Reseña Lane, 1984: «When the mind hears»

Alejandro OviedoPor Alejandro Oviedo,

Berlín, 2007.

Sección: Reseñas.

 

Reseña de
Harlan Lane (1984) When the Mind Hears. A history of the Deaf.(Cuando la mente oye. Una historia de los Sordos). Nueva York: Penguin Books. 537 págs. ISBN: 0‐14‐022834‐9

PortadaLane1984Este libro de Harlan Lane es una de las obras más exhaustivas publicadas hasta ahora acerca de la historia de los Sordos. Se trata de una impresionante colección de datos acerca del modo en que surgieron las pedagogías y las escuelas dedicadas a los Sordos en Europa y en Estados Unidos. Si bien el libro no se ocupa de otras partes del mundo, lo cierto es que la historia de lo ocurrido en los países del norte se ha visto necesariamente involucrada en la historia del resto del mundo, a partir de la expansión colonial.

El título del libro alude a una frase del novelista francés Víctor Hugo, quien fue amigo del líder Sordo Ferdinand Berthier[1] y llegó a visitar sus banquetes parisinos, donde se reunían intelectuales Sordos y oyentes a celebrar con comida y grandes discursos el aniversario del nacimiento del Abad Michel de L´Epée. Hugo escribió, en una carta a Berthier fechada en noviembre de 1845:

Qué importa la sordera del oído, cuando la mente oye. La única sordera verdadera, la sordera incurable, es la de la mente (cita tomada de las primeras páginas del libro de Lane)

El libro, hasta donde alcanzo a saber, no ha sido traducido todavía al español. Es demasiado largo como para poder hacer de él una reseña entrada en detalles, como he procurado hacer hasta ahora con otros libros importantes. Pero espero que los comentarios que haré aquí sirvan al menos para animar a algunos lectores a acercarse al libro.

Las voces de la historia

El libro se divide en dos partes. La primera de ellas, que abarca 10 de los 12 capítulos de la obra, se titula “La historia de Laurent Clerc”. En ella, Lane pone en manos del Sordo francés Laurent Clerc, ya cercano a la muerte, el relato de todo cuando vivió y conoció. La segunda parte, que se llama “Continuación”, tiene sólo 2 capítulos, y en ella es el propio Harlan Lane, quien a modo de crónica, asume el relato y completa la reconstrucción de algunos eventos ocurridos luego de la muerte de Clerc.

El libro tiene, así, una estructura más bien novelesca, relatada siempre desde una primera persona, un “yo” que todo lo escudriña y lo recuerda. Otra característica formal del libro es lo complejo de la lengua en que fue redactado. El inglés de Lane no es un inglés fácil ni plano, como suele ser el usado en la literatura especializada. Es más bien una lengua literaria, riquísima en sus expresiones y en su vocabulario, lo que puede desanimar al lector no acostumbrado a tales adornos.

La primera parte

Laurent Clerc[2] fue uno de los alumnos egresados de la escuela de sordos fundada en París por el Abad Michel de L´Epée. Entró a la escuela cuando el fundador había ya muerto, y su sucesor, el también Abad Roch‐Ambroise Sicard, estaba ya viejo. Clerc fue discípulo del maestro Sordo Jean Massieu[3], y como él, al finalizar la escuela se quedó en ella trabajando como maestro. Cuando tenía 30 años, en 1815, se fue de viaje con Sicard y Massieu a Inglaterra, a hacer presentaciones públicas de la forma en que trabajaban en París para educar a los niños sordos. Estas presentaciones, una suerte de «circo» didáctico, había sido el modo en que tanto de L´Epée como Sicard habían logrado siempre reunir dinero para la escuela, y convencido a las autoridades de seguir apoyando la existencia de la institución.

En Inglaterra, los tres franceses se toparon un día con el pastor estadounidense Thomas Hopkins Gallaudet[4], quien había sido enviado a Europa por un grupo de filántropos de su país, a fin de que aprendiera las técnicas usadas por las escuelas europeas de sordos. Su propósito era fundar luego escuelas en Estados Unidos. Gallaudet quedó muy entusiasmado con los franceses, y los acompañó a París de regreso. Allí permaneció varios meses, aprendiendo técnicas de trabajo y la Lengua de Señas Francesa (LSF). A su vuelta a los Estados Unidos fue acompañado por Laurent Clerc, con quien en 1817 fundó la primera escuela de sordos de ese país, en la ciudad de Hartford. Clerc es una figura muy importante para los Sordos de Estados Unidos, pues fue el primer maestro Sordo de esa comunidad, y la influencia de la LSF que él llevó consigo fue fundamental para darle forma a lo que es hoy la llamada ASL (Lengua de Señas Estadounidense).

