Sobre la vida de Lorenzo Hervás y Panduro (1735‐1809)

Alejandro OviedoPor Alejandro Oviedo,

Berlín, 2006.

Sección: Biografías.

Lorenzo Hervás y Panduro fue un sacerdote jesuita español, oyente, que dedicó una parte de su obra intelectual, de gran relevancia histórica, a la educación de los Sordos. En su libro “La escuela española de Sordomudos” publicado en 1795, hace una serie de observaciones lo convierten en un precursor de los estudios modernos sobre los Sordos y sus lenguas de señas. Vamos a contar algunas cosas sobre Hervás y Panduro y su trabajo.

La vida de Lorenzo Hervás y Panduro

Lorenzo Hervás y Panduro
Lorenzo Hervás y Panduro

Nuestro personaje nació en mayo de 1735 en la población de Horcajo de Santiago (Cuenca, España). Sus padres eran agricultores. Muy joven, a los 14 años de edad, ingresó en un seminario jesuita, y una vez allí prosiguió estudios universitarios, paralelos a los estudios religiosos, por once años. Siguiendo una tradición intelectual muy propia del Siglo XVIII, se hizo con una formación enciclopédica, dedicándose a cultivar disciplinas tan diversas como la arquitectura, la medicina, la filología y la astronomía. Cuando se ordenó de sacerdote, a los 25 años de edad, fue enviado a su provincia natal, donde estuvo algunos años como párroco antes de ejercer otras labores, principalmente docentes.

En 1764, la orden lo envía a América, donde Hervás y Panduro tiene un encuentro fundamental con la diversidad lingüística. Tres años permanece en contacto con varias lenguas indígenas, antes de volver a España. En 1769 debe exiliarse en Italia, cuando los reyes españoles expulsan a los jesuitas de sus dominios. En este exilio conoce a muchos otros jesuitas exiliados como él, que habían servido como misioneros en muchos lugares del mundo, y se habían enfrentado con el problema de la descripción de lenguas ágrafas de familias no indoeuropeas.

Estimulado por ese rico ambiente intelectual, Hervás inicia la redacción de una obra enciclopédica de dimensiones monumentales, titulada “Visión del universo”, que comprende 21 volúmenes (entre 1778 y 1783). De ellos, 5 tomos están dedicados a la lingüística. Ofrecen un atlas de las lenguas entonces conocidas, además de una relación de los libros escritos sobre ellas. Hervás hace entonces propuestas muy importantes, que lo convierten en el iniciador de la lingüística comparada, y en un precursor de los estudios etnológicos. Hervás escribió muchos otros libros. Su fama universal, sin embargo, se debe hoy sobre todo a su trabajo en estos tratados de lingüística.

A principios de la década de 1780 Hervás fijó su residencia en Roma. Allí conoció la Escuela de Sordomudos que mantenían Tommaso Silvestri y Camilo Mariani, quienes seguían los postulados del Abad de l ́Epeé. Su cercanía a la escuela lo llevó a escribir y publicar, en 1795, el libro «Escuela española de sordomudos». En este trabajo, publicado en Madrid en 1795, Hervás revisa la historia de la educación para los Sordos en España, y expone interesantes ideas acerca de la naturaleza de las lenguas de señas.

 

Primera página de Escuela Española de Sordomudos (Hervás y Panduro, 1795) Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)
Primera página de Escuela Española de Sordomudos (Hervás y Panduro, 1795) Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)

A finales del Siglo XVIII (1798) el gobierno español levantó la prohibición de 1769, y Hervás, como muchos otros jesuitas, regresó a España. En estos años (1800) funda con Juan Albert Martí la Escuela Municipal de Sordomudos en Barcelona. Pero en 1801 debe volver a exiliarse, de nuevo a Italia, y allí permanecerá hasta su muerte, ocurrida el 24 de agosto de 1809.

Hervás y Panduro dejó una vastísima obra publicada e inédita (unos 90 libros), acerca de los más disímiles temas. Ocupó destacados cargos en las academias de varios países, y fue nombrado bibliotecario del papa durante los últimos años de su vida. Según reseñan sus biógrafos, fue también un activista social, y se vinculó a muchas iniciativas para mejorar las condiciones de vida de los niños, las mujeres, los trabajadores y las personas con discapacidad.

La “Escuela española de Sordomudos”

Ya se ha dicho que Hervás, cuando fue expulsado de España, fijó su residencia en Roma. Allí inició sus contactos con la lengua de señas. Sus observaciones son hechas entonces, principalmente, a partir de la lengua de señas que se usaba entonces en la ciudad de Roma.

El libro “La escuela española de Sordomudos” está dividido en dos tomos. El primero tiene 335 páginas, y 377 el segundo. No voy aquí a detenerme en el libro lo que la obra merece. Dejo esa labor para una reseña que estoy preparando actualmente. Me referiré apenas a algunos de los aportes que hace Hervás, en el libro, a los modernos estudios sobre los Sordos y sus lenguas de señas.

Se trata, en primer lugar, de la concepción que el autor tenía sobre las lenguas de señas (Hervás y Panduro lo denominó “el lenguaje de los Sordomudos”, ver Tomo I:68). En ese lenguaje se evidenciaba que los Sordos tenían ideas gramaticales. Una de ellas correspondía a la definición de los roles semánticos. Las señas tenían, por su significado, funciones de verbos o de nombres. Al concurrir en la oración, adoptaban el orden relativo “nombre‐verbo‐nombre”. A partir de allí, el significado predicado correspondía al esquema AGENTE‐verbo‐PACIENTE. Quiere decir que “el lenguaje de los Sordomudos”, del mismo modo que en lenguas de morfología simple como el inglés o el mandarín (por nombrar dos bien conocidas) los roles semánticos se asignaban a través del orden de aparición: si las entidades referidas por esas señas asumían la función de sujeto, debían concurrir antes del verbo; si de objeto, tras el verbo.

