos buenos, a malos, y a nadie serás pesado, ni enojoso.

Con cuidado, y diligencia, guarda tu corazón de pensamientos vagos y tu boca de palabras ociosas, y los otros sentidos con rigurosa disciplina.

Debes amar mucho el silencio, y soledad, para tener quietud, y buena conciencia, porque donde hay ayuntamiento de muchos, siempre hay estruendo, ruido y destraimiento.

Escoge pobreza, y simplicidad, y conténtate con pocas cosas, y no fácilmente murmurarás.

Fuge [huye] de los hombres, y las nuevas del mundo, porque no puedes satisfacer a Dios,y a los hombres, ni cumplir con las cosa eternas, y transitorias.

Gracias haz siempre a Dios con el corazón, y boca en cualquier trabajo y necesidad, y piensa que Dios dispone sabiamente todas las cosas con verdadero y recto juicio.

Humíllate a todos, y en todas las cosas, y hallarás gracia en los hombres, y serás acepto a Dios y de todos muy amado, y huirá el Demonio de ti por la humildad, que le es contraria.

Intención pura tendrás en cualquiera buena obra para complacer a Dios, que mira lo íntimo del alma; y ama a los justos y limpios de corazón.

Lágrimas, suspiros, trabajos y dolores alcanzan el reino de Dios. Honras, riquezas, deleites y regalos pierden el Paraíso.

Muy grande don de Dios es ser pobre (por amor de Cristo) en este mundo, y tener el más bajo, abatido lugar.

No menosprecies a nadie, ni hagas daño, y duélete del necesitado, y afligido, y no te ensoberbezcas jamás.

Oh, cuán buena cosa es emplear el tiempo con Dios, porque es cosa preciosa, y por él se puede merecer el Reino celestial.

Primero que comiences a hacer alguna cosa, piensa con diligencia si Dios se servirá o deservirá con ella, y jamás por temor, o amor hagas contra conciencia.

Quieres tener siempre paz, pues oye, mira, calla y no te metas en lo que a ti no te toca.

Reconoce cada día las cosas interiores de tu corazón. Cierra las puertas de los sentidos, para que con consejo del demonio, no vayas tras los deseos de este mundo.

Verás sobrio en el comer, moderado en el vestir, recatado en el hablar, honesto en las costumbres, moderado en dar consejo, fuerte en los casos adversos, grato en los beneficios, alegre en el menosprecio, paciente en los trabajos, y discreto en todas las cosas que has de hacer.

Teme mucho ofender a Dios, aun en los defectos pequeños y negligencias leves, y no presumas con el bien, ni desesperes con el mal.

Vende por amor de Dios todas tus cosas, y dalas a los pobres, y sin falta hallarás otras mejores.

Xpo (Cristo ‐Xristus Pater Omnipotens1) sea tu vida, tu lección, tu habla, tu deseo, tu ganancia, tu esperanza, y premio. Y si ninguna otra cosa buscares sino a Dios, trabajo tendrás, y desencanto no hallarás.

Ymnos (himnos) dulces siempre canta el que en la tribulación siempre alaba a Dios.

Zaqueo, hermano, desciende de la alteza de la ciencia del mundo, y ven a la escuela de Dios, y aprende den ella el camino de la humildad, mansedumbre y paciencia, para que por él puedas venir seguramente, enseñándote Cristo, a la eterna bienaventuranza.

Escribe, hermano mío, este alfabeto en tu corazón, así como en el libro de la vida, y cada día leerás en esta cartilla.

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