Clerc se fue con 30 años de edad a Estados Unidos, y no volvió nunca a Francia. Pocos meses antes de su muerte, ya de 83 años, se pone a recordar cuanto ha vivido:

Mi nombre es Laurent Clerc.Tengo 83 años. Mi cabello es blanco, mi piel está arrugada y llena de cicatrices; mi postura, encorvada. Cojeo cuando camino. Indudablemente mi vida terminará pronto en este tiempo y lugar: 1869, Hartford, Connecticut (…) (Lane 1984:3)

Tiene angustia por el modo en que avanza el oralismo en el mundo, amenazando la existencia de los Sordos. Y entonces es como si Lane empezara a transcribir lo que cuenta el viejo maestro Sordo:

Sé lo que está ocurriendo. Gente muy importante, distinguidos caballeros, están repudiando la causa a la que yo dediqué mi vida entera. Asumiendo que tienen la sagrada misión de velar por el bienestar de mi pueblo, ellos persiguen, sin consultarnos, impedir nuestra devoción, nuestros matrimonios y nuestra procreación, degradar nuestra educación hasta la estupidez, y prohibir nuestra lengua materna solamente porque nuestras costumbres y nuestra lengua son distintas a las de ellos. (Lane 1984:3)

La historia de los Sordos y de su educación en Europa, y luego en Estados Unidos, no ha sido contada aún con propiedad por nadie. Clerc ve en esto una grave falta, y se propone conjurarla:

Yo estoy obligado, por las presentes amenazas al bienestar, la dignidad y el bienestar de mi pueblo, a contar nuestra historia, la que yo he vivido casi desde sus comienzos: cómo nos reunimos en Francia y luego en otros países europeos y luego en Estados Unidos. De qué modo nuestra lengua se esparció por Francia y cruzó el Atlántico; la enorme lucha por crear escuelas para nosotros (…) Esta historia no ha sido nunca contada. Yo lo haré, y las fuerzas de la oscuridad serán reveladas por lo que ellas son. No pretendo contar todos los hechos. ¿Qué interés tendría semejante inventario, incluso si todos los hechos pudieran así ser revelados? Yo contaré más bien la verdadera historia, tal como ella fue, pues yo vi con mis propios ojos muchas de esas cosas (Lane 1984:4)

 Y así comienza Clerc a relatar su propia historia, cuando era pequeño y sufrió el accidente que le deformó la cara y le produjo la sordera, cuando fue enviado a la escuela en París y conoció a Massieu. De qué modo eran educados allí los niños, cómo era su rutina escolar. El texto está lleno de interesantes anécdotas.

En los capítulos siguientes, y a través del mismo recurso literario, Lane continúa ordenando la historia de quien fuera el maestro de Clerc, Jean Massieu (también Sordo); y luego la del cura Sicard, quien fue el maestro de Massieu; y de Michel de L´Epée, quien fue el antecesor de Sicard.

Un siglo después, en Francia, un monje Sordo, Etienne De Fay, educa a varios niños sordos en su monasterio de Amiens, a través de la lengua de señas. Su mejor discípulo, Azy de Etavigny, ya formado, es enviado por su padre a estudiar en Burdeos con el oyente Jacob Rodrigues Pereira, quien dice que es capaz de enseñarlo a hablar (con Etienne de Fay, el niño había aprendido de todo, menos a hablar). Pereira logra hacer hablar a Azy, y lo presenta como el milagro de su trabajo oralizador. El mundo se asombra, y concede el mérito de la formación del muchacho a las bondades del trabajo de Pereira, quien nada dice de los años que el muchacho pasó estudiando con el monje en Amiens.

Pocos años después, de L´Epée funda su escuela en París, financiando todo (el local, los sueldos del personal, las becas para cubrir los gastos de los niños) con su propia renta. Sus alumnos evidencian grandes progresos, y mucha gente acude de otras partes de Europa a aprender de él. Los primeros alumnos egresados de la escuela se esparcen por Europa y fundan escuelas en otras partes (a la muerte del Abad, había más de 20 escuelas similares en Francia otros países).