Esa observación no es la única que hace Hervás sobre la gramática de las lenguas de señas, pero alcanza a dar una idea de la trascendencia de su pensamiento: a finales del Siglo XVIII, ya Hervás y Panduro estaba demostrando con análisis gramaticales, y a través de argumentos comparativos, que las lenguas de señas de los Sordos, al igual que las lenguas habladas, tenían una estructura lingüística, y que esa estructura correspondía a esquemas universales, observables en muchas lenguas orales del mundo. La novedad del trabajo de Hervás y Panduro no es la afirmación en sí de que las lenguas de los Sordos son lenguas. Ya antes que él, y a lo largo del Siglo XVIII, varios filósofos franceses estaban tras la idea de que la gramática universal que querían descubrir tal vez estuviera codificada de modo transparente en las lenguas de señas. Pierre Desloges, en su libro de 1779, y solamente por dar un ejemplo, recoge esa idea. La novedad del trabajo de Hervás y Panduro de nuevo consistió en ofrecer argumentos lingüísticos sólidos para hacer de esa especulación filosófica una materia de discusión científica.

Otra novedosa reflexión de Hervás y Panduro es su propuesta de diferenciar entre la sordera y la mudez. Quienes pierden el sentido del oído después de haber adquirido el habla no están en igualdad de condiciones con aquellos que, privados de la audición desde sus primeros años, no llegaron a desarrollar el lenguaje hablado. Estas personas, llamadas en tiempos de Hervás y Panduro “mudos”, estaban en una situación de aislamiento social, y su condición se debía a la sordera. Hervás y Panduro propone entonces llamarlos “Sordomudos” (y lo escribe así, con una mayúscula inicial). Esta distinción es fundamental, y se acerca mucho a la moderna distinción hecha, a partir de la lengua inglesa, entre “sordos” (privados del oído, que tienen como lengua primera una lengua hablada) y “Sordos” (también privados del oído, pero que tienen como primera lengua una lengua de señas).

A Hervás y Panduro se debe, por último, la observación de que se hacía indispensable que los maestros de los “Sordomudos” dominaran su “lenguaje” de señas para realizar su trabajo docente. Una exigencia que se considera también de moderna data, y que pocas veces se relaciona con la educación de sordos en la España del Siglo XVIII.

Hay que reescribir la historia de los estudios sobre la Sordera

Hervás y Panduro debe entonces ser considerado un precursor del estudio científico de la Sordera. Poco después de él, en dos publicaciones aparecidas en París en 1817 («Essai sur les sourds‐muets et sur le langage naturel») y 1822 («Mimographie») el oyente guadalupeño Roch‐Ambroise‐Auguste Bebian propuso las bases para analizar las señas como compuestos de cuatro partes menores sin significado: la forma de la mano, el lugar de articulación, la actividad de la mano y la expresión facial (lo que “redescubrió” de modo independiente William Stokoe otra vez en 1960). La historia de la lingüística de las lenguas de señas, de tal modo, no puede ser leída como un hecho tan reciente iniciado apenas en las últimas cinco décadas de nuestro tiempo, ni como un proyecto nacido en los Estados Unidos. Debemos reconsiderar la historia de ese proceso, y darle a intelectuales como Hervás y Panduro el lugar preeminente que les corresponde en él.

En España, donde hace ya algunos años se viene discutiendo sobre este asunto, ha habido esfuerzos por reivindicar el papel histórico de este intelectual del Siglo XVIII. En la Universidad Complutense de Madrid, una unidad académica dedicada a la historia y la lengua de señas de los Sordos españoles lleva el nombre de “Centro Hervás y Panduro” (ver http://www.ucm.es/info/civil/herpan/).

Fuentes:

Alonso‐Cortés, A. (2000) Lorenzo Hervás y el lenguaje de los sordos. Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación 4, noviembre 2000. (una versión completa del texto se encuentra en http://www.ucm.es/info/circulo/no4/alonsocortes.htm ‐visitada el 16/11/06)

Gascón Ricao, A. y J.G. Storch de Gracia y Asensio (2004) Historia de la educación de los sordos en España y su influencia en Europa y América. Madrid: Ramón Areces.

Hervás y Panduro, L. (1795) Escuela Española de Sordomudos o Arte para enseñarles a escribir y hablar el idioma español, dividida en dos tomos. Madrid: Imprenta Real. La edición facsimilar completa puede bajarse en la página del Instituto Cervantes, bajo http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=10702&portal=20 (visitada el 22/11/06)

Comunicaciones personales con Antonio Gascón Ricao y José Storch de Gracia y Asensio, a lo largo de octubre y noviembre de 2006.

Un comentario

  1. T. Villaseñor said:

    Muy interesante reseña sobre la cultura sorda y el embate frecuente de los Jesuitas como agentes de cambio social. En Guadalajara, Mex. estamos realizando validación de un instrumento cognititivo en niños de 6 a 12 años. Además de interesante, nos ha sido de utilidad su reseña.

    5 agosto, 2017
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