Reseña Conde Jahn, 1971: «Sordera y celebridad»

Alejandro OviedoPor Alejandro Oviedo,

Berlín, 2007.

Sección:Reseñas.

 Reseña de
Franz Conde Jahn (1971) Sordera y celebridad. Barcelona (España): Editorial Científico‐Médica, 23 págs.

PortadaCondeJahnHace poco, hurgando en una biblioteca pública alemana, encontré el librito que ahora reseño, de cuya existencia no tenía hasta ahora ninguna noticia. Es una colección de 29 brevísimas notas biográficas de otras tantas personas famosas que sufrieron de trastornos auditivos.

El autor fue el médico otólogo germano‐venezolano Franz Conde Jahn (Prusia 1901‐ Caracas 1977). Conde Jahn, quien emigró a Venezuela desde su Prusia natal, fue también historiador, y tuvo una brillante actividad científica.

El contenido del libro

El libro comienza con unas reflexiones acerca del padecimiento que representa para una persona la pérdida del oído. Para el autor, el sordo es un individuo agobiado por su dolencia, cuyo siquismo se ve seriamente comprometido, y que es siempre mal comprendido por quienes lo rodean.

La idea que tuvo Conde Jahn fue presentar notas acerca de personas que perdieron la audición luego de aprender a hablar la lengua de sus padres, y que a pesar de eso lograron destacarse en su vida posterior como artistas, políticos, inventores o científicos.

Ilustradas con numerosos retratos en blanco y negro, e impresas sobre papel glasé, están en el librito noticias de la vida de personajes como Néstor (el padre de Héctor, en la Ilíada de Homero), Ludwig van Beethoven, Francisco de Goya, Jean Jacques Rousseau, Thomas Alva Edison, Helen Keller, Artur Schopenhauer, Pierre Ronsard, Nicolas Boileau y Charles La Condamine, entre algunos otros.

En la segunda parte del libro se incluyen asimismo biografías o referencias a algunos personajes que sin haber sido sordos padecieron de diversas patologías del oído, que el autor clasifica clínicamente como dolencias hacen al paciente escuchar voces y ruidos, que además de atormentarlo pueden llevarlo a sufrir trastornos síquicos. En esta sección nombra a Sócrates, el Rey Nabucodonosor II de Babilonia, la heroína francesa Juana de Arco y los alemanes Martín Lutero y Robert Schumann. Para Conde Jahn, estas dolencias explicarían muchas de las conductas extrañas que estos personajes tuvieron, y que atribuían antiguamente a la intervención de entidades fantasmales. Al ser el filósofo griego el primer caso registrado documentalmente de este tipo de dolencia, esta se conoce entre los especialistas como demonio socrático.

Al final del libro, el autor incluye una referencia al venezolano Francisco Javier Ustáriz, uno de los firmantes en 1811 del Acta de Independencia, quien también había quedado sordo en su juventud. Conde Jahn acompaña la nota sobre este personaje aclarando que consideró importante incluir también, en su lista, a un sordo notable de su patria venezolana.

El librito se cierra con una apología del autor a Alexander Graham Bell, inventor del teléfono y quien no pocas energías dedicó en vida al tema de la sordera. Conde Jahn añade la curiosa referencia de que Graham Bell visitó Caracas en 1920, acompañado por su esposa, en un viaje de turismo.

El último párrafo del libro es muy interesante, y lo transcribo por completo para los lectores:

Los personajes que he memorado padecieron afecciones óticas ensordecedoras y fueron sobresalientes como literatos, poetas, políticos, filósofos, pintores, naturalistas, investigadores médicos, músicos, matemáticos, militares, inventores, líderes religiosos, artistas de baile. Alcanzaron plenitud de ejemplo y son orgullo de las disciplinas a las cuales consagraron su existencia. Por ello patéticamente evoco la admonición bíblica: “NO MALDECIRAS AL SORDO” (pág. 23)

Comentario final

Es claro que el librito de Conde Jahn es obra de un médico, sensibilizado hacia sus pacientes y dominado por la visión puramente clínica de la sordera. Tal visión, lamentablemente, sigue predominando en los profesionales de la medicina. Hay otros aspectos de la sordera que figuran sólo de manera negativa en las apreciaciones del autor, como cuando refiere que Goya, al final de su vida y ya completamente sordo, se vio obligado a recurrir a la comunicación gestual. Hay en ésta un universo de alternativas para quienes no oyen, que los médicos insisten en no querer aceptar, y de la cual siguen alejando a quienes acuden a ellos en busca de consejo.

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