De este tenor son todos los relatos del libro de Lane. Una historia se enlaza con la próxima, y así el lector, como en una novela, va sumergiéndose en la historia menuda de los hombres y las mujeres que participaron en aquellos siglos de activo trabajo de las comunidades Sordas y sus maestros.

Revisa allí uno el modo en que trabajaban en Inglaterra los maestros de la familia Braiwood, y cómo era la vida y el trabajo en Alemania de Samuel Heinicke. Cómo fue el encuentro de Gallaudet con la niña sorda Alice Cogswell, y cómo el joven pastor se convenció, a partir de él, de que su vida sería educar a los sordos. Y cómo se fue Gallaudet a Europa, lo que allí vio, su viaje de vuelta a Estados Unidos con Clerc, la fundación de las primeras escuelas.

Y en todo el relato, como una sombra, avanza siempre el oralismo, esa triste filosofía colonialista según la cual el Sordo no se hace humano hasta que no aprende a hablar como los oyentes.

La segunda parte

En esta parte final del libro, como escribí antes, es Lane mismo el que asume el relato. Comienza, como antes, presentando al narrador:

 Mi nombre es Harlan Lane. Soy oyente. Tengo 46 años de edad. Puedo percibir cómo se acercan a mí las canas y las arrugas en la piel, pero estoy todavía a una confortable distancia de ellas. Soy sicólogo, y me ocupo de la más humana de todas las actividades: el lenguaje, y soy aprendiz de las lenguas de los Sordos. Como Clerc, ignoro también por qué la humanidad es tan variada, y como él, doy gracias a Dios por esa diversidad.

Me propongo conversar acerca de la muerte de Clerc, y continuar su historia por él, para contar de qué modo las fuerzas del oralismo, que él vio emerger pero no pudo seguir observando, se desarrollaron, y primero en Estados Unidos y luego en Europa, finalmente triunfaron sobre los Sordos. Espero que la obvia importancia de continuar este relato me excuse, a los ojos de los Sordos. (Lane 1984:339)

 Lane se ocupa entonces, de dos grandes temas, que documenta con la misma meticulosidad seguida por el resto del libro: El primero es el surgimiento de una tendencia oralista/clínica en las escuelas de sordos de Estados Unidos, al amparo de Alexander Graham Bell (tal vez el más conocido y furibundo oralista de la historia, cuya madre y esposa eran sordas); y el segundo, la crónica minuciosa de las peripecias del Congreso de Milán, en 1880, donde finalmente se impuso la filosofía oralista en el mundo occidental.

Sobre otras obras de Lane y de un gran vacío intelectual entre nosotros

Harlan Lane se ha ocupado, en su trabajo posterior, de completar lo que representa el libro que ahora reseño. Sus libros La máscara de benevolencia (1993, The Mask of Benevolence) y Un viaje al mundo Sordo (1996, A Journey into the Deaf‐World, escrito con R. Hoffmeister y B. Bahan) y se ocupan de abordar otros períodos históricos más recientes, así como aspectos culturales de la comunidad Sorda de Estados Unidos, sobre todo. El trabajo de Lane, que no ha sido lamentablemente traducido al español, es una rica fuente para los investigadores y todos los lectores interesados en entender el modo en que las comunidades Sordas han llegado a ser lo que son hoy en los países ricos.

En los países de la llamada periferia, los nuestros de América Latina, por ejemplo, no ha habido hasta ahora nadie que se ocupe en detalle de recoger de modo exhaustivo la historia ni de describir la cultura de las comunidades Sordas. Siempre es para mí, como redactor de esta página web, una pena ver cuánta información disponible hay sobre la vida de los Sordos en Europa y Estados Unidos, y cuán poco sobre ellos entre nosotros. Ojalá esta desproporción se vaya nivelando con el tiempo.

Notas

[1] Hay una breve biografía suya en nuestras Biografías (leer texto)

[2] Puede verse el relato de su vida en nuestras Biografías (leer texto)

[3] Véase la breve hhistoria que sobre él hay en nuestras Biografías (leer texto)

[4] Ver la breve esquela suya en nuestras Biografías (leer texto).

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